Se hizo esperar, pero valió la pena. El pasado, el presente y el futuro del videojuego se dieron cita en una Gamepolis ubicada en la paradisíaca Costa del Sol malagueña. Mientras la Comic-Con de San Diego le ponía fecha al futuro de Marvel y DC, entre el 23 y el 25 de julio de 2022 la pasión por los videojuegos cobró vida y hasta se volvió papable en el Festival de Videojuegos más grande del sur de Europa.
Ubisoft, Epic Games, Supercell, Riot y hasta la propia Nintendo confirmaron asistencia a la Gamepolis tras una ausencia de dos largos años. ¿Cómo no acudir a la llamada?
A lo largo de tres días, el FYCMA, el Palacio de Ferias y Congresos de Málaga, programó hasta 300 actividades para los asistentes que incluyeron conferencias, zonas de juego libre, conciertos, clases abiertas, concursos, espectáculos, una zona indie, torneos de eSports y videojuegos clásicos que transcurrían en paralelo y hasta una batalla de gallos en que estaba en juego una plaza para la final de la Red Bull Batalla.
El problema no era qué hacer en mitad de este torbellino de actividades, sino organizarse para abordarlo todo. Toda una experiencia que VidaExtra vivimos in situ.
Entre buenos amigos y grandes conferenciantes
La Costa del Sol promueve mucho y bien que se celebren festivales. Desde la Freakcon al propio Festival de Cine de Málaga. Gamepolis suele reunir a buena parte de los asiduos a este tipo de actividades, pero el denominador común y universal son los videojuegos. Más concretamente, la pasión por los videojuegos.
En Gamepolis lo mismo puedes improvisar unas partidas a Street Fighter con Koyuki, del canal de La Poción Roja, o de Dragon Ball Fighterz con Kensuke quienes con una cercanía muy especial se empapan y toman parte de las actividades como cualquier asistente. Lo sé, porque estuve con ellos. Porque jugué con ellos.
Y lo mismo puedes disfrutar de un concierto de Elesky que de una batalla de Gallos. Hasta Elvira Yuki nos mostró en directo cómo es posible cómo jugar bailando. Eso sí, cuando les toca dar charlas o ofrecer clases magistrales o hacer de jueces en un concurso es cuando todos los anteriores brillan con luz propia.
Porque, quizás, este año la participación de invitados internacionales no igualó el peso de las ediciones anteriores, pero las conferencias volvieron a ser uno de los platos fuertes del evento con un matiz: el enfoque abierto del festival. Darle el mismo peso a los clásicos, a los desarrolladores y a los eSports, pero también a los streamers y youtubers que fascinan a las nuevas generaciones de apasionados por los videojuegos. Promoviendo charlas y tomas de contacto especialmente enriquecedoras.
Donde la magia atemporal de las recreativas rivaliza con la emoción de los eSports
La Gamepolis sirvió de contexto para varios grandes eventos dentro de los eSports: de partida, vivimos las finales de la R6 Spain Nationals, la liga profesional de Rainbow Six: Siege. Un espectáculo que nuestro compañero Alberto vivió por todo lo alto. Pero es que la cosa no acaba ahí: en la otra punta del Palacio de Ferias se celebraba el Circuito Tormenta, la principal competición amateur de League of Legends y Valorant, y justo entre ambos, se jugó el competitivo de Clash Royale de Supercell.
Aquellos no fueron los únicos eventos de eSports. De hecho, se promovieron toda clase de torneos y concursos dentro de la organización relacionados con FIFA, Fortnite, Street Fighter V, Tekken, Among Us, Just Dance, Super Smash Bros. Counter Strike, Geometry Dash... Me perdí el Battle Royale de Minecraft y el Epic Match de Fall Guys con los invitados del evento, pero es que es imposible asistir a todo. Y eso, por otro lado, es algo bueno: en la Gamepolis siempre hubo mucho que hacer a todas horas.
Eso sí, no me fui sin competir. Más allá de mis partidas con amigos y compañeros de medio, me infiltré en un torneo de Pac-Man Battle Royale en la zona retro. Duré poco y lo mejor es que fui derrotado por alguien al que fácilmente podía triplicar la edad: como comentamos con Alberto, los jóvenes y los más pequeños alucinaban con las recreativas clásicas.
Podías ver un puesto de FIFA vacío y una espera razonable para jugar a beat'em ups de hace 30 años. Aluciné al ver a Koyuki jugando a Ultra Street Fighter IV con alguien que, posiblemente, no guarde recuerdos propios del año en el que la revisión definitiva del juego de Capcom llegó a Xbox 360 y PS3.
Quizás sea porque el juego de EA lo tienen ya muy visto en casa, pero quiero pensar que es la magia atemporal de los clásicos sumada a la fascinante presencia de los muebles con sus sticks, el tacto de los botones y esos sonidos y colores diseñados específicamente para estimular al jugador, incluso cuando la palabra Insert Coin parpadea en pantalla. La buena noticia es que no había que pagar para jugar salvo alguna excepción. ¡Pero qué excepción!
No muy lejos de la auténtica máquina de Taiko no Tatsujin con sus gigantescos tambores, estaba la enorme cabina de Luigi's Mansion Arcade. la entrega perdida y desarrollada por Capcom del cazafantasmas nintendero. Y ojo, que la Gran N tuvo muchísima presencia en la feria.
Los titanes de la industria y los indies dijeron presente
Nintendo declinó ir a la Gamescom alemana, pero sacó toda su artillería en Málaga: la casa de Mario, Link y un Kirby que celebra sus 30 primaveras fue una de las compañías que más se volcó con la Gamepolis y montó enormes puestos dedicados a sus lanzamientos estrella de 2022: había carpas dedicadas a Nintendo Switch Sports, puestos de juegos con sus estrenos más recientes, incluyendo Monster Hunter Rise y Mario Strikers; y repartió esa magia nintendera que va más allá de las pantallas. Fascinando a jugadores de todas las edades.
Nintendo no fue la única: Ubisoft habilitó una zona de Just Dance y había enormes stands dedicados a Call of Duty o juegos de Realidad Virtual. Incluso se habilitaron enormes rings de boxeo para jugar a Super Smash Bros. en la gran pantalla y de manera competitiva. Eso sí, también había margen para las iniciativas locales: además de puestos de Merchandising en los que uno podía encontrar desde un stand de Héroes de papel a contenido mucho más alineado con el fenómeno manganime, nos encontramos con una mayor presencia del videojuego Indie a través de una zona especialmente habilitada y separada del resto de actividades.
Lo bueno de la distribución del Palacio de Ferias de este año es que pasada la entrada cada actividad estaba convenientemente separada del resto. A diferencia de la VII edición, en la que la Zona Indie estaba prácticamente rodeada de máquinas, torneos y eventos, este año se apostó por ofrecerles una enorme sala en la que mostrar sus proyectos al gran público y a futuros socios, obteniendo mejor feedback directo y mayor presencia propia. Recompensando sus hitos con una entrega de premios propia.
Porque la Zona Indie es parte del evento y se sirve de su contexto para ofrecer un vistazo a prometedores proyectos, que van desde un nuevo juego de los Medabots con piezas de robot intercambiables a través de blockchain (NFTs) a un simpático remake de clásico Bubble Bots de Game Boy optimizado para Steam Deck, sino que también es una extensión de GameInvest, el espacio profesional de Gamepolis en el que desarrolladores y editoras encuentran un espacio en común para promover que sus proyectos lleguen a buen puerto.
¿La mejor Gamepolis de la historia?
La organización prometió ofrecer la mejor Gamepolis de la historia, y lo cierto es que la iniciativa ha crecido enormemente en apenas ocho ediciones. El parón de dos años supuso una frenada en seco justificada de sobra, pero poner en común más de 300 actividades para todos los perfiles de asistentes en apenas tres días es una locura. Una a la que me pienso volver a apuntar el próximo año.
Que hubiese un festival del videojuego a modo presencial es algo que se echaba mucho de menos. Compartir partidas con desconocidos igual de ilusionados que tú en la misma máquina es algo que recuerde con cariño especial los días de los recreativos, y reconozco que ese espíritu ha sido recreado con maestría durante el evento. El ambiente promovido también jugó muy a su favor: lejos de ofrecer una imagen de enorme centro de ferias y congresos con gente mirando pantallas se percibía ese ambiente festivo y alegre de verano propio de la costa del sol.
Algo que salía especialmente reforzado con los conciertos organizados, las actividades y juegos promovidos por los invitados, los concursos de cosplay y baile y, en general, ese sobreesfuerzo por ofrecer mucho a todo el mundo y a la vez.
Los que ya peinamos canas no nos vimos desplazados de las actividades más juveniles, sino todo lo contrario: las deliciosas conferencias y la fascinación de los más jóvenes por participar de manera activa en la zona retro o curiosear por la zona indie fueron una agradable sorpresa. Ver cómo ha evolucionado la pasión por los videojuegos a esta escala manteniendo vivos los clásicos, además, me deja estupendas sensaciones.
Se echaron en falta varias cosas que sí hubo en la anterior Gamepolis, la de 2019: la presencia de invitados del calibre de John y Brenda Romero, con sus respectivas conferencias, o ese espectacular post-E3 de Nintendo que nos permitió jugar a todos los asistentes a sus próximos juegos. Pero, como se dice, siempre hay que dejar margen para que el listón se pueda subir un poquito más.
Y que en 2023 que viene se celebre el 10º Aniversario de Gamepolis -¡cómo pasa el tiempo!- juega a favor de la próxima edición. Por lo pronto, tanto Alberto y como yo confirmamos asistencia con un año entero de margen. Por algo será.