Probablemente te ha pasado decenas de veces. Vas caminando tan tranquilo por la calle y, de repente, percibes un olor que automáticamente despierta un recuerdo muy concreto. ¿Por qué narices me acabo de acordar del Aladdin de Megadrive al comerme una hamburguesa con queso de McDonald’s?
Aunque es un proceso de nuestro cerebro capaz de producirse con casi cualquier aspecto de nuestra vida diaria, es bastante común que entre los jugadores se manifieste para trasportarnos a teles de tubo, veranos de nuestra infancia y meriendas de otra época. Así funciona la memoria emocional que relaciona nuestro pasado virtual con el real.
Cuando un olor te recuerda a un juego
Es curioso cómo momentos concretos despiertan de golpe recuerdos que creíamos enterrados. Recientemente leía al compañero Iván Almansa hablar sobre cómo Super Mario Sunshine se había convertido en la excusa perfecta para viajar al pasado y rodearse de primos y abuelos en la casa del pueblo.
La idea del juego como ventana al pasado automáticamente hizo clic en mi cerebro y me transportó a finales del 93, a una calle de Barcelona lo suficientemente ancha para ser una Gran Vía o avenida Diagonal y al primer McDonald’s que pisé.
Como si de una ráfaga de imágenes se tratase, de ahí salto al interior del local, a tener un muñeco de Jafar en las manos y, justo a continuación, al vigésimo intento de memorizar la huida de la Cueva de las Maravillas en el juego de Aladdin de Megadrive.
Lo más curioso de todo es que es un recuerdo que se ha acentuado aún más desde que soy padre. Puede que mis visitas al local de comida rápida hayan sido asiduas desde entonces, pero hay un olor muy concreto, el de abrir la caja de un Happy Meal con una hamburguesa con queso en su interior, que por un segundo me hace sonreír mientras visualizo al bueno de Al (o tal vez prefieres Din) saltando al vacío para ser recogido por la alfombra antes de tocar la lava.
Lo primero que he hecho ha sido acudir a mis compañeros para ver si ellos también tienen un olor especial asociado a un juego concreto y, con la misma cadena de surrealistas acontecimientos que en mi caso, no han tardado demasiado en echar la vista atrás. Aquí un par de ejemplos de @jarkendia.
“Creo que fue a finales de 1996, cuando salió en PlayStation. De aquellas aún tenía a mi tía monja por casa y me obligaban a ir a misa los domingos. Y se juntaban aromas de perfumes, o de alguno en concreto, no sé. El caso es que después del calvario en la misa, regresaba a casa para jugar al Command & Conquer. De tantos domingos, me quedaría ese aroma y lo he asociado desde entonces a esas partidas.
También, hace unos 20 años o así, iba de vez en cuando a casa de un colega que vivía cerca. Nos juntábamos cuatro personas y la madre de Carlos, que falleció hace unos años, nos preparaba unos sandwiches de jamon york y queso en una sandwichera especial. Estaban de vicio. Y claro, ahora asocio esos sandwiches a las maratones que nos pegábamos al International Track & Field de PlayStation y a las partidas al Micro Machines, Super Skidmarks de Mega Drive... y otros tantos. Menudas tardes.”
La ciencia detrás de la memoria olfativa
¿Qué narices (jeje) tiene que ver un olor con un videojuego o cualquier otro recuerdo? La clave según la ciencia está en cómo funciona nuestro sistema olfativo. Al penetrar el olor en nuestra cavidad nasal, las células receptoras envían la información al cerebro en un mensaje que acaba dividido en dos caminos.
Por un lado llega hasta la corteza primaria, donde se reconoce el olor. Por el otro, hasta el sistema límbico que se encarga de gestionar las respuestas emocionales, el aprendizaje y la memoria, generando así una correlación e increíblemente sorprendente.
Como algo que probablemente procede de un instinto de supervivencia destinado a hacerte recordar el olor de un depredador o un alimento en mal estado, el hipocampo relaciona ese olor con un recuerdo de tu memoria, generando así en tu cerebro una respuesta imposible de controlar.
De hecho es algo tan estudiado que incluso hay todo un negocio detrás que demuestra hasta qué punto se puede controlar. De ahí que algunas tiendas utilicen un perfume especial para aromatizar el local y que el olor al pasar por la puerta te llame la atención y te invite a entrar.
Se dice que, si quieres forzar una respuesta similar, lo único que debes hacer es elegir un olor poco habitual y utilizarlo en un momento concreto que resulte especial. Tras ello debes guardar ese aroma o perfume para no contaminarlo con otros recuerdos y, siempre que quieras recordar aquello de una forma más vívida, simplemente tienes que acudir al bote y olerlo.
Tú tan Dearly Beloved y yo tan Destrangis in the Night
Mientras intento saber más sobre la memoria olfativa y los procesos neurológicos que hay detrás de ello me viene a la mente otro de esos casos dignos de estudio, el fenómeno conocido como música nostálgica. Esos momentos en los que, al escuchar una canción, viajas a otra época y se te dibuja una sonrisa en la cara.
En mi caso soy completamente incapaz de escuchar Estopa y no viajar hasta mi cuarto allá por el 2003. Me veo sentado en una colcha amarilla, recuerdo el brillo de la pequeña minicadena que adornaba una de las estanterías y, saltando de una cosa a otra en fracciones de segundo, de repente me veo luchando en el Coliseo de Hércules del primer Kingdom Hearts.
Es de coña que Estopa, uno de los grupos de mi infancia, vecinos míos de esa magnífica urbe de periferia llamada Cornellá -la mejor ciudad del mundo y de esa burra no me bajo-, acabe relacionado con un héroe de Disney y un personaje a medio camino entre lo emo y lo andrógino, pero así funciona nuestra mente.
Por supuesto, otro de mis compañeros, @AlexCD, también se teletransporta a sus tiempos mozos con recursos similares.
“A mí me pasa con el primer disco de Foo Fighters: me lo ponía cuando jugaba a un juego de PS1, si no me equivoco, que era de carreras y así raruno, no sabría decir cuál era. El sonido de ese disco, que es bastante particular, me lleva directamente al televisor pequeño que usaba y veo una imagen indefinida del juego ese de coches poligonales.
Y jugar al Street Fighter II me trae recuerdos de bocatas de jamón de york y cola caos. Hace muchos años estuve cuidando a un primo mío durante un tiempo por las tardes cuando teníamos la SNES y jugábamos a ese y al Mario Kart. Vaya época. Los bocatas y los cola caos nos los dejaba mi tía antes de irse.”
La música como máquina del tiempo
De la misma forma que ocurre con los olores, la ciencia ha demostrado que la música tiene el poder suficiente para transportarnos a escenarios muy específicos que nos marcaron de una forma u otra -no necesariamente buena-. De hecho, también hay una razón para que muchas veces asociemos canciones con etapas cercanas a la pubertad y la adolescencia.
Estudios neurológicos aseguran que durante esa época vivimos una suerte de auge en nuestra capacidad para generar recuerdos llamada bulto de reminiscencia, y al ser una época de grandes cambios en la que despertamos un mayor interés por la música, las posibilidades de asociar decenas de canciones a distintos tipos de recuerdos es aún mayor.
Si tus recuerdos de aquella época resultan ser buenos, lo más probable es que seas una de esas personas que ha abandonado cualquier esperanza de descubrir grupos nuevos, y tu lista de música esté plagada de temazos de aquella época que crees irremplazables (reconozco que la mía navega entre Estopa, Héroes del Silencio, Papa Roach, Linkin Park y The Offspring). El poder de la música es tan grande que incluso se utiliza como terapia para tratar a pacientes con alzheimer y demencia para ayudarles a ejercitar la memoria.
Ahora os toca a vosotros. Estaremos encantados de viajar a vuestra infancia con esos juegos, olores o canciones que maravillosamente os teletransportan a otra época, así que tenéis los comentarios o nuestro canal de Discord para dar rienda suelta a vuestra memoria.
Imagen de portada | Bondarts
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