¿Qué ocurre si mezclamos a Michael Barnes, un tipo con un talento especial para el cine y Machinima, piezas audiovisuales creadas con motores gráficos de videojuegos? Sé que puede resultar difícil, pero vamos a intentar ir con tranquilidad y por partes.
Hasta ahora, uno de los Machinima que más me habían impresionado era ‘Splintered Edge’. Su autor, Michael Barnes, había tomado una fase de ‘Call of Duty 4: Modern Warfare’ y la había convertido en un impresionante corto. Si bien es cierto que podíamos deleitarnos con la calidad gráfica del juego desde un punto de vista diferente, lo más importante era la maestría narrativa de Barnes a la hora de distribuir las cámaras y de marcar el ritmo con un estupendo montaje. El resultado igualaba a efectivas películas como ‘Black Hawk derribado’, y todo realizado presumiblemente sin salir de casa.
Con el fantástico recuerdo de este corto en mente, me dispuse a buscar machinimas de Modern Warfare 2. Pues bien, aunque como es lógico a estas alturas la red estaba plagada de ellos, había uno que sobresalía claramente sobre los demás. Qué grata sorpresa cuando me topé con ‘No Russian’. El señor Barnes lo había vuelto a hacer ¡y de qué manera!
Utilizando en esta ocasión el montaje en paralelo para dar cierto empaque argumental, la acción se centra en la polémica escena del aeropuerto. Como sabéis, en ella un grupo terrorista perpetra una masacre en una atestada terminal. En el juego, lo peliagudo del asunto estaba en la posibilidad que se nos daba de participar de forma activa en la matanza.
El montaje realizado por Barnes nos demuestra que en la famosa secuencia el problema lo marca la existencia o ausencia de interacción. Al convertirnos en esta ocasión en meros espectadores, el grado de violencia se regula hasta límites soportables. Sigue resultando una escena sobrecogedora, pero bajo esta nueva piel lo es de una manera socialmente aceptable. Ahora estamos ante una película en la mejor tradición de Sam Peckinpah, Walter Hill o Michael Mann. Tensión narrativa, contundencia visual y potentísimos tiroteos desde la cómoda butaca de una sala.
Utilizando como material de partida una secuencia que supone una de las experiencias más intensas vividas por los jugadores en la actual generación, Michael Barnes ha conseguido expresar y poner en evidencia las diferencias entre videojuegos y cine al convertir directamente un medio en el otro. De esta manera, transforma la interacción, la implicación activa del jugador y la visión subjetiva de los videojuegos, en la observación de la acción por parte del espectador, el ritmo a través del montaje y la planificación visual del cine.
Por lo delicado de la escena en cuestión, ‘No Russian’ va más allá de un ejercicio de estilo. ‘No Russians’ mezcla videojuegos y cine de una forma inédita, tal vez inconsciente, pero no por ello menos efectiva o exenta de valor.
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