Comienzo aquí una serie de post sobre cine y videojuegos. La línea a seguir intentará pasar por alto los caminos más transitados (léase, las habituales adaptaciones a la pantalla de los títulos que todos conocemos) para centrarse en películas que toquen el concepto de juego de forma más profunda, esto es, narrativa, leyes y parámetros por los que se rige este medio expresivo.
Con esta introducción quiero dejar claro también que las obras reseñadas no aparecerán aquí por su calidad cinematográfica, sino por incluir el planteamiento mencionado. Os encontrareis pues con películas mejores o peores, pero siempre con ese denominador común que las convierte en interesantes para los que disfrutamos con los videojuegos.
David Cronenberg es un director atípico, un filósofo que ha utilizado como forma de expresión el cine. En la sociedad que nos presenta en sus películas la enfermedad y lo malsano campa a sus anchas, la nueva carne retuerce los límites físicos y la realidad se confunde fácilmente con la paranoia.
Su visión de la vida, la sociedad y el ser humano es terroríficamente lúcida. Es un placer escucharle hablar sobre sus teorías (la entrevista que le hizo hace unos años el gran Punset en el programa ‘Redes’ es un buen ejemplo) y, aunque su cine más reciente ha alcanzado una serena madurez que se aleja de esos parámetros iniciales (‘Una historia de violencia’, ‘Promesas del Este’) siempre podemos volver a sus alocados inicios en la serie Z allá por mediados de los setenta.
‘eXistenZ’ (1999) es un experimento. Es la visión del genio canadiense sobre los videojuegos, pero también sobre el sexo, el control y los límites de la realidad. Nos encontramos en el futuro, y los creadores de videojuegos son auténticas estrellas con miles de seguidores.
Las consolas son entes orgánicos que si dejan de funcionar deben ponerse en manos de cirujanos y no de técnicos. No se necesitan televisores porque la pantalla es la propia mente. Cada jugador adquiere un extraño vínculo con su consola, posiblemente a raíz de su forma de conexión, un cordón umbilical que conecta a su columna vertebral. Los gráficos rivalizan con la realidad porque la CPU es el propio cerebro humano (¿Cómo distinguimos entonces el juego de la realidad?).
En el marco de un thriller y con una potente carga sexual y escatológica, la película muestra a los personajes moviéndose confusos entre realidades, hasta el punto en que ni ellos ni el espectador saben exactamente en qué plano está ocurriendo todo. Por el camino hay tiempo incluso para reírse de tópicos como los limitados diálogos de los personajes NPC.
‘eXistenZ’ muestra otras ideas brillantes, como la pistola que no es detectada por los controles de seguridad porque está construida de huesos y dispara dientes, o el final, que no puedo revelar, pero que dinamita por completo la línea entre realidad y videojuego.
Puede ser ‘eXistenZ’ una película fallida en muchos aspectos, pero sin duda es un arriesgado ejercicio que, bajo su condición de película de género, se muestra como digna de estudio y elogio por los temas que pone sobre la mesa.
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