Antes de pasar a formar parte de las filas de Microsoft el equipo de Rare desarrolló algunos videojuegos simplemente magistrales para las consolas de Nintendo. Uno de sus mejores trabajos fue Banjo-Kazooie, la primera entrega de una fantástica saga que no ha parado de hacernos vivir grandes momentos, pero sin duda este título es el mejor de todos ellos y uno que sigue mereciendo la pena jugar 25 años más tarde.
Actualmente lo tenéis muy fácil gracias a los servicios de suscripción. Por ejemplo, aquellos con una Nintendo Switch necesitarán apuntarse al pack de expansión de Nintendo Switch Online, el cual da acceso a todos los clásicos de Nintendo 64. En cambio, los que prefieran jugar en su Xbox One o Xbox Series X/S lo podrán descargar gratuitamente desde la tienda de Xbox en el caso de estar suscritos a Xbox Game Pass.
Los protagonistas son una pareja de animales que dan nombre a esta aventura tan divertida y entretenida, como son un oso y una ave que siempre va dentro de la mochila de Banjo. Ambos deberán colaborar para rescatar a la hermana pequeña de este último, quien ha sido capturada por la malvada bruja Gruntilda, cuyos planes consisten en robarle su belleza para así convertirse en la bruja más bella que existe.
En su momento las comparaciones con el mítico Super Mario 64 eran inevitables porque su propuesta era muy similar, ya que en este juego el objetivo es adentrarse en una serie de mundos muy coloridos, con sus propias ambientaciones completamente únicas, con tal recolectar una serie de piezas de puzle que permanecen ocultas por los niveles. En ocasiones algunas están muy a la vista, pero otras requieren realizar ciertas tareas o derrotar a minijefes.
Para todo ello Banjo y Kazooie van obteniendo nuevos poderes, como la posibilidad de volar por el aire, el correr a toda velocidad o el volverse invencibles temporalmente, entre otros. Además, también hay otros coleccionables ocultos en forma de notas musicales, para desbloquear puertas del castillo de Gruntilda, así como calaveras que permiten a Banjo transformarse en otros animales u otras cosas, como una calabaza.
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