Enfrentarse por primera vez a ‘Super Mario Galaxy’ es como ver ‘El viaje de Chihiro’. Y es que ambas obras maestras comparten idéntica capacidad de asombro. Al igual que la gran película del maestro Miyazaki, SMG desprende mimo por cada pequeño detalle y atesora en su interior tal cantidad de ideas brillantes que el espectador/jugador no puede más que sentirse maravillado. En ambos casos toda esa vorágine de desbordante creatividad confluye en un embotado sentimiento de felicidad como hacía tiempo que no se experimentaba ante una obra audiovisual.
Resulta admirable cómo en el año del 25 aniversario del fontanero se puede estar hablando tranquilamente de una nueva edad dorada del personaje. ‘Super Mario Bros’, ‘Super Mario Bros 3’, ‘Super Mario World’, ‘Mario 64’ y los dos Galaxy conforman una coherente trayectoria con base en las más altas cotas de calidad y en la invención y el perfeccionamiento continuos. Todos esos títulos son puntales que, en mayor o menor medida, han marcado a los demás desarrolladores el camino a seguir en según qué géneros.
Nadie esperaba en 2008 un título de Mario de tal calibre. Partiendo del universo creado por Antoine de Saint-Exupéry en ‘El Principito’, SMG pone a disposición del jugador pequeños mundos que son un campo de juego comparable a aquel jardín inicial de ‘Mario 64’. Planetoides de mayor o menor tamaño y enrevesados entramados de plataformas están diseñados de tal manera que es como enfrentarse por primera vez a un videojuego, sí, en 2008.
Ese es uno de los logros esenciales de SMG, limpiar la mente del jugador de todo su bagaje anterior y ponerlo delante de un juguete que consigue parecer nuevo ante sus ojos experimentados. La ley de la gravedad se convierte así en la base del gameplay, haciéndonos jugar boca arriba, boca abajo o de lado en un lapso de segundos, replanteándonos continuamente el espacio, la tridimensionalidad, la orientación, la construcción de los niveles y los cálculos mentales para la resolución de estos.
SMG es el placer de interactuar, y ¿no debería ser esa la base de cualquier videojuego, apoyarse primordialmente en su característica definitoria? Recorrer un pequeño asteroide por el mero placer de hacerlo, experimentar con patadas, saltos y giros para observar las reacciones del entorno, arriesgarnos en un salto ciego aceptando las leyes físicas que rigen cada mundo de este nuevo universo,… Sí, SMG es puro placer.
Al igual que ‘El viaje de Chihiro’ y ‘El Principito’, SMG consigue devolvernos la inocencia perdida, consigue que miremos de nuevo a través de la limpia mirada de un niño y eso señores, es bello.
Cuando SMG salió a la venta crítica y público no pudieron hacer otra cosa que rendirse a la evidencia. Ya lo comentó en aquella ocasión mi apreciado amigo y bloguero Pedro Silva:
Super Mario Galaxy es tan bueno que, a la hora de analizarlo, te obliga a ponerle un 10.
Lo más asombroso del asunto es que la perfección fue superada por su segunda parte. En 2010 llegaba ‘Super Mario Galaxy 2’ rompiendo los límites de la excelencia. Mi tremendo escepticismo inicial se convirtió en una reverencia. SMG 2 es, él solo y de principio a fin, un momento inolvidable de la presente generación. ¿Se puede decir algo más? Únicamente un agradecido, sentido y sonoro Gracias.
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