"En mi tarjeta de presentación, soy un presidente corporativo. En mi mente, soy desarrollador de videojuegos. Pero en mi corazón, soy un jugador"
Satoru Iwata personificó como muy pocos el espíritu de Nintendo e hizo sencillo y tangible lo que hoy conocemos como la magia nintendera. Ese toque único o omnipresente desde el cambio de milenio en prácticamente cada juego que lleva ese tan reconocible sello de calidad. Aquello que diferencia los juegos de Nintendo de los demás. Y pese a que durante años presidió la casa de Mario, Link y Pikachu, su carácter y su cercanía con los jugadores acabaron marcando la diferencia.
Satoru Iwata nos dejó en julio de 2015. Dos años antes del lanzamiento de Switch y, por extensión, de Zelda: Breath of the Wild. Y, si bien, no pudo ver el éxito de ambos, mucha de su pasión y filosofía están reflejada tanto en la consola como en la obra de Nintendo. En muchos aspectos, además, estuvo presente de un modo muy especial en su lanzamiento: a través del mejor homenaje jamás hecho en un juego de The Legend of Zelda.
Un misterioso espíritu Guardián para los habitantes de Hyrule
Hay homenajes, guiños y cameos en toda la saga de The Legend of Zelda desde la entrega original para NES. Según el manual japonés, la Manhandla es una especie de primo lejano de la Planta Piraña de la saga Super Mario Bros. Licencias que podían permitirse en un tiempo en el que los jugadores no se tomaban tan en serio el trasfondo, claro. De manera gradual, esas referencias han aparecido de manera muy discreta en cada entrega para deleite de los fans. A modo de sorpresa.
Sin ir más lejos, en Link's Awakening hay montones de homenajes a otras sagas de Nintendo, incluyendo un escenario plataformero al estilo Mario o una curiosa aparición de Kirby. Breath of the Wild no es la excepción, faltaría más: además de una colaboración con Xenoblade Chronicles 2, se dice que el aspecto de Revali se basa en el propio Falco de Star Fox.
El caso de Iwata va más allá. No podía ser menos. De partida, al oeste del Centro de Hyrule nos encontramos con el monte Satoly, una muy curiosa elevación natural del terreno. Quizás el nombre Satoly no parezca muy especial, pero tanto en inglés (Satori) como en japonés (サトリ山, lo cual se lee Satori San) ya dejan un curioso indicio y una pista verdaderamente esencial.
Encontrarlo es relativamente sencillo, ya que está solo un poco más al norte del Santuario de Moratt, el cual es muy sencillo de ubicar si nos posicionamos justo a mitad de camino trazando una línea recta entre el castillo de Hyrule y la Cordillera de Gerudo, y lo cierto es que es un lugar perfecto para perderse: hay una enorme variedad de recursos que normalmente no aparecen en este tipo de biomas y las vistas son realmente privilegiadas.
De hecho, incluso es posible encontrar un pequeño lago muy agradecido a la vista, al cual se accede a través de una pasarela natural formada por la bifurcación de la propia montaña y que, además, se encuentra custodiado por un árbol en cuyas cuyas raíces es posible encontrar enterrado un cofre. Uno de los muchos lugares con un encanto especial de Hyrule.
Y, sin embargo, lo verdaderamente simbólico no es el lugar. No es el monte Satoly en sí, sino el origen del mismo. Los hylianos bautizaron aquella zona en honor a un espíritu guardián que, según cuentan las leyendas, aparece en ciertas noches: el Señor de la Montaña, cuyo nombre es precísamente Satoly (o Satori) en referencia directa a Sator(u) I(wata). Siendo, además, el gran espíritu guardián del propio juego y de todos los aventureros de Hyrule.
Quién es el Señor de la Montaña
El monte Satoly (o Satori) es un lugar misterioso en sí mismo. No es tan elevado como las montañas que lo rodean, con lo que la mayoría del tiempo pasa relativamente desapercibido, pero incluso eso también tiene una razón de ser: de vez en cuando, un llamativo destello emerge desde su zona más alta en forma de pilar luminoso invitando a que los jugadores dejen aparcadas sus aventuras y se atrevan a ver qué está ocurriendo.
De hecho, solo cuando esta luz aparece, ocurre un misterioso suceso: el espíritu del Señor de la Montaña, un majestuoso ser artiodáctilo de cuatro ojos, con una piel luminosa, unas muy distintivas marcas brillantes repartidas por su piel y unas astas muy reconocibles. Aparece bebiendo en el manantial rodeado de hadas y pequeños rupinejos.
Una especie única en toda Hyrule y que, pese a su más que notable timidez, puede ser montada por Link. Ahora bien, aunque desaparece al ser desmontado y no puede registrarse en ninguno de los establos.
Si nos vamos a la enciclopedia hyliana del propio juego, o las referencias de los libros oficiales del juego, se lo considera la reencarnación de un sabio que murió en las tierras que protege. Además, siempre está muy atento a todo y rara vez permite que nadie lo vea.
La descripción del majestuoso es un homenaje en sí a la figura de Satoru Iwata. De hecho, si hablamos con otros habitantes de Hyrule escucharemos un par de historias en la que el Señor de la Montaña demuestra ese carácter determinado y tan especial. Que haya tantas frutas deliciosas y raras de encontrar por la zona, quizás, se deba a que sus amigos de Nintendo le apodaban cariñosamente como Kirby por su manera de acabar con todos los caramelos y dulces a su paso.
Pero, ¿hasta qué punto Iwata estuvo presente en el desarrollo de Breath of the Wild? Mucho. Al punto en el que, con el juego ya lanzado, Hidemaro Fujibayashi recordó en una entrevista para el New Yorker, lo mucho que en Nintendo los creadores del juego notaron su ausencia durante los compases finales.
Cuando falleció, hubo momentos en los que se nos ocurrió una idea de la que estaríamos emocionados de hablar con Iwata. Entonces recordábamos que ya no estaba aquí.
Miyamoto me dijo que a él le pasaba lo mismo. Se le ocurrían ideas el fin de semana y de repente volvía a sentir esa ilusión de comentarla con Iwata al siguiente lunes, pero luego se daba cuenta de la realidad. La tristeza es profunda.
En cierto modo sentíamos que su presencia era parte de nuestras conversaciones. Teníamos la sensación de que él estaba vigilando nuestro trabajo. Eso se convirtió en una fuente de motivación, un impulso para mejorar y ser mejores.
Como dato curioso, aunque en ningún momento referido, la numeración del Señor de la montaña en el bestiario es 004. Casualidad o no, en japonés el número cuatro (四) y muerte (死) se pronuncian igual: Shi.
En cualquier caso, el Señor de la Montaña (o Satori) es una extensión del espíritu inigualable de un presidente de la compañía que no solo supo dejar su impronta en la industria, trasladar su filosofía a la manera de crear videojuegos y ganarse el cariño entre sus compañeros de trabajo y generaciones enteras de jugadores. Dejando al mismo tiempo una huella imborrable y, a la vez, un gran vacío.
Lo que The Legend of Zelda le debe a Satoru Iwata
Iwata nunca dejó de aprender en vida sobre esta pasión que son los videojuegos. Él era un presidente de una gran corporación, pero no tenía reparos en ponerse a programar, entender los diferentes puntos de vista y, como todo apasionado, disfrutar como un jugador más.
Durante años, traspasó esas inquietudes a los jugadores a través de las entrevistas de Iwata pregunta. Con una humildad y complicidad que irradian ese espíritu que le ha definido siempre.
Teniendo a la saga The Legend of Zelda muy presente, todo sea dicho. Sorprendiéndose e interesándose cuando hasta el propio Miyamoto alababa un juego. Porque el padre de Mario o Link es extremadamente exigente consigo mismo, y eso le hacía mucha gracia.
Llegó un momento en el desarrollo [de A Link Between World] en el que los integrantes del equipo tuvieron que dejar lo que estaban haciendo para entrar en otros proyectos, por lo que este se quedó en punto muerto. Aunque no fue el proyecto menos complicado, sí me han contado algunas fuentes internas que el juego ha salido muy bien. Hasta (Shigeru) Miyamoto me susurró: “¡Este juego de Zelda es bueno!” (risas)
The Legend of Zelda: Breath of the Wild fue el primer juego de la saga que Iwata no pudo ver terminado. Y, sin embargo, buena parte de su excelencia proviene de esa magia nintendera tan propia de él. De modo que la mera existencia del Señor de la Montaña es un pequeño tributo a un gran genio que amaba los videojuegos.
Porque el verdaderamente gran homenaje fue cómo, a través de la esencia de la aventura, el descubrimiento y la genuina emoción que puede aportar el medio, se continuó a través de la última gran gesta del héroe de Hyrule con la visión y la filosofía de Satoru Iwata. El alma de la compañía y, por extensión, de la Hyrule que nos enamoró.
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