El gran trabajo de Assassin’s Creed Odyssey me pilló completamente por sorpresa. Lo que apuntaba a ser un juego simplón con ganas de aprovechar el tirón de la anterior entrega, acabó convirtiéndose en uno de los mejores juegos del año y, probablemente, también de lo mejor que ha dado esta saga.
Sin embargo, más alucinado he quedado al comprobar que Assassin’s Creed Rebellion, la nueva iteración de la franquicia en móviles, es uno de esos absorbentes free-to-play que, tras una capa de micropagos, cajas de loot y restricciones temporales, esconde grandes buenas ideas y una estructura muy adictiva. Llegué a 2018 con la intención de no hacerle caso a Assassin’s Creed, y dos juegos me han acabado cerrando la boca.
De Fallout Shelter a Assassin’s Creed Rebellion
Gran parte de la culpa de que Assassin’s Creed Rebellion sea una grata sorpresa la tiene Behaviour Interactive. Los canadienses, una de esas compañías expertas en ports y aprovechar franquicias de cine y videojuegos, son los responsables de otro éxito de móviles “reciente”, el ya archiconocido Fallout Shelter.
Con lo aprendido allí de la mano de Bethesda, ahora se unen a Ubisoft para presentar una propuesta muy similar. Un juego de estrategia por turnos que se apoya en la gestión de recursos para invitarnos a construir una Hermandad. O lo que es lo mismo, coger un castillo español hecho caldo y llenarlo de habitaciones donde construir armas, entrenar asesinos y adoptar conocidas caras de la saga como Mario Auditore o Kassandra de Esparta.
Es, por así decirlo, una celebración de la franquicia estrella de Ubisoft. Un título capaz de enganchar a veteranos y noveles que, por encima de todo, acabará enganchando a los primeros por ese vendaval de referencias que el juego te va echando a la cara en forma de fragmentos de ADN.
Peca de todos los males que se le pueden achacar a un juego de móviles, desde las esperas a la hora de construir nuevo equipamiento para tus asesinos hasta la necesidad de conseguir objetos que nos permitan ir de aquí para allá en misiones de la historia o de obtención de recursos.
Por supuesto también de cajas de loot, pintadas aquí de fragmentos capaces de entregarte puñados de ADN de un héroe en concreto o, si tienes algo más de suerte, un personaje completo esperando a ser utilizado en tu próxima misión. Pero pese a todo lo que pueda echarte para atrás de él, hay algo que lo convierte en un juego especial, el querer ir un paso más allá.
Un juego más divertido y profundo de lo que parece
Ese paso está en una mecánica de acción por turnos en la que asaltar distintas fortalezas para completar distintos objetivos. Con distintas clases a las que incluir en tu equipo, el objetivo es ir de sala en sala eligiendo el personaje y las acciones que mejor puedan funcionar en cada momento, ya sean estas intentar pasar escondido frente a unos guardias, asesinarlos desde las sombras o, si te ves capaz de ello, embarrarte en un combate para aniquilarlos a base de ataques especiales.
Una suerte de RPG reducido a su mínima expresión en el que todo, desde los combates hasta los saltos, abrir cofres o desactivar trampas, está sujeto a una probabilidad que podrás mejorar entrenando a tus asesinos en la Hermandad. Una excelente idea que, además, es lo suficientemente benévola como para dotar al juego de varias opciones que te ahorrarán el tiempo que pasas grindeando.
Pudiendo apresurar las misiones ya completadas en un ir, actuar y volver que se realiza en cuestión de segundos, también permite acelerar la acción cuando decides jugar la misión, pudiendo activar y desactivar un modo automático a tu antojo para que sea la máquina la que se encargue de todo.
Desconozco cuándo decidirá Assassin’s Creed Rebellion que ha llegado el momento de empezar a frenarme y ponerme palos en las ruedas para que acuda a la tienda (aunque ya me bombardea a base de pop-ups cada dos por tres), pero hasta entonces es una de esas experiencias descafeinadas a las que vale la pena acercarse para echar un vistazo. Lo importante es que, hasta entonces, creo que Assassin’s Creed Rebellion va a darme muy buenos momentos.
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