Tras poder descargar League of Legends: Wild Rift en mi móvil, lo que apuntaba a ser una prueba momentánea se ha convertido en un vicio tremebundo que me ha obligado a cargar el móvil por dejar temblando la batería. Francamente, tenía muchas ganas de acabar enganchándome al MOBA de Riot Games.
Tras más de 10 años siendo uno de los juegos más seguidos y celebrados de la industria, lo más probable es que quien más o quien menos haya pasado por LoL aunque sea de puntillas. Por mi vida han pasado varios amigos y compañeros que han hecho todo lo posible por enviciarme y, al final, la suerte ha querido que sea Wild Rift el que consiga ese hito.
Enganchado al LoL: otra de las sorpresas que no esperaba vivir en 2020
Hay que reconocerle que lo ha tenido bastante más fácil. Pese a contar con el mismo espíritu, estilo visual y personajes, League of Legends: Wild Rift está lejos de ser un LoL en móvil.
Todo lo contrario. Por muy mal que pueda sonar el término, estamos ante una versión simplificada -caer en lo de casualizada igual es acercar demasiado la mano al fuego- de la experiencia que se vive en PC.
Para aquellos que no os hayáis acercado nunca al género o el propio League of Legends, aquí la idea es controlar un campeón que, en compañía de otros cuatro jugadores, debe ir superando torres enemigas hasta alcanzar el nexo -la base principal- del enemigo. Tres carriles para dividir al grupo y la necesidad de estar tan pendiente del ataque como de la defensa de nuestras torres.
Con un control adaptado en el que movemos el personaje con un joystick izquierdo, y utilizamos el pulgar derecho para atacar y hacer uso de nuestras habilidades, la propuesta requiere atención constante a lo que ocurre en el mapa, colaboración con el resto de compañeros y saber leer por cómo encarar la partida.
Justo ahí es donde Wild Rift se gana en mí un adepto. Al ver reducidas sus opciones y limitar la profundidad, seguir la acción de los preciosos modelados de esta nueva versión y sus animaciones está a años luz de embobarse frente a una partida de LoL profesional y no entender la mitad de lo que está ocurriendo.
Wild Rift es más que un LoL para móviles
Lo nuevo de Riot Games se gana tu atención tan pronto te demuestra que tus acciones son útiles. Algo, por cierto, bastante asequible tras un rápido pero completo tutorial en el que se tocan todos los palos con los que te vas a cruzar: desde el control de los minions hasta los bufos que te esperan tras acabar con una de las bestias que pueblan el mapa.
Wild Rift es el League of Legends para quienes no quieren tener que lidiar con un chat controvertido y una comunidad difícil de definir, para los que no pueden asistir a una masterclass sobre qué objetos comprar en su primer contacto, y para aquellos que, por encima de todo lo demás, no pueden dedicarle una hora ininterrumpida a una partida.
La agilidad que propone el nuevo juego de Riot Games nos traslada a un mundo en el que las compras son rapidísimas, los automatismos en los ataques facilitan cualquier encuentro y las posibilidades y tamaño del mapa se han reducido para que los paseos sean mínimos.
Sólo en un par de ocasiones la partida ha ido más allá de los 15 minutos y, para alguien que acude al móvil con la intención de desconectar en momentos puntuales, tener esa posibilidad a mi alcance es un auténtico regalo.
Gracias a una jugabilidad que sigue siendo igual de adictiva que en el juego original, y de la mano de desafíos y un plantel de personajes que invita a ser desbloqueado en su totalidad, Wild Rift tiene todos los números para convertirse en el juego que ocupará mi mesita de noche de aquí en adelante (y también el que me hará irme a dormir dos horas más tarde de lo que tenía planeado).
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