El gatete de Stray se ganó toda nuestra atención desde la primera animación. Es un juego que, como el aspecto de cualquier cachorro, despierta una ternura ineludible. Es bonito a rabiar, vamos, pero no es menos cierto que tenía dudas de hasta qué punto aguantaría el tipo en lo jugable.
Una escueta demo en la que nos han mostrado distintos escenarios y situaciones es más que suficiente para calmar nuestros temores, pero reconozco que hay cosillas sobre las que me gustaría ver más. Esto es lo que me han parecido estos primeros compases con Stray.
Un gatete más bonico que un San Luis
Las animaciones y distintas formas en las que el gato interactúa con su entorno son el 60% del juego. Que te creas que ese gato está ahí es crucial, casi tanto como que te permita abrazar el meme al colocar el juego una maceta que tirar desde un balcón, o incluso una barriga sobre la que dormirte y ronronear.
Si Stray entra por los ojos de una forma especial es precisamente por su protagonista, por la forma en la que se encarama a un saliente y el ruido con el que intenta captar tu atención. El más carismáticos de los actores ante un escenario al que tampoco se le pueden hacer muchos feos.
Divididos en niveles, los distintos lugares que visitaremos en Stray van mucho más allá de esa estética de ciudad cyberpunk sumida en la decadencia. Es la gran baza de su historia, en cualquier caso, pero hay mucho más que robots tomando la fresca y ventanas desde las que saltar.
De la mano de distintas opciones de movilidad que van más allá del corre hacia aquí o salta hacia allá, nuestro gato paseará por la cuerda floja, montará en improvisados ascensores o se esconderá en cajas para estar a salvo de posibles peligros.
Cómo se juega a Stray
De hecho, la movilidad en esos escenarios es también gran parte de la gracia de Stray. Aunque la idea inicial del estudio era ofrecer total libertad para saltar como si fuese un plataformas, al final optaron por una verticalidad más automatizada que, para mis sorpresa, le funciona a las mil maravillas.
Así, si queremos descender hacia una viga o encaramarnos a un toldo, lo único que deberemos hacer es apuntar la cámara en esa dirección y pulsar el botón de salto cuando aparezca para que el gatete realice la animación. No hay resbalón posible. Tenemos la precisión de un gato.
Puede que las escenas de más acción sean las que menos hayan captado mi atención. Es comprensible el cambio de ritmo, pero creo que no están igual de inspiradas que los momentos más relajados con el gato como único y absoluto protagonista.
El próximo 19 de julio descubriremos hasta qué punto las buenas sensaciones son las que más pesan en Stray. Por poco más de 20 euros tanto si apuntamos a Steam como si lo hacemos a la versión de PlayStation o el tier de PS Plus en el que lo incluirán. Sea de una forma o de otra, ten por seguro que vamos a caer como moscas.
Ver 3 comentarios