No he llegado hasta los créditos finales de Final Fantasy VII Rebirth, pero ya me encuentro en el tramo final de una aventura que me ha hecho reír y emocionarme por partes iguales. Cuando recibí el código para poder jugar en PS5 supe que debía prepararme para un viaje donde toda clase de sentimientos aflorarían, lo cual me ha sucedido en muy pocas ocasiones disfrutando de los videojuegos.
Puedo contar con los dedos de una mano las veces en las que las lágrimas cayeron por mis ojos o las carcajadas que me han provocado escenas virtuales; el título de Square Enix ha conseguido que esas sensaciones nazcan en mí. Porque, al fin y al cabo, toca volver a visitar una historia que ya conocemos, con un lavado de cara, y la nostalgia no hace más que golpear con fuerza.
Un mundo como nunca antes lo habías visto
Seguramente se trate de una frase muy manida, pero no por ello encaja como anillo al dedo para Final Fantasy VII Rebirth. Tras la traumática salida de Midgar, ahora al grupo de Cloud, Tifa, Barret, Aeris y Red XIII le toca dar caza a Sefirot para impedir sus malvados planes, por lo que nos aventuramos en el grueso del título de 1998 para PS1. Toca mundo abierto, es momento de prados gigantescos, desiertos imponentes y junglas profundas donde explorar, descubrir y resolver una historia que siempre tiene un punto de picante por cada capítulo que superamos.
Kalm, Junon, Gongaga, Gold Saucer y otras ubicaciones icónicas llegan para que nos frotemos los ojos al verlas, pues se acabó el recuerdo de un fondo prerrenderizado con muñequitos cuadrados por medio. Ahora es el turno de que el imponente cañón de Shinra se vea desde cualquier punto de la región o de que la atronadora música del parque de atracciones llene cada uno de los múltiples minijuegos a los que tenemos acceso. Es absolutamente impresionante todas y cada una de las veces que llegamos a una zona nueva -especial mención a la cinemática CGI con la que el Gold Saucer es mostrado por primera vez-, y no solo por lo imponentes que puedan parecer.
La expansión es el término que seguramente mejor defina el rumbo que ha tomado el equipo liderado por Naoki Hamaguchi a la hora de abordar Final Fantasy VII Rebirth. Cada lugar ha sido ampliado de forma exponencial, ya sea en su tamaño, en su densidad o en la cantidad de tareas que se nos proponen a cada rato. Incluso con puntos de la trama que no destacaban precisamente por una presencia sustancial, ya sea el viaje en crucero hasta Costa del Sol, la propia región paradisíaca o el pueblo natal de Zack Fair, el cual ya no es opcional como en el original.
La cantidad de gente que abarrota cada pequeña villa o ciudad grande es descomunal, especialmente cuando lo ponemos en perspectiva con la entrega de la primera PlayStation. Hay muchos NPC en pantalla, cada uno con su propia tarea, y si nos acercamos a ellos podremos pararnos un momento a escuchar de qué están hablando. ¿Recordáis de lo bien que se habló de Mercado Muro en Final Fantasy VII Remake? Haceros a la idea de que sencillamente todo se trata de Mercados Muro constantes con recovecos, atajos y sitios que descubrir. Un trabajo absolutamente excelente del que no puede haber queja posible.
Todo ello llega aderezado con un porrón de minijuegos y, por Dios, cómo se agradece que la desarrolladora japonesa se haya involucrado tanto en este apartado. La comparación con Final Fantasy XVI es dolorosa, pues el viaje de Clive Rosfield adolecía de entretenimientos esporádicos, justo lo contrario que Final Fantasy VII Rebirth. Sangre de la reina es un juego de cartas al que os engancharéis sin remedio como yo, las ofertas del Gold Saucer van desde un shoot'em up hasta combates de boxeo virtuales y hasta Red XIII puede participar en una suerte de fútbol a cuatro. Hasta el momento me he encontrado con 14 minijuegos disponibles y eso que algunos son muy concretos para momentos determinados de la trama, como cuando tenemos que servirnos del delfín de Priscilla en Junon. Eso sí, por no hablar de mecánicas específicas para misiones secundarias, por lo cual la cifra aumentaría drásticamente.
El arte de repartir en equipo
Por supuesto, el mantra de expansión también salta al combate. Las habilidades y acciones sincronizadas son el nuevo elemento que se ha integrado a unas luchas que siguen siendo tan rematadamente buenas como lo fueron en 2020. Ahora somos capaces de realizar acrobacias y movimientos únicos entre Tifa y Barret, Red XIII y Yuffie o cualquier otra combinación de personajes que os podáis imaginar. Son combos devastadores, especialmente las habilidades, pues actúan como una especie de Límite combinado con características especiales. Bombazos a la cara del enemigo, espacios donde destruir sin compasión o cortes profundos que otorgan magia infinita unos segundos, más barras de BTC o incrementar el nivel del Límite, por ejemplo.
El punto de equilibrio que ha encontrado Square Enix es perfecto, puesto que ninguno de los componentes del grupo está desbalanceado. Siempre tenemos a Cloud con nosotros -más allá de secciones en las que jugamos con otros miembros- y podemos escoger en cualquier momento qué formación queremos. Te puede llegar a gustar más Tifa, detestar a Caith Sith y que te dé igual Aeris, pero en ningún momento vas a notar indefensión o falta de recursos al controlarlos. La versatilidad de cada uno de ellos es tremenda, haciendo imposible que desde el principio hasta el final te enroques en el mismo trío. Rotas constantemente por diversión, porque es placentero lanzar el shuriken de Yuffie o invocar los hechizos de la única Anciana que queda en el mundo; una armonía genial y letal a partes iguales.
Sobre todo para los enemigos que se ponen enfrente, algunos de ellos muy imponentes. El bestiario de Final Fantasy VII Rebirth es muy extenso y está repleto de criaturas y monstruosidades que nos podemos topar a lo largo del mundo abierto. Hay batidas de caza, torretas para desbloquear puntos de interés, concentraciones de mako y hasta reliquias del pasado que nos ayudan a comprender mejor las invocaciones con su influencia en cada región. Todo ello registrado por Chadley, el cual nos recompensará con información jugosa y duelos en el simulador de combate. Podemos llegar a todos estos lugares a pie o a bordo de los chocobos de cada zona, pues los amarillos son los básicos, los grises de Junon permiten escalar paredes verticales y los verdes de Gongaga saltan grandes distancias impulsándose en setas gigantes. Al desplazamiento hay que añadir el todoterreno del desierto, aunque no estoy nada satisfecho con las zonas de plataformas.
Cloud se puede mover y subir por casi cualquier terreno, pero la forma de hacerlo es demasiado pobre en la ejecución. Los saltos son prácticamente automáticos, por no hablar de los tramos de escalada por apoyos en los que sencillamente podemos inclinar el joystick para que avance. Se intenta remontar el vuelo con el uso de un gancho, pero la presencia de las plataformas es lo suficientemente constante como para que se sientan aburridos dichos tramos.
Que no se acabe jamás
No entraré en detalles de la trama que arruinen la experiencia de Final Fantasy VII Rebirth, pero sí que quiero abordar en la medida de lo posible un componente esencial del título. Aquí os encontraréis, en esencia, los mismos acontecimientos del Final Fantasy VII clásico, aunque con matices para los dos bandos. El primero es que, gracias a las posibilidades narrativas que ofrece una tecnología superior, las expresiones, momentos cómicos y escenas duras de digerir se viven muchísimo mejor. Es más, hay una cantidad importante de personajes nuevos que añaden matices y contexto a las diferentes regiones que visitamos.
Sheiran, Titov o Broden son algunos ejemplos de personajes que ayudan a que comprendamos mejor a los protagonistas o veamos los estragos de Shinra en el mundo (y sin olvidarnos del retorno de muchos otros del anterior juego). A pesar del lujo que se respira en Costa del Sol o Gold Saucer, lo cierto es que las sociedades de Final Fantasy VII Rebirth viven en la decadencia más absoluta, malviviendo entre las ruinas de la guerra que libraron la malvada corporación y la antigua República. Se enfatiza mucho más en por qué Shinra ha empeorado las condiciones de vida, más allá de la sustracción constante de Mako.
El segundo aspecto importante es el que todos os podéis imaginar tras el final de Final Fantasy VII Remake. Sí, hay cambios en la historia, más relacionados con el orden de ciertos eventos, pero todavía me encuentro encarando las últimas horas de argumento. Está claro que Square Enix ha cocinado algo muy gordo y te lo va dejando claro a lo largo de las horas con pequeños momentos en los que arqueas una ceja ante lo que está sucediendo. No por disconformidad, sino por puro interés de conocer qué es lo que va a pasar, y se convierte en una gasolina muy poderosa para querer continuar.
En cualquier caso, por ahora solo puedo mirar con buenos ojos a Final Fantasy VII Rebirth. Un videojuego muy continuista en su propuesta, pero con la determinación de añadir matices a una fórmula que ya funcionaba de maravilla hace cuatro años. Gráficamente no hay un salto cualitativo notable respecto a PS4, lo cual no le impide lucir de maravilla en su apartado gráfico. Los 60FPS se mantienen como una roca, los tiempos de carga son ridículos y las sensaciones al agarrar el DualSense son fantásticas. Ahora solo me queda averiguar cuál es el destino de un grupo al que le guardo mucho cariño.
Ficha de Final Fantasy VII Rebirth
- Plataformas: PS5
- Multijugador: No
- Desarrollador: Square Enix
- Compañía: Square Enix
- Lanzamiento: 29 de febrero de 2024
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