Estás caminando tranquilamente por el centro de Shibuya, haciendo fotos, alucinando por cómo luce Tokyo y de repente te ves sumergido en una niebla que lo invade todo. Sin comerlo ni beberlo, Ghostwire: Tokyo comienza con lo que es un auténtico apocalipsis para la capital de Japón. Un recibimiento inquietante por parte de los Visitantes.
Esa ha sido la carta de presentación de la obra de Tango Gameworks durante mis primeras horas de juego. Bethesda, ya en manos de Microsoft, todavía mantiene un contrato que garantiza la exclusividad en consolas para PS5, más allá de su lanzamiento en PC. Hemos pasado la primera oleada de candidatos a GOTY de 2022, pero el dúo entre KK y Akito ha querido reivindicarse para finales de este mes.
Bienvenido a Tokyo
A pesar de que es la primera vez que me pongo a los mandos de la aventura fantasmal, he sentido que en realidad siempre había estado aquí. La estructura de Ghostwire: Tokyo es muy similar a la que podemos encontrar en cualquier obra de Ubisoft. Una vez desplegamos el mapa nos encontramos con un porrón de iconos, misiones e incentivos para desplazarnos por las calles de la ciudad.
Lo cierto es que es realmente entretenido hacerlo y por varios motivos. El primero es que el propio desplazamiento y configuración de la urbe es impecable. No he estado jamás en Tokyo, pero desde luego parece una recreación a escala 1:1 del distrito de Shibuya, con tiendas, neones, sonidos y elementos muy típicos de la capital.
De hecho, podemos colarnos por recovecos inesperados. Los edificios en Japón normalmente están separados unos centímetros para facilitar su construcción y para prevenir males mayores en caso de terremotos. Para Akito, son corredores que aprovechar para atajar y llegar a una calle lejana en poco tiempo. Eso si no aprovechamos para encaramarnos a algún tengu despistado que haya por las azoteas de los edificios. Son criaturas del folclore japonés a las que podemos lanzar una cuerda espiritual y nos llevan a lo más alto.
La verticalidad en Ghostwire: Tokyo también juega un papel clave. Las puertas torii son estructuras repartidas por todo el mapa y que permiten purificar toda una zona de la corrupción de la niebla. A su vez, un santuario grande limpian todavía más el terreno. Encontrarlas es nuestro objetivo y pueden estar en mitad de un parque, detrás de un edificio, en la azotea de un centro comercial o bajo tierra a través del metro. La profundidad del escenario es mucho más de lo que podemos ver a simple vista.
Y no solo desde la perspectiva de arriba o abajo me refiero, sino hacia dentro. Es muy llamativa la cantidad de edificios o estructuras en las que podemos entrar. Están muy bien recreadas, ya sean hospitales, bloques de casas en ruinas o almacenes. Se nota que no son repeticiones del mismo lugar, sino que cada caja, cuadro y puerta han sido puestas a mano. Además, en estas ocasiones es cuando la obra intenta dar miedo o por lo menos crear cierta inquietud.
No lo consigue -aunque tampoco creo que sea un objetivo principal- puesto que el tono general de Ghostwire: Tokyo es muchísimo más desenfadado que el de cualquier obra de terror y saber que tenemos una buena amalgama de poderes a nuestra disposición lo distancia a kilómetros de cualquier survival horror. A pesar de ello, hay momentos de genuina originalidad jugando con el escenario, torciéndolo y creando algún ligero susto.
Los temores más profundos
Si nosotros somos novatos en temas esotéricos, no lo es menos el protagonista Akito. El joven muchacho cae bajo el influjo de la niebla provocada por Hannya, un villano escoltado por guardaespaldas que está decidido a despojar de cuerpo físico a la población japonesa. Prisiones de carne, según él.
Sin embargo, KK aparece para devolver a Akito a la vida y se fusiona con él. Todo un experto en patear espíritus que no está muy de acuerdo a la hora de recibir órdenes de nadie. La inesperada pareja tendrá que aprender a colaborar para acabar con los planes de Hannya, el cual ha terminado por secuestrar a Mari, la hermana de Akito.
En mitad de un panorama que hace recordar a una visita de Célula de Dragon Ball a una ciudad para absorber energía, los Visitantes entran en acción. Son uno de los platos fuertes de Ghostwire: Tokyo, ya sea por sus diseños o por lo peligrosos que pueden llegar a ser. Tenemos desde espigados oficinistas con paraguas, pasando por colegialas hasta fantasmas y mujeres con tijeras enormes.
Cada uno de ellos representa algún tipo de sentimiento negativo de la comunidad japonesa, manifestándose de la peor forma posible. Están en todos lados, replicando comportamientos humanos y atacando sin compasión. Arrancarles el núcleo de su cuerpo los despojará de fuerzas y para ello podremos hacer uso de los poderes de éter.
Ya lo habéis visto en los diferentes adelantos. Akito lanza tornados, bolas de fuego y ondas de agua a través de las manos, con efectos devastadores en los Visitantes. Podemos incluso ampliar más el rango de posibilidades con el uso de señuelos que paralizan o distraen, un arco y las clásicas mejoras en el árbol de habilidades . Cada uno de los elementos se muestra también en el DualSense de PS5, el cual está perfectamente optimizado. Podemos sentir los golpes, la lluvia cayendo, la resistencia de los gatillos al extraer un núcleo y multitud de detalles más por las calles de Tokyo.
No hay tiempo para aburrirse
Ya avisaba al principio y vuelvo a insistir en ello. Ghostwire: Tokyo está hasta arriba de cosas por hacer, todo ello bañado en la cultura japonesa más tradicional. Al haber desaparecido los humanos, los animales campan a sus anchas por las aceras, pudiendo encontrarnos a perros, gatos y nekomata, unos gatos flotantes que actúan como dependientes en tiendas y puestos ambulantes.
Nos venden comida de toda clase que podemos usar en batalla para recuperar salud, al mismo tiempo que recibimos bonificaciones temporales. Si optamos por darle comida de perro al mejor amigo del hombre, nos recompensarán con dinero, siempre y cuando no estemos escuchando los pensamientos del gato abandonado de la esquina.
Con todo, lo que más vamos a repetir va a ser la absorción de espíritus con katashiros. Hay más de 200.000 de ellos repartidos por la ciudad, si bien los recogemos de cientos en cientos. Una vez hemos conseguido una cantidad suficiente tendremos que acudir a cualquiera de las muchas cabinas que hay para enviar los espíritus fuera de la zona de influencia de Hannya. Los podemos encontrar de todas las formas posibles, ya sea siendo acosados por Visitantes, ofreciéndonos encargos sobrenaturales o encerrados por un sello.
Eso sí, más allá de unos tiempos de carga nimios y un rendimiento impecable, lo cierto es que gráficamente Ghostwire: Tokyo dista mucho de parecer un juego de nueva generación. Es sorprendente que no salga en PS4, porque a todas luces parece que podría tener un buen rendimiento en la consola de Sony.
Sigo masticando el anzuelo de lo nuevo de Tango Gameworks, pero desde luego voy a llegar al final con mucho gusto. No huele a una de las grandes joyas del año, pero sí que creo que tenemos entre manos uno de los títulos que no te arrepentirás de tener en la estantería.