Recuerdo cuando un viejo amigo que había empezado a trabajar como DJ en una de las discotecas de mala muerte de mi ciudad intentó enseñarme a pinchar. Pese a pensar que aquello no debía ser especialmente complicado -cuestión de elegir bien la música y tocar cuatro botones- para alguien que cualquiera definiría como arrítmico, esa es una misión casi imposible.
Puse ganas y atención, más por curiosidad que por buscar un futuro en la vida nocturna, pero está por llegar el momento en el que consigo clavar una canción a los platos, aunque sea mínimamente bien. Ha tenido que llegar Fuser, lo nuevo de los creadores de Rock Band, para sacar definitivamente aquella espinita de pinchadiscos.
Aprendiendo a ser DJ de macrofestival
Con ese dantesco panorama musical podéis imaginar cuál era mi principal temor antes de enfrentarme a Fuser. ¿Voy a tener que enfrentarme a los BPM, el pulso y el tempo una vez más? Bueno, sí, pero de forma que lo difícil se convierta en fácil.
Poco queda aquí de la moda Guitar Hero y experimentos como DJ Hero. Si aquellos juegos se centraban en la música para poner a prueba nuestra habilidad, aquí Fuser descarta por completo ese camino para apostarlo todo a la creatividad. Incluso siguiendo las instrucciones de la campaña, el resultado de mi paso por ella con toda probabilidad será distinto al tuyo.
La idea de ese modo historia es que te enfrentes al reto de completar varias sesiones en distintos festivales, cada uno con un promotor distinto que vaya desvelando poco a poco las incontables opciones del juego -desde añadir notas de instrumentos creadas al vuelo hasta elegir qué muñecos hinchables se pasean volando sobre el público- mientras trabaja un género en cuestión.
Unos apuntarán más al R&B mientras que otros lo harán a la electrónica o a la música latina, y aunque se nos permite pinchar a nuestra bola, poco a poco irán ofreciendo exigencias en forma de retos temporales. Por ejemplo, ten dos discos de pop sonando a la vez antes de que termine el tiempo límite.
Por otro lado está el público, que también reaccionará a nuestro trabajo elevando una barra de entusiasmo que marcará la puntuación final. Ellos requieren cambios constantes, clavar cada pieza y, como no podía ser de otra forma, también agradecerán que escuches sus sugerencias a la hora de pinchar la próxima canción.
Haciendo fácil lo difícil
Todo esto está muy bien pero, ¿cómo funciona? Fuser se organiza en cuatro apartados básicos que poco a poco van ampliándose con más opciones, pero siempre trabajando sobre esos mismos pilares. En primer lugar tenemos los discos, una colección de temas que previamente habremos seleccionado y sobre los que podemos movernos ágilmente a golpe de botón.
Si nos ponemos encima de uno de ellos con el puntero -toca tirar de un cómodo joystick en la versión de consola-, el disco en cuestión nos presentará las cuatro opciones de sonido disponibles, una para cada botón. Normalmente tenemos la batería de ese tema, la base, el teclado y la voz. Si uniésemos todos ellos en la mesa de mezclas, escucharíamos la canción original, pero lo que interesa aquí es ir uniendo las distintas partes de un tema y otro.
En la zona inferior encontramos los dos últimos aspectos clave de Fuser. Por un lado los cuatro huecos que hacen referencia a las opciones de cada disco que comentábamos antes. Allí irán a caer los fragmentos de canción de forma automática cuando los seleccionemos a golpe de botón.
Justo sobre ellos está la barra que promete convertirse en tu mejor amiga en esto de ser DJ de macrofestival. Ahí será donde el ritmo de los temas, que se adaptan en todo momento al BPM por defecto -o el que modifiques con la intención de acelerar o frenar el tempo de la música-, te indicarán cuándo tienes que soltar un disco sobre la mesa para cuadrarlo correctamente.
Incluso un manta en lo musical como quien escribe estas líneas lo tiene notablemente fácil para salir de ahí con el público enchufadísimo, así que sabiendo hasta qué punto es complicado todo esto, mi mayor sorpresa ha sido comprobar cómo Fuser convertía lo imposible en un sistema tan accesible como divertido.
Una apuesta creativa y social muy bien pensada
Con la vista puesta en la personalización y lo social, triunfar a través del modo campaña te permitirá maquear a tu personaje, conseguir nuevas cucamonadas para el escenario y ampliar tu repertorio musical con nuevos discos. Algo así como una suerte de extenso tutorial destinado a prepararte para lo que realmente importa, la parte creativa de su endgame.
Ya sea en partidas multijugador o libres, la idea es que puedas crear tus propias sesiones y compartirlas con el mundo a través del propio hub del juego o de redes sociales. Va a ser una mina de oro para los fans de la música, porque crear temazos no es fácil, pero Fuser te da infinitas posibilidades para lucirte.
De hecho, esa idea de compartir llega hasta el extremo. Por ejemplo, si escucho un tema con una mezcla que me flipa puedo guardarla como un disco personalizado y después pincharla en mis propias sesiones o modificarla a mi gusto.
Es uno de esos juegos que, pese a lo complejo de la idea -puedo constatar que convertir a alguien en DJ no es fácil- cae de pie en cada una de las piruetas que realiza y, por si eso fuera poco, encima se va sacando genialidades de la manga poco a poco.
Con ansias de ver cómo el juego sigue creciendo hasta su llegada el próximo 10 de noviembre, tengo tantas ganas de seguir jugándolo como de escuchar qué creaciones acaba colgando la comunidad. Fuser ha hecho lo imposible al convertirme en DJ profesional de la noche a la mañana, y ahora aquél hobby del que acabé escapando por patas me llama con más fuerza que nunca.
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