Una flamante purga vampírica colmada de latigazos, magia, criaturas de la noche y traumas que, al combinarse, desembocan en momentos de pura gloria. Castlevania: Nocturno no es estrictamente una secuela la Castlevania que nos fascinó en Netflix, sino un valiente relevo generacional. Nueva sangre, más ambición y la misma sensación de distanciarse lo justo y necesario de la saga de Konami para, poco a poco, acabar atando los cabos tanto de cara al espectador como de los fans de los videojuegos. Más concretamente, de aquellos enamorados de uno de los títulos más relevantes de la franquicia: Castlevania: Rondo of Blood.
De hecho, Castlevania: Nocturno no es una adaptación directa del merecidamente aclamado juego de 1993. O, al menos, no lo es en los ocho episodios que componen esta primera temporada: Clive Bradley, quien toma las riendas creativas, se permite enormes licencias que poco a poco alinean los acontecimientos en favor del proyecto y con vistas a lo que deberá ocurrir en el futuro.
Regando el trasfondo de personajes clave de la saga Castlevania a través de un nuevo prisma y, en el proceso, garantizando al menos dos generosas escenas de pura acción por episodio en las que Powerhouse Animation Studios aprovecha para lucirse: el estilo y la estética vuelve a captar a la perfección esas piezas de arte con la firma de Ayami Kojima o esa crudeza visual de proyectos como Ninja Scroll, Vampire Hunter D o Afro Samurai. Barriendo siempre hacia ese punto en común que tienen los juegos de Konami y la fantasía oscura moderna.
Como resultado, tenemos una nueva serie que apenas necesita apoyarse en los acontecimientos de la Castlevania de Netflix, pero que hereda todo aquello que la convirtió en una de las adaptaciones animadas más celebradas producidas por la plataforma: una excelente animación, personajes bien definidos, un contexto excepcionalmente rico y momentos en los que los tres factores anteriores estallan en pantalla entre conjuros, desmembramientos y violencia muy, muy explícita.
Lo cual nos lleva a la gran pregunta que ha rodeado el proyecto desde su estreno: ¿hasta qué punto el Richter Belmont de Netflix está a la altura de sus predecesores? Los de los videojuegos, por supuesto, pero también frente a los protagonistas de la serie de animación original. Una doble carga para el nuevo portador del látigo que, en muchos aspectos, es el motor y la razón de ser de Castlevania: Nocturno.
Una nueva generación de cazavampiros frente una amenaza milenaria
Es 1792. La revolución que transformará la historia comenzó en el Nuevo Mundo y ha estallado en Francia. Los ideales de la igualdad, la libertad y la fraternidad se comienzan a extender a través de los pueblos y ciudades mientras los miedos que sostenían la sociedad medieval se resquebrajan. Sin embargo, aquellos mismos que parecen no temer más ni a Dios ni a quien habla en su nombre, están condenados a presenciar el alzamiento de una divinidad. Una deseosa de acabar con la humanidad.
No es que haya un escepticismo, que conste. Los vampiros, las quimeras, los monstruos y los seres de la noche siguen siendo una amenaza muy real y profundamente arraigada a ambos lados del Océano Atlántico. Eso sí, a grandes males, grandes remedios y entre los revolucionarios hay dos jóvenes figuras que más o menos se ganan la vida a base de acabar con las criaturas de la oscuridad mientras propagan las ideas de la nueva era: el cazador de vampiros Richter Belmont y la bruja Maria Renard.
Ambos son los herederos de una larga tradición de héroes curtidos en la lucha contra el mal. Especialmente un Richter cuyos antepasados lograron derrotar al mismísimo Drácula y los ejércitos de los clanes vampiros siglos atrás. Sin embargo, más allá del látigo y su habilidad con el mismo, el último Belmont carga con algo más que el enorme peso de su apellido: la pérdida de su madre frente a sus ojos, justo antes de llegar a Francia, bloqueará durante años su enorme potencial como guerrero y hechicero. Ahora, el mundo los necesita más que nunca.
Si bien, la Francia de la revolución sirve de epicentro y contexto de cara al alzamiento definitivo de Erzsebet Báthory, la nueva reina de los vampiros, al estatus de deidad sobre todas las formas de vida, el ritual dará pie a que nuevos enemigos y aliados se congreguen y tomen parte. Algunos guiados por los ideales, otros por la lealtad y en el caso de la hechicera Annette, cegados por la venganza.
Anette nació como una esclava más en una de las plantaciones de Santo Domingo a cargo de un clan vampírico. Sin embargo, al igual que los Belmont o los Renard, por su venas corre sangre mágica al ser descendiente de las deidades de la guerra y la sabiduría yoruba. Lo cual la convierte en una bruja, una guerrera y una pieza clave para acabar con las aspiraciones de los vampiros y las nuevas criaturas de la oscuridad. Ahora bien, enfrentarse a una diosa en su momento de ascensión es algo mucho más complejo y el proceso requerirá un alto precio a pagar.
Será cuestión de tiempo que los el último Belmont, la pequeña bruja y Annette sumen fuerzas y aspiren a algo todavía mayor que una revolución para salvar a la humanidad, aunque la única oportunidad de lograrlo pasa por que cada uno de ellos haga las paces con su pasado. Algo especialmente complicado cuando el poderoso vampiro que hace años asesinó a la madre Richter aparece en escena. Despertando viejos miedos e inseguridades, pero también siendo el detonante para que los héroes revolucionarios puedan cerrar viejas heridas del pasado.
Castlevania Nocturno y cómo encontrar el equilibrio entre la serie original y el videojuego
Castlevania: Nocturno sabe muy bien lo que esperan encontrar los fans de la serie original. Es más, lo ofrece desde prácticamente los primeros compases de su historia: cada uno de los episodios tiene una estupenda proporción entre la acción visceral y el peso del contexto de los personajes. De hecho, el bagaje emocional de cada uno de los protagonistas tiene un peso mayor y está mejor planteado y más desarrollado. Los creadores de la serie se han ganado el derecho a ser más experimentales, y Netflix acertó al dárselo.
En parte, porque si toda la serie de Castlevania (en Netflix) toma como base los acontecimientos del Castlevania III de NES con alguna que otra pincelada de juegos como Curse of Darkness, la intención desde el primer momento es encauzar esas piezas hacia las dos entregas más conocidas y celebradas de toda la saga de Konami: Rondo of Blood y Symphony of the Night.
De modo que la gran pretensión de esta primera temporada de Castlevania: Nocturno no es tanto ofrecer una adaptación integral de esos juegos específicos, sino establecer la base sobre la que desplegar las historias de sus protagonistas. Conservando lo que más gustó de la serie originalmente estrenada de 2017 y reorganizando todo su universo para encajar los elementos de los videojuegos.
Por el camino nos hemos topado con enormes aciertos y cambios que no pasan desapercibidos. En el primer grupo tenemos un tratamiento de Richter y María completamente empapados de la esencia de Rondo of Blood o Castlevania: Vampire's Kiss en el que se forjan sus convicciones y su personalidad y, en el proceso, podemos ver cómo esos ataques y poderes vistos en consolas se despliegan con una naturalidad y vistosidad impecable.
Annette, por su parte, es un personaje que existía, pero se desmarca totalmente del visto en los videojuegos en apariencia, personalidad y presencia: la versión de Netflix nos describe a una afro-descendiente con habilidades mágicas y una habilidad excepcional en el combate que se liberó del yugo de la esclavitud en el Caribe antes de llegar a Francia.
A efectos prácticos, y sin ahondar en acontecimientos, la nueva Annette aporta mucha más acción a la serie. Y no lo vamos a negar, será interesante ver qué ocurre con ella partiendo de lo que sabemos de su contrapunto original. Sobre todo, tal y como quedan las piezas y el tablero llegados al final del octavo episodio.
A nivel de producción, Powerhouse Animation da lo mejor de sí en una historia cruda y apasionante, ofreciendo una presentación impecable, una animación que bebe del anime y sabe lucirse en los momentos de acción y que está al completo servicio de las emociones de cada protagonista.
Logrando, en el proceso, que la ejecución de los hechizos del videojuego sean tan vistosos como elegantes. Pero siendo realmente visceral y contundente en cada ejecución mostrada. Siendo igual de crudo con los momentos en los que la acción no está presente y las decisiones del pasado son las que golpean a los protagonistas. Revalidando los aciertos de la serie original de Castlevania y ofreciendo, a todos los efectos, unos estupendos cimientos para lo que está por llegar.
Ahora bien, aportando matices a la estética de fantasía oscura y la época de la revolución francesa (dos elementos con un impacto total en el conjunto) nos encontramos con una nueva sorpresa: el nombre de la serie obedece a un mayor protagonismo del apartado musical, el cual es personificado a través de un personaje creado para la ocasión, que aporta una nueva perspectiva a todos los acontecimientos y, a su modo, ata todos los destinos desde el primer al último episodio. Una aportación original que, de hecho, encaja bastante bien dentro de la franquicia en su conjunto.
La opinión de VidaExtra
Castlevania: Nocturno es una serie cruda, sombría y excepcional, intencionadamente enmarcada dentro dentro del universo de Castlevania creado por y para Netflix y, a la vez, una continuación colmada de carácter propio de la serie original. A partir de aquí, un apunte esencial: lo que tiene en común con los videojuegos es mucho más que aquello que lo que los separa.
La primera temporada llega con las intenciones claras: establecer un nuevo comienzo para una nueva generación de cazavampiros que es plenamente consciente de lo que los fans querían encontrar desde su anuncio (o, más bien, desde que asomó Richter) y lo acaba dando en su totalidad a su debido tiempo. Eso sí, entre una cosa y otra, cada episodio está merecidamente cargado de acción salvaje a través de una presentación, animación y ambientación intachables.
Porque el primer gran acierto del juego es que no se repiten los roles de la serie original de Castlevania, ni tampoco se le dan a los protagonistas esa capacidad de luchar contra el mal por la justicia, los ideales o el afán vacío de salvar a la humanidad sin que antes haya un peaje previo a pagar. Algunos resuelven ese trámite al principio, otros durante el desarrollo de los ocho capítulos y en según que caso justo antes del final.
Por su parte, si bien hay enormes licencias a la hora de tratar (o replantear) personajes nacidos en los videojuegos, sean protagonistas, secundarios o grandes jefazos finales, lo cierto es que el cambio acaba beneficiando al conjunto y esa complicidad diluida del fan del videojuego que se pierde al principio y, poquito a poco, se va recuperando.
No solo a base de mantenerse firme de cara a la evolución de la trama, sino teniendo muy claro qué es lo que siempre ha distinguido el exquisito lore de Castlevania de cualquier otro juego de acción plataformera.
Incluyendo, en el proceso, nuevos personajes que afianzan el viaje emocional de los protagonistas y, de hecho, que encajan de maravilla en el conjunto. Pero también sorpresas bien repartidas entre episodios que robarán una sonrisa a los que han pasado por la saga de videojuegos empapándose el legado conjunto de los clanes Belmont y Tepes.
¿Una serie intachable? Bueno, la otra realidad es que una de las temáticas centrales de Castlevania: Nocturno -además de la superación de traumas del pasado- es el propio concepto del relevo generacional. Algo que a muchos niveles supone los cimientos de esta nueva serie, pero que se deberá desarrollar en propiedad en los episodios venideros.
Porque, como introducción y toma de contacto del nuevo escenario, Castlevania: Nocturno es estupenda. Pero tocará esperar a las próximas temporadas para ver en propiedad hasta qué punto se consigue dar la réplica a dos videojuegos de culto como son Castlevania: Rondo of Blood y Castlevania: Symphony of the Night a través de la animación.
Un desafío mayúsculo. Aunque, siendo justos, el paso más difícil para lograrlo ya se ha dado.
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