La campaña de ‘Call of Duty: Infinite Warfare’ no estuvo mal, nada mal. Después de los palos que se llevó el juego al ser anunciado, con toda esa vuelta de tuerca futurista que se le había dado, lo cierto es que el modo historia resultó ser uno de los más interesantes al compararlo con los de las entregas más recientes.
El multijugador ya es otro tema. Ahí a mí me es imposible jugar. Por mucho que me empeñe, ese estilo de juego ultrarrápido, lleno de saltos imposibles, ventajas por killstreaks de lo más locas y armas extrañas, no está hecho para mí. Yo creía que sí, porque en los dos ‘Titanfall’ me lo había pasado de miedo y no se me daba mal, pero resulta que no es lo mismo. La saga de Respawn tiene algo que lo hace muy disfrutable a pesar de su alta velocidad. Algo muy superior en todos los sentidos a lo visto en el multi de los dos últimos ‘Call of Duty’.
¿Y qué tiene que ver todo esto con el ‘Call of Duty: Modern Warfare Remastered’? Pues que uno de los principales atractivos de ‘Call of Duty: Infinite Warfare’ era la edición Legacy en la que venía incluído este remaster, haciéndolo algo más sabroso para los que más recelaban de la nueva entrega, pero sobre todo que he acabado cayendo en sus redes ahora que se ha puesto a la venta por separado y me lo estoy pasando en grande.
Mientras lo descargaba me preguntaba cómo sería volver a su multijugador casi diez años después. Quizás en mi memoria lo tenía idealizado, me decía a mí mismo, y, tras todos estos años, le acabaría viendo las costuras. No hablo a nivel gráfico, siendo un remaster ya imaginaba que luciría bien (y lo hace, vaya si lo hace), sino en comparación con todos los fps con multijugador que han aparecido durante la última década.
La realidad es que sigue siendo una maravilla.
Ahí están todos esos espléndidos mapas, cuyo diseño sigue siendo magnífico en pleno 2017, en los que tantas veces me lié a balazos; ahí están esas tres únicas ventajas por rachas de bajas que son más que suficientes; y ahí están sus armas, sus ventajas por clase, sus accesorios, su personalización… todo está como hace diez años. Hasta los camperos. Pero es que además hay novedades.
Sé que voy a echarle horas y horas, a subir de nivel a tope, a saltar de prestigio, a sacarme todos los desafíos
A todo lo que ya conocíamos del original se suman unos menús renovados, más acordes con lo visto en las entregas más recientes, y la posibilidad de abrir cajas con todo tipo de nuevos camuflajes, emblemas, tarjetas de visita e incluso armas y personajes. Y por si esto fuera poco, se pueden desbloquear también unos nuevos kits de armas que van más allá de las simples pinturas y que cambian los colores de todas las piezas.
En definitiva: volver al multijugador del 'Modern Warfare' en pleno 2017 ha sido todo un acierto, en mi opinión. Sé que voy a echarle horas y horas, a subir de nivel a tope, a saltar de prestigio, a sacarme todos los desafíos. Y cuando llegue el nuevo 'Call of Duty WWII', que tiene muy buena pinta, ya veremos qué sucede.
Esto es lo que dice Rubén Márquez
Es fácil perder la perspectiva de lo que consiguió ‘Call of Duty: Modern Warfare’ en su día, principalmente por cómo Activision ha gestionado ese éxito en años venideros, pero igual que no se le pueden negar los innumerables tropiezos y decisiones cuestionables, tampoco la gran base que ofrecía el juego en su día y lo que tenemos oportunidad de revivir ahora con ‘Call of Duty: Modern Warfare Remastered’.
Más allá de lo acertados que estuvieron en Infinity Ward con el cambio de época o la maquinaria promocional que supieron arrastrar después, hay dos conceptos básicos que me maravillaron entonces y me siguen maravillando ahora. ‘Call of Duty: Modern Warfare’ marcó el camino para toda una generación de FPS y, aunque no se puede decir que inventó nada, sí fue crucial para el futuro de los juegos multijugador.
El primero de ellos es diseño de niveles, auténticas ratoneras a dos o tres alturas que limitaban sabiamente la visibilidad para crear dos estilos de juego muy definidos, el del fuego cruzado a corto alcance y los tiroteos entre francotiradores. Volver a pasear por sus niveles y comprobar lo bien medidas que están todas las posiciones para que cada una de ellas pueda ser contrarrestada por otra unos metros más allá es una auténtica lección de diseño.
Lo que no se le puede negar a ‘Call of Duty: Modern Warfare’ es todo lo que hizo tremendamente bien para convertirse en referente
Cierto es que las esquinas daban paso a toda una legión de camperos que aprovechaban ciertas localizaciones para aburrirse durante toda la partida a la espera de que alguien pasase por allí, pero jugar bien y hacerlo con gente que tiene el mismo objetivo, ofrece encuentros épicos con mapas que siempre te redireccionan hacia zonas calientes en las que se montan auténticas batallas campales entre dos grupos que intentan empujar hacia adelante.
El otro punto, heredado de la saga ‘Rainbow Six’ pero masificado aquí por el éxito entre público y crítica, es el de la progresión permanente. La idea de tener un soldado que va evolucionando constantemente para acceder a más armas, más accesorios y más potenciadores, ofrece una sensación de progreso constante que, incluso tras haberse desbloqueado todo, mantiene el tipo a base de retos y desafíos destinados a conseguir emblemas y tarjetas con las que explotar el afán coleccionista o avisar al resto de usuarios del hito conseguido.
Las críticas siempre estarán ahí y en muchas ocasiones son tan ácidas como acertadas, pero lo que no se le puede negar a ‘Call of Duty: Modern Warfare’ es todo lo que hizo tremendamente bien para convertirse en referente, y lo que no se le puede negar a ‘Call of Duty: Modern Warfare Remastered’ es que, más que un filón nostálgico, es un documental interactivo sobre una parte crucial del diseño de videojuegos de la última década.
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