Se respiraba cierto tufillo a elitismo últimamente, aupando en hombros un tipo de experiencias mientras se menospreciaba a otras, con voces separando a juegos de primera y de segunda, y reclamando ciertos caminos como impepinables a partir de ahora. Me encanta que Tiny Tina’s Wonderlands llegue al grito de "no, mi ciela".
Porque es tosco y bruto como la madre que lo parió, por ser un juego de tiros y numeritos, y porque sabe recuperar ideas que ya creíamos caducadas -hola, modo horda-, Tiny Tina’s Wonderlands es justo el juego que necesitaba para desconectar de todo ese debate. Y también de todo lo demás que nos rodea hoy en día.
El spin-off de Borderlands
Manteniendo estilo, idea y gráficos, me sorprende lo mucho que Tiny Tina’s Wonderlands lucha por separarse de la saga Borderlands. Como si no quisiera que el agotamiento de aquella le afectase de ninguna forma.
Para ello se deshace de la épica espacial y vuelve al que, sin duda alguna, ha sido el mejor capítulo que nos ha dejado la franquicia: el DLC que simulaba una partida de rol a lo Dragones y Mazmorras -aquí Cámaras y Cabronazos- de Borderlands 2.
A las seis clases para elegir basadas en los típicos personajes de fantasía, desde el berserker hasta el nigromante, se le suma la siempre adictiva suma de armas generadas de forma procedural para que vayamos saltando de una a otra según dicte el daño marcado por la que acaba de caer al volarle la cabeza a un esqueleto mientras escuchábamos sus últimas palabras: "es que me hierve la sangre. De manera figurada".
La base es exactamente la misma, pero en un mundo de fantasía adornado con piratas enamoradizos, reinas unicornio de flamante trasero, y goblins huelguistas. La estructura, en cambio, es la que se lleva un mayor lavado de cara respecto a sus hermanos mayores. No siempre para bien.
La evolución que propone Tina Chiquitina
Hay tres tipos de mundos en Tiny Tina’s Wonderlands. El primero, radicalmente distinto a todo lo que habíamos visto sobre Borderlands hasta ahora, lo marca una suerte de tablero que sirve como nexo entre unos escenarios y otros.
Paseando por él con una vista cenital nos iremos cruzando con chapas de botella que hacen de puente, dados que mejorarán nuestra suerte con el botín, encuentros aleatorios contra enemigos como si fuese un RPG de la vieja escuela, y la entrada a los escenarios clásicos al acercarnos a edificaciones en miniatura.
El segundo, el relativo a esos citados encuentros y a ciertas mazmorras que no tienen identidad propia, se centran en pequeños niveles temáticos sin demasiado hueco para la exploración pero sí muchos disparos.
Como si de un modo horda se tratase, deberemos sobrevivir en ellos hasta alcanzar el nivel de bajas necesarios para saltar a la siguiente fase o recibir el premio que encierra ese reto en concreto.
Por último están los escenarios más tradicionales, los sitios a los que entras y te sirven como gran mundo en el que llegar del punto A al B mientras eliminamos amenazas y nos cruzamos con personajes que nos encargarán misiones que nos llevarán a caminos y mundos secundarios.
Más pequeño, pero igual (o más) de divertido
Por longitud a nivel de horas de juego, y extensión en lo que respecta a escenarios transitables arma en mano, Tiny Tina’s Wonderlands se siente una experiencia notablemente más pequeña y condensada que la del resto de aventuras principales de la franquicia, pero reconozco haber disfrutado mucho más el girito que propone.
No sólo me parece que se han soltado aún más la melena dando más peso si cabe al humor -jugadlo con cascos, porque los comentarios de los enemigos son oro-, el hecho de no tener que jugar a la épica y a apuntar a un bombazo triple A ha conseguido que me lo ventile de cabo a rabo con una sonrisa de oreja a oreja. Nada que ver con lo ocurrido con un Borderlands 3, que se alargaba hasta la extenuación y acabó haciéndome bola.
Con las magias sustituyendo a las granadas de la mano de grandes artificios como bolas de fuego cayendo del cielo, y con ataques especiales combinados a placer con la posibilidad de crear un personaje con dos clases distintas, no hay mucho que pueda echarle en cara a lo divertido de sus tiroteos e historia.
Sólo unos árboles de habilidad que recordaba mucho más ilusionantes, y ese mundo estilo tablero por el que pasear de forma lenta y aburrida, consiguen ensombrecer tímidamente lo que en realidad ha sido un juego con el que me lo he pasado de fábula.
La opinión de VidaExtra
Tiny Tina’s Wonderlands es absurdo, soez y tiene la sutileza de un elefante en una cacharrería, pero lo de ir escuchando chascarrillos cada vez más cafres mientras pruebas la nueva escopeta lanzagranadas que acabas de recoger -y de la que estarás enamorado hasta que cojas algo aún más loco cinco minutos después- sigue siendo tan divertido como suena.
Con una aventura principal desternillante, misiones secundarias capaces de llevarte hasta mundos completamente nuevos -merece la pena ir a por el 100%-, y un modo horda que se desbloquea tras los créditos para engancharte a ti y a otros dos colegas durante semanas, Tiny Tina’s Wonderlands ha pasado de ser un nombre más de 2022 a convertirse en un juego a seguir de cerca.
Teniendo en cuenta el panorama de lanzamientos de este año, la verdad es que conseguir captar nuestra atención y ganarse nuestro respeto no es poca cosa. Está lejos de ser un candidato a lo mejor del año en una competición más disputada que nunca, pero es el típico juego en el que da gusto perderse para huir de cómo el resto debate sobre quién la tiene más larga (la campaña, digo).
Tiny Tina's Wonderlands
Tiny Tina's Wonderlands
Plataformas | Xbox, PlayStation y PC (versión analizada) |
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Multijugador | Sí |
Desarrollador | Gearbox Software |
Compañía | 2K Games |
Lanzamiento | 25 de marzo de 2022 |
Lo mejor
- Unos tiroteos divertidísimos
- Su sentido del humor no tiene rival en la industria
- Un juego mucho más grande de lo que parece
Lo peor
- Los movimientos por el tablero son muy monótonos
- Mucho menos ambicioso que las entregas clásicas de Borderlands
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