Análisis de Sheltered 2: el juego en el que empiezas plantando tomates en un búnker cochambroso y terminas aniquilando sectas a escopetazos

Recuerdo el primer Sheltered como una enganchada brutal. No sé cómo llegó a mis manos, probablemente vía algún Bundle, pero sí que fue uno de esos juegos que me vi obligado a desinstalar porque cada vez que tenía un rato muerto caía en sus redes durante horas.

Podéis imaginar la ilusión al conocer no sólo que tendría una secuela, sino que además Sheltered 2 llegaría este mismo año. Otro pozo en el que caer cinco años después de montar mis primeros búnkeres a base de recoger chatarra en el páramo y aniquilar militares a navajazos.

Imagina crear tu propio búnker apocalíptico

La realidad, sin embargo, ha sido otra bien distinta. La base sigue siendo igual de buena y Sheltered 2 crece lo suficiente en mecánicas y mejoras como para ganarse el subir de cifra, pero hay varios detalles que hacen del juego una experiencia excesivamente frustrante. Empecemos, eso sí, por lo bueno, que no es poco.

Tal y como ocurría en Sheltered, la idea de este juego de gestión y estrategia es ponernos a los mandos de una familia -en este caso un grupo de supervivientes- para sobrevivir en un entorno completamente hostil. El juego se divide entre las excursiones de parte de tu grupo para conseguir materiales y lo que haces con ellos al llegar a la base.

De luchar por sobrevivir a base de plantar tomates a crear platos gourmet. De pelear contra otros supervivientes utilizando tus puños a entrenar a tu grupo para que tenga la fuerza y pericia suficiente para acabar con los enemigos a escopetazo limpio. De batallar para arreglar todo lo que se rompe en un refugio asqueroso a tener una base digna de un hotel de cinco estrellas.

Con viajes automatizados de aquí para allá en los que tú marcas el recorrido en un mapa con casillas hexagonales, al llegar a cada zona o cruzarte con algún evento recibirás una notificación para que elijas cómo quieres interactuar con cada situación. Aquí ganamos algo más de agilidad respecto al primero, que te obligaba a estar constantemente pendiente de la radio y podías perderte cosas si no estabas atento.

Crece también algo más en los combates con los que te cruzas en esos momentos, con habilidades especiales que ceden algo más de hueco a la estrategia al, por ejemplo, tirar arena a un oponente para reducir su precisión. 

Pero más allá de eso, en la mayoría de encuentros te gustaría poder darle a un botón y que la IA del juego se encargase de cubrir un trámite que, por lo general, acaba reduciéndose a atacar con las armas adecuadas para no caer antes que el rival.

Novedades que saben a poco

La gran baza del juego pretende ser que esas peleas se reduzcan al crear un sistema de facciones al que te puedes agarrar para facilitar crecer por otras vías en vez de centrarte en la violencia. Con distintos grupos repartidos por el mapa, en tu primer encuentro con ellos ganarás la posibilidad de llamarlos por radio para pedirles misiones que aumenten tu relación y te permitan acceder a nuevos recursos.

Siempre puedes pillarlos por la fuerza, claro. Tan simple como acudir a una de las bases del enemigo, acabar con quienes estén custodiando esa zona y volver con todo lo que puedas cargar entre el coche, tus bolsillos y la mochila que hayas fabricado antes de salir. Pero el juego pone cierto énfasis en que busques aliados entre la gente de bien y te mates a golpes con aquellos grupos que huelen a secta o fascismo.

En cualquier caso sigue siendo más cómodo tirar por la vía rápida y encañonar a todo el que te encuentres, pero debes andarte con muchísimo ojo para no perder a un líder que, en esta ocasión, te condena a la muerte permanente en cualquiera de sus dificultades.

Me consideraría un gran fan de la idea de no ser porque te rompe demasiado el ritmo de la partida y, por lo general, no es un juego que vaya sobrado de agilidad ni siquiera al acelerar el tiempo para que las tareas se completen a mayor velocidad. Ese, sumado a una inteligencia artificial que tiene poco de lo primero, son probablemente los dos mayores problemas con los que me he cruzado hasta el momento.

Sheltered ya te obligaba a estar constantemente pendiente de las necesidades del grupo, pero en este caso clama al cielo por lo estúpidos que llegan a ser. Entiendo que para ciertos aspectos como reparar x objeto debas estar encima, pero es que hasta las acciones más básicas como comer y dormir requieren de una atención que acaba haciéndose demasiado pesada.

Tienes sueño y hay camas disponibles ¿es realmente necesario que te dé esa orden? Te he puesto una pica en la que lavarte las manos cada vez que vayas a comer para evitar una intoxicación alimentaria para la que, por cierto, también tenemos medicinas disponibles.

¿Por qué debo malgastar un tiempo precioso marcando prioridades básicas cuando tengo mil y un temas más por controlar? Es comprensible que, cuando llevas tres días marcando un lávate las manos, coge esta comida y ponte a comer, para cinco supervivientes distintos, acabe resultando demasiado repetitivo.

La opinión de VidaExtra

Con una gestión de base y creación de recursos y muebles que sigue siendo igual de divertida, un estilo realista que le hace perder toda la personalidad que tenía el primero, algunos simpáticos añadidos en forma de combate y estrategia, y no pocos problemas a la hora de diseñar el ritmo y la experiencia de controlar a tus supervivientes, Sheltered 2 está lejos de ser la secuela con la que habría soñado.

También está a kilómetros de ser un mal juego, ojo, pero para alguien que tiene cero fuerza de voluntad a la hora de engancharse a este tipo de títulos, el no caer en sus redes ya es un buen indicativo de que algo no termina de cuadrar. Puede que el problema sea mío, que guardaba un gran recuerdo del primero y esperase otra cosa, pero pese a ello no puedo evitar pensar que le falta algo para acabar de convencerme.