Las Oculus Quest 2 son esa clase de sorpresa que no te esperas. A ellas llegas con la idea de que la VR no despega, que ya está todo visto, que los problemas iniciales siguen ahí y cualquier otro detalle o espinita clavada que tengas guardada a buen recaudo. Y entonces abres la caja y no puedes evitar tener la sensación de estar frente a algo nuevo.
Hoy que los unboxing caseros y privados están tan presentes con la llegada de la nueva generación, no he podido evitar tener la sensación de estar ante otro ejemplo más. Otro camino más pequeño y más limitado -más en pañales, al fin y al cabo-, pero uno igual de ilusionante.
Un sentimiento que paso a paso, desde sacar las gafas de la caja hasta adentrarte en su propuesta de realidad virtual con algo tan sencillo como configurarlas, crece cada vez con más fuerza. Para cuando quieres darte cuenta las Oculus Quest 2 ya te han evangelizado.
Recuerdas que la VR aún no ha despegado pero ves la pista destinada a ello, visualizas hasta qué punto queda mucho por ver tanto a nivel de juegos como de entretenimiento o plataforma social y, aunque no solucionados al 100%, empiezas a reconocer dónde están los saltos de calidad que saben tanto a solución como a revolución.
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Especificaciones técnicas
La otra realidad virtual
Por muchas quejas que pueda arrastrar la entrada de Facebook en el negocio -y la necesidad de utilizar una cuenta de la red social en las Oculus Quest 2 ha arrojado un buen saco de ellas-, en algún momento hay que reconocer que han sido sus ingentes cantidades de dinero las que nos han traído hasta aquí.
Hasta su llegada la realidad virtual ofrecía dos vertientes muy bien definidas: u optabas por la élite y la inversión o por lo asequible y limitado. O el montarte un PC a la última o acudir a la experiencia de terceros de la mano de opciones como la de PlayStation VR.
No queriendo dejar pasar ese tren, y pese a haber probado y valorado el potencial de la primera opción, acabé optando por lo segundo. No estaba dispuesto a echar el todo por el todo en un avance tecnológico que, como ya ocurrió con las 3D -otra de esas revoluciones que celebré y disfruté a partes iguales-, podía dejarme en la estacada a la primera de cambio.
Las Oculus Quest 2 no están hechas para los que en su momento optaron por apostar el todo por el todo, sino para aquellos que, como yo, se acogieron a la opción de Sony y ahora se ven sin juegos en PS5 y sin una estrategia clara y transparente por parte de los nipones.
Las gafas de Facebook son ese salto que, evitando otra vez el lanzarte a la piscina sin saber si seguirá habiendo agua, te aseguran un salto generacional que ofrezca algo más que mejores gráficos. Por el jugar sin cables, por lo rematadamente bien que se ve, por lo accesible de su funcionamiento y lo fascinante de sus mandos y rastreo, inevitablemente se acaba sintiendo como la otra realidad virtual.
En el bote pequeño está la buena confitura
No me imaginaba diciendo que un casco VR podía llegar a ser bonito, pero vaya si lo es. Lo suficientemente pequeño y ligero para poder aguantarlo con una mano sin miedo a que pegue un cepazo y te quedes sin entretenimiento virtual, parece de locos que tras su elegante carcasa blanca haya tanta potencia.
Medio kilo que aloja un procesador Snapdragon XR2 destinado a ofrecer una resolución de 1920x1832 por ojo en su panel LCD capaz de mostrar imágenes a 90 Hz. No es poca cosa, pero aun así le queda hueco para gozar de altavoces con audio 3D, un micrófono que facilite la comunicación en aplicaciones sociales y, aún más importante si cabe, el puerto USB-C que nos permitirá conectar el casco al ordenador para sacarle aún más rendimiento.
Unas tiras de goma facilitan la colocación del casco y, mediante el velcro superior y los deslizadores traseros, la posibilidad de ajustarlo al máximo para evitar la entrada de luz y clavar la posición exacta.
Es curioso porque tras un primer intento en el que veo que el visor tal vez quede demasiado suelto, al mover los brazos que agarran las cintas a la parte frontal acabo encontrando el punto clave que soluciona todos los problemas. No entra luz y, además, las pantallas de cada ojo -unas lentes que además puedes mover a placer a tres posiciones distintas, dependiendo de la separación entre tus ojos- están en la posición perfecta para que todo se vea lo más nítido posible.
Varios días después, la única pega que puedo ponerle a su diseño recae en el puente para la nariz. No por incómodo, sino por no ser lo suficientemente ajustado y provocar que el vaho termine colándose para empañar las lentes. Nada que un cambio de chip no pueda solucionar, claro. Tan simple como asumir que si en Ring Fit Adventure tengo que respirar constantemente por la nariz, aquí debo hacerlo por la boca.
Unos primeros pasos que saben a ciencia ficción
De lo básico de ponerse un casco y ajustarse unas gafas toca dar el salto a la experiencia en sí, y ahí el cómo te coge de la mano las Oculus Quest 2 es gran parte de la gracia. El hecho de poder jugar sin cables obliga a tener cierto control de la situación, así que tras la pertinente actualización del cacharro lo primero que hace es conocer en profundidad el sistema guardián.
La idea es que las cámaras que rodean al casco sean capaces de controlar tu entorno para evitar que te choques, evitando así el tener cámaras adicionales repartidas por el cuarto para tal efecto y, por descontado, ampliando bastante más la limitada movilidad de las PlayStation VR.
De ciencia ficción es lo de ponerte las gafas y ver a través de las propias cámaras, como si estuvieses metido en un robot de Titanfall que se acaba de encender. Quiso la casualidad que mi mujer se pasease por allí en aquél momento con la intención de darme un susto, así que al responderle yo con un “¿Pero qué haces? ¡Que te estoy viendo!” se produjo el primer salto diferenciador respecto a anteriores experiencias.
En realidad el acceso a las cámaras es sólo parte de la configuración del menú, no algo a lo que puedas acceder a placer cuando estás en un juego, pero no deja de resultar de lo más curioso.
En ese punto inicial se te plantean dos acciones. La primera es marcar a qué altura está el suelo, algo que el cacharro intenta hacer de forma autónoma y tú puedes acabar de ajustar bajando uno de los mandos hacia el suelo.
Unos mandos con los que sí tener el control
Es tu primer contacto con los mandos, dos pads a lo nunchuck de Wii hipervitaminados con los que, por peso y ergonomía, da gusto jugar. Dos mandos que, a diferencia de lo que ocurre con los Move de PlayStation VR, la precisión y lectura de sus movimientos es una auténtica delicia. Incluso cuando, como en ese caso, toca agacharse hasta el suelo.
El segundo es el siguiente paso en esa configuración del guardián. Utilizando el puntero del mando y la visión que te facilitan las cámaras debes pintar en el suelo el área en la que te podrás mover durante la partida.
Los límites marcados generarán una pared virtual que podrás visualizar siempre que te acerques demasiado a los obstáculos reales de tu casa, evitando así que te lleves algún golpetazo.
Si buscas una experiencia más limitada y cómoda, por ejemplo jugando sentado, tienes la opción de hacer eso mismo con una posición fija y sin sistema guardián.
Y si quieres pasar de los mandos porque estás apalancado en el sofá, la mayoría de opciones de entretenimiento y algunos juegos pueden controlarse con tus propias manos. No es lo ideal, pero sí otro de esos momentos de pura brujería que merece la pena vivir en primera persona.
Con lo básico ya configurado y la aplicación del móvil conectada, ideal para revisar las aplicaciones e instalar nuevas de forma remota, las Oculus Quest 2 te llevan hasta la casa virtual desde la que podrás trastear con los menús.
El catálogo de Oculus Quest 2
Apps de entretenimiento con vídeos 360º, documentales sobre naturaleza y viajes, aplicaciones de relajación y, por supuesto, un nutrido catálogo de juegos en el que se encuentran casi todos los títulos de primera categoría que han catapultado a la fama la realidad virtual.
Ahí están los clásicos como Arizona Sunshine, Beat Saber, Moss, y los nuevos como Pistol Whip, Population One o The Walking Dead: Saints & Sinners. Entre ellos los que gozan -o han gozado- de alguna exclusividad temporal en la plataforma: desde Phantom: Covert Ops hasta Journey of the Gods y, por descontado, también las aventuras de Star Wars de Vader Immortal y Tales from the Galaxy’s Edge.
Una selección mucho más generosa e interesante de lo que esperaba, francamente. Catálogo que, afortunadamente, se completa con la posibilidad de conectar las Oculus Quest 2 a tu PC y poder disfrutar de tus juegos de Steam, ya sea por la vía fácil con un cable USB-C -3.0 sería lo ideal- o trasteando con dos o tres aplicaciones de pago y la inversión de tiempo de una tarde hasta conseguir conectarte sin cables.
De una forma u otra, las gafas tirarán todo lo que les eches siempre y cuando tu PC pueda soportarlo. Es decir, que si quieres jugar a Half-Life: Alyx con tus Oculus Quest 2, o a cualquiera de esos juegos con opción VR que hemos acumulado con el paso de los años, la posibilidad está ahí.
La opción le salva bastante la papeleta a un catálogo que aporta más cantidad que calidad, pero la promesa de nuevas exclusivas que van llegando de tanto en tanto, y la inyección de confianza que ha aportado Facebook al adquirir estudios como el de los creadores de Beat Saber o llegar a acuerdos con otros como Respawn y su Medal of Honor: Above and Beyond, deja al usuario bastante más tranquilo.
La opinión de VidaExtra
Por accesibilidad, inversión, relación calidad/precio y horizonte a medio plazo, quienes quieran adentrarse en la realidad virtual tienen en las Oculus Quest 2 el candidato ideal. No es la panacea y sigue sin ofrecer la visibilidad, comodidad y catálogo perfectos, pero es lo más cerca que vas a estar de esa deseada utopía sin dejarte un riñón en el proceso.
Igual de recomendable como complemento para tu PC que como plataforma aislada, la situación actual coloca a este tipo de dispositivos como una alternativa de entretenimiento y socialización igual de válida que ver una película en la tele o quedar con los amigos para jugar a través de unos cascos.
El hormigueo que me ha entrado en el estómago al recorrer calles como las de Tokio o Londres en realidad virtual, casi un año después de coger el último avión, da buena cuenta del prometedor futuro que ofrece esta tecnología para acercar experiencias y personas.
Pese a ello aún tiene que explotar con un hito que lleva cociéndose desde hace años y que cada vez parece más inevitable. Si termina haciéndolo -y ojalá así sea- será gracias a propuestas como esta, que buscan democratizar el uso de la realidad virtual y acercarla a todos los bolsillos con una calidad más que digna. Oculus Quest 2 no es el final del camino, pero sin duda se siente como una de las piedras más importantes que le están dando forma.
Oculus Quest 2 - Gafas de realidad virtual avanzado todo en uno, 64 GB
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