Poco ha importado la tónica general de catalogarlo como el nuevo juego estrella de los niños rata, cuando ha habido que aplaudir lo que Epic Games hacía con Fortnite (y no han sido pocas veces) no nos ha temblado el pulso al reconocerlo. Al César lo que es del César, que se suele decir.
El Battle Royale de construcción nos ha dejado momentos épicos y una nueva forma de entender el género free-to-play que, precisamente por sus aciertos, ha acabado contaminando a casi todo lo que ha llegado poco antes o después. Sin embargo no todos los amores son para siempre, y Fortnite lleva el suficientemente tiempo en horas bajas (al menos a nivel creativo) para que sea justo dejar los aplausos y empezar a dar tirones de oreja.
El pasotismo de Fortnite
Con la desidia y soberbia de quien se sienta en una nube, el trabajo de Epic con el juego durante estas dos últimas temporadas está siendo más que controvertido. Pese a haber gozado de un par de eventos interesantes, en concreto la Tormenta de Hielo y el concierto de Marshmello, es inevitable tener la sensación de que han bajado dos o tres marchas desde que la rivalidad se ha ido al garete.
Por la llegada de Apex Legends muchos vimos el cielo abierto. Si había un momento para dejarse de milongas y echar toda la carne en el asador, era ese, pero la realidad ha acabado distando mucho de lo imaginado. Tras asegurarse el tiro con el regalo del Pase de Batalla durante el final de la anterior temporada, esta última semana ha vuelto a demostrar que Fortnite se ha acomodado en su puesto.
Problemas con los cambios del metajuego, modificaciones clave a escasos días de iniciar competiciones oficiales, añadidos que siguen llevando de cabeza a los pros y, por si jugársela con la escena esport fuese poco, esa falta de empuje ha acabado llegando a la cara más amateur del juego. Incluso si entras a Fortnite sólo para completar misiones y conseguir nuevas skins, el Pase de Batalla está a kilómetros de lo que fue en su día.
Lo que antaño eran pruebas locas y originales, ahora son la repetición del mismo reto que hicimos en la semana 1 de la octava temporada. Lo alucinante es que, lejos de reciclar el desafío una vez, han acabado incluyendo otro casi idéntico en los nuevos Desafíos de Bucanero. Para un equipo al que se le ocurrió que un cohete podría echar a volar y romper el cielo, esto no es un problema de imaginación, es simple y llanamente pocas ganas de esforzarse.
Fortnite necesita un rival que le plante cara
Comentábamos antes lo bien que podría haberle ido el hecho de tener un rival plantando cara, pero el globo de Apex Legends se ha ido desinflando con el paso de las semanas y lo que queda de él es apenas una sombra de lo que llegó a representar. Ahora que Respawn ya no parece poder permitirse sacar pecho a base de cifras toca tirar de espectadores, y la situación no es especialmente halagüeña.
De lo que fueron picos de más de 650.000 espectadores concurrentes durante su primer mes, ha saltado a apenas 40.000 de media. Ya los quisieran para si muchos otros juegos, pero no sirve como excusa. Menos aún cuando Fortnite ha aprovechado para reciclar ideas de Apex Legends como un mejor marcado de objetivos o la reciente llegada de las furgonetas de reaparición.
Rasita y al pie a una compañía que no ha dudado en disparar a matar cuando ha tenido la portería a tiro. Justamente el gol que tuvo en sus pies el juego de Respawn y lo lanzó a las nubes, todo por culpa de un Pase de Batalla insípido y basado en el grindeo que hizo que muchos usuarios empezasen a perder interés en lo que el juego tuviese que decir.
Aún es pronto para que eso le ocurra a Fortnite, que sigue a buen ritmo pese a que estrellas como Ninja carguen contra el trabajo que se está haciendo con las actualizaciones del juego, pero no sería la primera vez que vemos caer una torre. Epic Games necesita devolver su gallina de los huevos de oro al redil, y nosotros deseamos volver a aplaudir en vez de tener que ver cómo los ánimos se van apagando poco a poco.
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