Todo el mundo tiene un placer culpable. Esa película extraña que tus amigos no consiguen entender, la música que nadie quiere escuchar en tu fiesta, ese humor absurdo que aparentemente sólo te hace gracia a ti… Experiencias y productos cuya pasión escondes por no ser el bicho raro y sólo sacas a pasear cuando alguien más se quita la careta.
The Wonderful 101 cumple muchos de esos puntos por ser diferente al resto. Su aspecto visual no se parece a nada que hayas visto, sus chistes apuran lo absurdo hasta los límites, su dificultad no casa con los dos puntos anteriores y, por encima de todo, como derroche de creatividad y mecánicas no hay nada a lo que te puedas agarrar para decir “este juego es como ese”. Pero The Wonderful 101, al menos para mí, no es ningún placer culpable.
El principio del fin (de una época)
Nunca me ha dado pereza sentarme a hablar con alguien el tiempo necesario para convencerlo de que debe probar The Wonderful 101. Es extraño, distinto, duro. Es esa bofetada que no ves venir y que, si no eres tú el que la recibe, estás deseando reproducirla una y otra vez. Con el sonido a tope. A cámara superlenta. Disfrutando de cada pliegue de la piel descomponiéndose y esa mirada perdida de quien no sabe desde dónde le ha venido.
Porque de The Wonderful 101 se pueden decir muchas cosas, y sí, también algunas malas, pero lo que no se le podrá negar nunca es habernos cogido con la guardia baja. Una de esas joyas inexplicables que público y crítica acaban entendiendo mejor con el paso del tiempo. Un título al que le sienta mejor la coletilla de juegazo que la de juego de culto.
Lo segundo lo decide el tiempo y agentes externos. Lo primero o lo eres o no lo eres. Y vaya si lo es.
Decía en su análisis hace ya siete años -de los pocos que recuerdo con detalle qué ocurrió el día después- que con él PlatinumGames volvía por la puerta enorme porque la grande se le había quedado chica. La mala suerte quiso que The Wonderful 101 supusiera el principio del fin de una PlatinumGames que se fue empequeñeciendo con el paso de los juegos.
Por el medio estuvo Bayonetta 2, sí, pero también cosas como The Legend of Korra, Teenage Mutant Ninja Turtles o la cancelación de Scalebound. El declive de una época en la que el estudio resucitaría, al menos brevemente, con NieR: Automata.
Una época que muchos querríamos borrar por haber pasado varios años con el miedo en el cuerpo. Porque las cosas no iban bien, porque había miedo a que bajasen la persiana y porque, en definitiva, con The Wonderful 101 demostraron de qué eran capaces y queríamos volver a revivir ese momento.
Un juego inexplicable
Si explicar por qué se estrelló esta joya no es fácil, dar con las palabras adecuadas para describirlo está un poco a la par. Por ser de Platinum probablemente adivinarás que esto va un poco de hack’n slash, de parry, de habilidades atadas a un sistema de progresión y de combos así en la tierra como en el cielo.
Comandando a un único personaje, recoger a otros miembros de la organización Wonderful 100 o ciudadanos de a pie es la clave para progresar. Ese grupo de acompañantes será el encargado de dar forma a todo lo que necesites, ya sea una pistola o una escalera. Sirviendo como ataque o como herramienta para atravesar sus niveles.
A más personas mejores golpes, a más golpes mejores combos y habilidades. Un ciclo sin fin que el juego potencia invitándote a cambiar entre distintos personajes principales para atacar a cada enemigo en su punto débil y, de paso, dar rienda suelta a tu creatividad en cada guantazo.
Armaduras de pinchos a las que es mejor atacar con un látigo, rayos que puedes desviar con una espada, proyectiles que puedes hacer rebotar convirtiéndote en un flan gigante…
No tardas mucho en descubrir que The Wonderful 101 está dispuesto a sacar oro de todo lo que hace y, lejos de limitarse al empujón inicial, consigue mantener ese ritmo durante toda la partida.
Tanto que es mejor no venirse muy arriba con las explicaciones. Primero porque no quieres chafarle nada a nadie. Segundo porque necesitaría una enciclopedia para plasmar cada pequeño detalle que parió la mente de Kamiya. Para muestra un botón. Un vídeo con las posibilidades que esconde el sistema de glifos con el que dibujas, ya sea con el stick o con la pantalla táctil, cada ataque que vas a realizar.
Un placer nunca culpable
A este texto llego después de pasarme horas reviviendo todo lo que me fascinó del juego de Kamiya el verano de 2013. Buscando aprovechar el recuerdo de The Wonderful 101 con algo más que los rumores que pululaban por internet los días anteriores.
La suerte ha querido, esta vez la buena, que tras apagar mi vieja Wii U y ponerme a escribir haya visto la alerta con la que tantas veces había fantaseado. The Wonderful 101 vuelve. Podré jugarlo otra vez y, con suerte, con más contenidos.
Y es algo que merece ya no el juego, que también, sino todo el equipo que se echó a la espalda una idea incapaz de encajar en nada que hubiésemos visto. Un juego de superhéroes en pijama que se estrelló, en gran parte, por haber sido lanzada en la que fue la Dreamcast de su época.
Una consola que, como la de Sega, sufrió de lo lindo para asomar el hocico y que sin embargo cuenta en su catálogo con algunos de los juegos más memorables e inventivos que ha visto esta industria.
Igual que con Super Mario 3D World, Splatoon, Tropical Freeze, Captain Toad, Mario Maker, o incluso los NES Remix, The Wonderful 101 ayudó a que semejante locura fuese posible. Otra de esas japonesadas en las que la superficie brilla y, si empiezas a rascar, descubres que lo que se ve a simple vista es sólo un atisbo de todo lo que esconde.
Así que permíteme, aunque sólo sea por esta vez, que me dirija de tú a tú como si te tuviese delante. Si lo disfrutaste en el pasado ahora debes estar igual de emocionado que yo. Si lo probaste y lo dejaste abandonado, vuelve a él. Con el remake o desde Wii U, pero vuelve a darle una oportunidad a la espera de un click que acabará llegando. Te lo aseguro.
Y si nunca te has acercado a The Wonderful 101. Hazlo, por lo que más quieras. Quítate de encima todos los prejuicios que puedas tener sobre él y prueba sus combos, maravíllate con sus brillantes minijuegos, ríete de sus chistes por lo tontos y malos que llegan a ser, persigue el Platino Puro en una segunda vuelta y descubre todos los secretos que aguardan en cada rincón.
Yo te espero aquí, por si en algún momento te asaltan las dudas o necesitas un empujón. Porque The Wonderful 101 está lejos, muy lejos, de ser un placer culpable, y yo nunca me cansaré de recomendarlo o defenderlo. Menos aún de disfrutar con las caras de los que lo descubren.
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