Hace dos años escribía sobre Anthem con más pena que rabia. El lanzamiento del juego había servido para demostrar lo que poco después saldría a la luz, que el rumbo del proyecto había sufrido no pocos problemas y que, de una forma u otra, habían acabado afectando a su enorme potencial.
Ahora, aquellas voces que pusieron el grito en el cielo para dar a conocer la situación de Bioware, reconocen que EA debe decidir si el trabajo de estos dos años sigue adelante para intentar revitalizar el juego o el proyecto se abandona para siempre. Antes de que eso ocurra quería saldar una cuenta pendiente con Anthem.
La segunda oportunidad de Anthem
Casi siempre debe haber hueco para una segunda oportunidad y, pese a que mi encontronazo con Anthem no auguraba un gran futuro al experimento, estaba dispuesto a hacer lo que en su día se me antojaba una ardua tarea: completar el juego de principio a fin.
Con la facilidad que hoy en día supone acercarse a él -ha estado rebajado en no pocas ocasiones y la alianza de Game Pass y EA Play lo ponen en bandeja de plata-, me acerco a Anthem en las mejores condiciones posibles.
Llego 48 meses después de aquellos problemas, jugándolo en Xbox Series X para acelerar sus pantallas de carga y, por encima de todo, con el cálido recuerdo de todo lo que el juego de Bioware hacía sorprendentemente bien. Porque si había algo muy claro en el debate respecto a Anthem era lo formidable que podía llegar a ser en muchas de sus facetas.
Controlar las alabardas lanzándote al vacío para iniciar el sistema de vuelo a lo Iron Man era una auténtica gozada sólo comparable al magnífico gunplay que se sacó de la manga Bioware a base de misiles y disparos de gran calibre. A día de hoy sigue siendo lo mejor del juego o, mejor dicho, de lo poco que se salva.
Antes de Anthem 2.0
La versión 2.0 que Bioware ha estado preparando durante todo este tiempo es la encargada de remodelar el juego de los pies a la cabeza. Un cambio de 180 grados que, en teoría y si finalmente llega al mercado de alguna forma, tiene como objetivo arreglar todos los problemas de ritmo, estructura y diseño que asediaron a Anthem en su lanzamiento.
¿Pero qué hay de esas mejoras en el Anthem que está disponible hoy en día para todos los mortales? Prácticamente nada. Anthem sigue siendo el mismo juego de ideas fantásticas y tropiezos estrepitosos que me hizo abandonar su aventura tras 10 horas de juego.
Sí se han abordado algunos de los problemas más fáciles de solventar. Las pruebas en formato lista de la compra se han visto modificadas para no convertir el tramo medio del juego en una absurda carrera por el farmeo, por poner el ejemplo que más resonó en su día, pero también hay otros como la posibilidad de convertir en chatarra varios objetos de loot a la vez en vez de tener que ir uno a uno.
Por lo demás, la estructura básica del juego y lo que convertía a Anthem en una experiencia demencialmente repetitiva sigue ahí. Ni siquiera llegar al final con la esperanza de ver cómo conseguía sorprenderme o saber qué me había perdido ha cambiado un ápice lo que pensaba sobre él.
Anthem sigue siendo un trago difícil
Anthem es un juego desaprovechado. Una base divertidísima que, por querer tocar demasiados palos o no poner el mismo esfuerzo en equilibrarlos todos, flaquea en aspectos demasiado básicos como para querer sumar cientos de horas a los mandos.
Su enorme e interesante mundo sigue estando bastante desaprovechado, la necesidad de volver a la ciudad que hace de centro neurálgico para conseguir nuevas misiones se mantiene con un formato plomizo que sólo está ahí para sumar horas al contador, el loot sigue sin tener el menor sentido hasta el final del juego -teniendo en cuenta que a partir de ahí mejora lo justo-, y el contenido disponible es tan poco interesante como la dinámica de unas misiones que se apoyan demasiado en el rebuscar chatarra por los alrededores. Es una pena.
No deja de ser curioso porque abordar los problemas de Anthem es tan fácil como plantearse hasta qué punto todo lo que no sea moverte por el escenario o disparar es divertido.
La falta de variedad de enemigos, situaciones y retos -por no hablar de unos puzles que siguen clamando al cielo- hacen de la prometedora propuesta de Bioware un juego muy difícil de tragar.
Cruzando los dedos
Y pese a ello aquí sigo, deseando que EA le dé el visto bueno a lo que sea que hayan estado arreglando y podamos tener un Anthem 2.0 que haga honor a las expectativas que generó con aquél primer tráiler en la feria del E3.
Puede que lo haya superado con una continua mueca de desaprobación, una sensación a la que no han ayudado las continuas caídas del servidor que me obligaban a reiniciar misiones o lo difícil de encontrar gente para jugar en un multijugador bastante desértico, pero todo lo bueno que merece la pena de Anthem sigue ahí.
Quiero jugar a esto con amigos, sobrevolando un río hasta alcanzar una cascada y lanzándonos al vacío en picado antes de soltar una andanada de misiles sobre monstruos gigantes y verlos caer presa de combos elementales.
Me da igual si acaba siendo un juego de menús, un RPG o una experiencia narrativa si hace todo lo posible por potenciar la formidable experiencia que propone a los mandos cuando lo único que importa es reventar bichos en mil pedazos. Veo difícil que vuelva a intentar ser todo eso a la vez y triunfe en el intento, pero a estas alturas lo único que podemos hacer es cruzar los dedos y confiar en el difuso futuro de Anthem 2.0.
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