Esta reflexión me surgía tras leer la noticia de que Namco Bandai culpaba a las consolas domésticas de la pérdida de mercado de las salas de arcade, lo que le llevará a cerrar más de 60 salas en Japón.
La verdad es que, por una parte, es comprensible. Las salas de arcade son un hobby muy caro. Y sin entrar en consideración sobre el mercado japonés, que desconozco (aunque sé que es mucho más extenso que el nuestro), opinaré desde mi experiencia particular sobre las salas de arcade.
Cuando era más joven (y estoy hablando de hace diez años, tampoco hace falta remontarse demasiado) los recreativos era un lugar de reunión común. Más o menos cada uno tenía su máquina predilecta, que no era aquella con mejores gráficos, o mayor tecnología. No, simplemente era la máquina en la que más podíamos aguantar con una moneda de 25 pesetas.
En mi caso, dicha máquina era 'Neo Turf Masters', juego en el que llegaba a aguantar hasta media hora con una sola moneda. Después llegaría la época de mi vicio a 'Metal Slug X', en el que adquiriría también bastante pericia, pero sin llegar a las cotas del primero.
Bien, por aquel entonces, las máquinas de arcade eran mucho más baratas que ahora (en relación a nuestro poder adquisitivo, claro está). Uno podía pasar la tarde con apenas 300 pesetas, echándose unas cuantas partidas de futbolín (a 25 pesetas la partida, y siendo cuatro jugadores, nos salía tirado de precio) o, como mucho, permitirse de vez en cuanto un billar o un Time Crisis (100 pesetas de la época).
El caso es que en aquel entonces el arcade ofrecía cosas que no teníamos en casa. No es que los gráficos de la mayoría de los juegos fueran muy superiores a los de la Super Nintendo o, posteriormente, la PlayStation, sino que las salas poseían un componente de sociabilidad, de lugar de encuentro con los amigos.
Las salas de máquinas proporcionaban la necesaria sensación de competitividad que todo jugón necesita. El yo me lo paso con una moneda o te apuesto lo que quieras a que me acabo el 'Street Fighter II' con Zangief. El lugar ideal para hacer el fantasma y, de paso divertirse con los amigos. En una frase: un lugar donde exhibir las habilidades conquistadas a base de hacer callo en la yema de los pulgares.
Sin embargo, a medida que las máquinas subían de precio, poco a poco fuimos derivando hacia los cybers, donde yo particularmente perdía horas y horas de mi tiempo jugando a 'Quake 2' y al primer 'Counter-Strike'. Y ni siquiera llegué a ser demasiado bueno, que todo hay que decirlo.
¿Que pasó? Simplemente, que los arcades pasaron de moda. Fueron reemplazados por un medio que ofecía el mismo entretenimiento a un precio menor, y mayor comodidad (al fin y al cabo, en el cyber al menos estábamos sentados).
Desde entonces, esa tendencia de "cambio de escenario" de los jugadores se ha repetido un par de veces. Primero fueron, como ya he dicho, las salas de arcade (combinadas con partidas en el ordenador de casa y la consola que tuviera cada uno). Después llegó la época de los cybers y el juego online. Y con el abaratamiento de las conexiones y la popularización del ADSL, finalmente los cybers también concluyeron su época de oro y nos recluimos en casa.
Es cierto que ahora tenemos juegos gráficamente superiores, enormes pantallas LCD y juego online casi gratuito (contando sólo el coste de la conexión) y de buena calidad. Sin embargo, algo se ha perdido por el camino.
El componente social, los antiguos lugares de reunion, han ido decayendo. Y francamente, lo echo de menos. Porque no es lo mismo celebrar un frag cuando tu rival está a kilómetros de distancia. Y no digamos ya si es un alemán que se llama Hanss, dice tacos que no entiendes y al que no has visto en tu vida...
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