Una copia de Final Fantasy XV está en este momento camino de mi casa, a pesar de que no tengo ninguna ilusión por probarlo. Es bastante irónico, lo sé, pero no he podido resistirme a comprarlo y sé que me lanzaré ávidamente a por él tan pronto como tenga un minuto libre para dedicarle.
La gente parece estar bastante satisfecha con él, pero a pesar de todo mantengo mis reticencias. Que no haya podido resistirme a hacerme con mi propia copia para jugarlo lo antes posible responde a un hecho muy sencillo: por muy mal que me haya llevado con la saga Final Fantasy durante los últimos años, sigo enamorado de ella.
Por muy mal que me haya llevado con la saga Final Fantasy durante los últimos años, sigo enamorado de ella
Estoy seguro de que no soy el único que se siente así. Los habrá que estén lo suficientemente disgustados con los derroteros que ha tomado la franquicia durante los últimos años como para no caer en el cebo de la compra inmediata, y también quienes directamente se nieguen a saber nada de la decimoquinta entrega; están en su derecho. Pero me apetece hablar de cómo he llegado yo a este punto.
Mi primer contacto con Final Fantasy VII
Lo recuerdo como si fuera ayer, aunque no sabría decir si sucedió a finales del 97 o a principios del 98. Por aquella época, tan joven como era, no tenía capacidad de ahorro como para poder comprar todas las consolas del mercado, así que andaba decidiéndome entre adquirir una PlayStation o una Nintendo 64. Mi experiencia con la Gran N hasta ese momento me hacía inclinarme más por la segunda, eso sí.
Todo cambió el día en que fui a visitar a un amigo que acaba de adquirir un extraño juego que, según me contó, le traía loco. Su título era 'Final Fantasy VII', un nombre que me sonaba de haber leído en alguna revista, pero que por aquel entonces era desconocido para la gran mayoría de europeos. Lo mío fue amor a primera vista.
Aquel día en casa de mi amigo no terminé de entender la mecánica de juego, ni tuve tiempo suficiente como para captar de qué iba la historia de esos mercenarios, pero el impacto fue tal, que tan pronto como conseguí el dinero me compré una PlayStation con mi propia copia del título. Y mi amor a primera vista se convirtió en el comienzo de un largo romance.
Tiempo de seguir adelante
Convertido ya en amante de la saga gracias a aquel primer capítulo que llegó a Europa, tenía claro que jugaría a todo lo que viniera a continuación. 'Final Fantasy VIII' se convirtió así en el siguiente e inevitable paso, y aunque no conseguí conectar tan profundamente con él como con la séptima entrega, me dio un buen centenar de horas de disfrute.
Los tres títulos de PlayStation, aun con las dispares sensaciones que produjeron en mí, cimentaron mi amor por el RPG
Sin llegar a resultar un desencanto para mí, es cierto que Squall y compañía me dejaron con ganas de algo diferente, lo cual sí que pude encontrar tiempo después en el muy esencial 'Final Fantasy IX'. Está claro que para esas alturas ya no era tan impresionable como la primera vez que jugué a un 'Final Fantasy', pero aun así volví a sentir el hormigueo que me obligó a gastar todos mis ahorros en una consola solo por lo que había visto aquella tarde en casa de un amigo.
Esos tres títulos de PlayStation, aun con las dispares sensaciones que produjeron en mí, cimentaron mi amor por el RPG, y al mismo tiempo lograron diversificar mi visión de los videojuegos. Se podrá discutir mucho sobre aciertos de diseño, guión y mecánica en títulos anteriores y posteriores de la colección, así como en obras de la competencia, pero su influencia en mí fue capital por el momento de mi vida en que los pude jugar.
Tiempo de mirar al pasado
El tiempo pasó, me hice mayor y, por tanto, mis gustos ya no resultaban tan maleables como en la temprana adolescencia. No obstante, esta licencia y todo lo que venía con ella estaba ya grabado a fuego en mi corazón. 'Final Fantasy X' fue mi mejor excusa para dar el salto a PlayStation 2, antes incluso de haber sido publicado, y soluciones alternativas como 'Final Fantasy Tactics Advance' me ayudaron a abrir aún más campo sin abandonar la estela de Square.
También aquella época, ya con la madurez y las posibilidades tecnologías a mi alcance, supuso el momento para adentrarme en los orígenes de la saga de mis amores. Algunos títulos como 'Final Fantasy VI' pude probarlos por vías apropiadas gracias a su reedición en sistemas modernos, comprobando entonces lo mucho que nos habíamos perdido en Europa hasta entonces.
Para otros títulos me tocó buscar vías más alternativas, pero no quedó más remedio. Y es cierto que no todo el monte resultó ser orégano en el legado de la colección, no nos engañemos; algunos de los capítulos que antecedieron a mi descubrimiento resultaban bastante grises, pero jugarlos me permitió terminar de dar forma a los cómos los porqués de este universo.
La era de la desilusión
Las relaciones se desgastan con el paso del tiempo, es inevitable. Incluso cuando una parte pone mucho de sí, no siempre es suficiente si la otra empieza a dar signos inequívocos de flaquear, y eso es lo que ha sucedido en los tiempos recientes con 'Final Fantasy', especialmente tras la fusión de Square y Enix.
Square Enix empezó a aprobar secuelas directas de dudoso interés y spin-offs de toda clase
'Final Fantasy XI' me lo salté, no tengo problema en reconocerlo, y 'Final Fantasy XII' fue un gran juego sin lugar a dudas, aunque de nuevo me quedé con la sensación de no llegar a conectar del todo. El problema no fue tanto ese, como las decisiones tomadas por la renovada compañía al cargo de la colección, que empezó a aprobar secuelas directas de dudoso interés y spin-offs de toda clase para lograr sacar cuanto más dinero mejor.
Con todas esas desviaciones en el camino podía vivir, pero el golpe más duro llegó con 'Final Fantasy XIII', probablemente una de las mayores desilusiones que he tenido como fan de este universo. Y eso que el juego en un principio me gustó, pero fue tal el tedio que acabó produciendo en mí, que el recuerdo no habla ahora especialmente en su favor. Para colmo de males, le cascaron dos secuelas directas.
El momento de buscar la reconciliación
Con esa sensación de romanticismo inevitablemente perdido (¿eres tú, 'Final Fantasy', o soy yo?), el largo camino hasta 'Final Fantasy XV' se me ha hecho relativamente llevadero, la verdad. No he llegado a sentir nunca verdadero hype por él, más bien al contrario, y por eso tampoco me ha afectado especialmente que hayan pasado diez años desde que comenzara su desarrollo.
Muchos tumbos se han dado por el camino: en principio iba a ser 'Final Fantasy Versus XIII' y debía llegar a PlayStation 3, pero el paso del tiempo obligó a cambiar el rumbo. Por el camino han seguido llegando más spin-offs, más intentos de amortizar al máximo su nombre y hasta se ha anunciado el dichoso remake de 'Final Fantasy VII', precisamente el juego con el que comenzó este romance. A saber cómo nos sale eso.
El caso es que ahora toca creer en que una reconciliación es posible, incluso cuando la cabeza me dicte lo contrario. Lo bueno de tener tan bajas las expectativas es que, a poco que funcione la cosa, estoy seguro de que el juego me gustará. ¿Tanto como para volver a encender en mí la llama de la pasión? Eso ya es más complicado, pero prometo que os hablaré de ello más adelante.
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