Si hay un género que nunca dejará de sorprendernos es el de los puzles. Da igual cuántos llegues a jugar, siempre terminarás encontrando uno que te sorprenda por lo alocado de su propuesta. Como Abriss, sin ir más lejos, que va de destruir estructuras mientras el juego destruye tu tarjeta gráfica.
Si acabas de renovar tu PC y quieres ponerlo a prueba, no se me ocurre una opción más divertida que esta locura en la que destrozar inmensas estructuras mientras miles de piezas y partículas se ponen a volar por la pantalla haciendo uso de las físicas para mayor espectáculo.
Espectaculares explosiones y partículas
La idea detrás de cada pantalla de Abriss es enfrentarte a una estructura que deberás hacer caer valiéndose de una construcción propia. Desde una máquina de rayos láser que empiece a girar hasta crear un agujero en la base del cuerpo a destruir, hasta un simple edificio sin soporte que caiga con fuerza y empuje al objetivo hasta hacerlo añicos.
Conforme vayas avanzando en la campaña irás desbloqueando nuevas piezas para futuras construcciones o un modo infinito en el que ir en busca de la mayor puntuación posible mientras pones a prueba tu GPU (especialmente si te da por probar el modo libre y empezar a meter bombas y rayos láser por todos lados).
Con una demo disponible en Steam desde hace ya un par de años, Abriss es uno de esos juegos que ha pasado su desarrollo sin levantar demasiadas cejas hasta que, desde su lanzamiento final el pasado 5 de septiembre, el juego parece haberse viralizado por lo llamativo de sus secuencias de destrucción.
Y no es para menos. Consciente del potencial que tienen esos para llamar la atención, el juego te facilita una herramienta en la que crear animaciones y compartirlas para convertir sus explosiones en un vistoso GIF que eche a rodar por internet. ¿Pero por qué nos gusta tanto ver cosas destruyéndose en mil pedazos?
¿Por qué nos gusta destruir cosas?
Es uno de nuestros instintos más complejos. Pese a que el ser humano se caracteriza por su inventiva a la hora de crear (al fin y al cabo el unir un palo y una piedra es el principal culpable de que aún sigamos por aquí), por alguna extraña razón hay algo relajante en destruir cosas.
Seguramente conozcas esos locales que, a modo de terapia, te invitan a entrar con un martillo de demolición mientras destrozas todo lo que hay en una habitación. Dicen que la adrenalina generada frente a esa situación extrema es la fuente de un chute de dopamina que nos ayuda a aliviar el estrés, pero en realidad hay algo más retorcido en nuestra pasión por romper cosas.
De hecho, es la propia curiosidad que nos lleva a construirlas la que también nos genera placer al destruirlas. Enfrentarnos a una situación completamente nueva, bajo la incertidumbre de qué ocurrirá cuando esa prensa hidráulica termine aplastando un móvil en un vídeo de YouTube, supone otro chute de dopamina aún más potente.
Si la próxima vez que destruyes algo en Abriss te genera paz y reduce tu nivel de estrés, no te preocupes, no te has convertido en ningún psicópata. Que constantemente te aparezcan vídeos sobre objetos siendo destrozados en redes sociales está estrechamente relacionado con el hecho de que, cosas del cerebro, nos guste tanto crear como destruir.
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