Uno de los mejores juegos de 1997 es Final Fantasy VII, sin duda alguna. No solamente por su calidad como RPG o la maestría de su banda sonora, sino por todo lo que significó en su época. El mayor abanderado del rol nipón desde su debut, con un salto de gigante para la saga Final Fantasy en España, tan huérfana de productos de Squaresoft hasta entonces, salvo honrosas excepciones, vaya.
Esta joya dio pie a que se exprimiese como pocos juegos de PlayStation, hasta el punto de que el contador de horas se quedase en 99 como límite. Y por supuesto esto provocó que se intentasen superar sus mayores retos, como el de las Armas Rubí y Esmeralda, las más difíciles de toda la aventura. Lo que sudamos para derrotarlas de aquellas sin la ayuda de Internet... salvo por algunas revistas.
Pero de ahí a derrotar al Arma Rubí con truco hay un trecho muy largo. Porque si equipabas a Barret adecuadamente uniendo las materias Mímica y Contraataque en múltiples ranuras combinadas, recuperación combinada con ataque preventivo y con un tope de vida en 7.777 puntos, aparte de entrar en combate con dos miembros caídos (algo esencial), era coser y cantar. Y para muestra un botón.
Porque tras ese primer límite Ungarmax por parte de Barret en el que no produce daño alguno frente al Arma Rubí, llega a su vez la réplica del temible enemigo del desierto que fue nuestra pesadilla: saca sus tentáculos y ataca a Barret. ¿Y qué provoca esto? Que a Barret le dio tiempo para recuperar su vida al completo y tener 7.777 puntos, por lo que activa automáticamente la tirada de suerte con 7s.
¿El resultado? Gracias a la ayuda extra de Mímica + Contraataque, con el límite Ungarmax todos los ataques van sumando 7.777 puntos de daño hasta la muerte de Rubí. Y en poco más de un minuto esa mole gigante desaparece. Demencial.
¿Cuánto tiempo tendremos que esperar desde el lanzamiento de Final Fantasy VII Intergrade para degustar su secuela? Porque queremos explorar todo su mundo.
Ver 6 comentarios