Cómo un juego japonés para conseguir chucherías se convirtió en una industria de 200.000 millones de dólares

Cómo un juego japonés para conseguir chucherías se convirtió en una industria de 200.000 millones de dólares

El curioso origen del pachinko en Japón y cómo se convirtió en un juego con más ingresos que Las Vegas

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Pachinko Metal Gear

Es curioso cómo a menudo la sociedad da forma a las estrategias más surrealistas con tal de salirse con la suya. La idea da para muchos ejemplos, pero uno de los que siempre me ha parecido más demencial es el de los pachinko y los gachapón.

Probablemente uno de los autoengaños más sorprendentes de Japón es el de haber intentado esquivar las leyes en contra del juego y las apuestas con algo que, evidentemente, está más atado a la ludopatía que al puro entretenimiento.

De pasatiempo para niños a industria multimillonaria

Por sorprendente que parezca, el origen del pachinko en realidad no está en Japón. El invento viene primero de su creación en la Francia de Luís XIV, y después en su popularización en la Chicago del 1900. De una máquina llamada bagatelle que, derivada del billar y con una mesa inclinada plagada de palos y una pelota que debía rebotar sobre ellos hasta llegar a su objetivo, tiene también relación con el origen de lo que luego terminaríamos conociendo como pinball.

Exportada al país nipón allá por 1930, la idea se abrazó primero en las tiendas de chucherías de Nagoya, donde los niños debían jugar con aquellas pelotas para intentar encestarlas y ganar premios en forma de golosinas.

Sin embargo, la inocencia del concepto duró más bien poco, y acabó convirtiéndose en una industria multimillonaria que hoy se vale de grandes franquicias como las de Nintendo, Marvel, o Star Wars, para llenar edificios plagados de máquinas de pachinko que, allá por por 1999 suponían más del 5% del producto interior bruto del país.

Las salas de pachinko, llamados así -como suele ser habitual en el japonés- por el ruido que hacían las bolas al chocar contra aquellos palos, son una industria multimillonaria que, aunque parece estar en decadencia por aquello de el cambio de generación, la digitalización y nuevos vicios como el de los gachas -otra historia para otro día-, siguen siendo una parte muy importante de la cultura japonesa.

Pachinko

El truco detrás de la legalidad del pachinko

Sin embargo, la parte surrealista del autoengaño que comentábamos unas líneas más arriba viene precisamente de una industria que, pese a ingresar 200.000 millones de dólares al año -más que cunas del juego como Las Vegas-, en realidad se ha hecho un hueco en un país en el que el juego y las apuestas son completamente ilegales.

¿Dónde está el truco? En que tal y como ocurre hoy en centros recreativos, los premios que se extraen directamente del pachinko no son dinero en metálico, sino fichas que una vez fuera de ese mismo salón, al otro lado de la calle y en un establecimiento regentado por la misma empresa que tiene la sala de máquinas, puedes intercambiar esas fichas por premios más cuestionables.

No es sólo que la estrategia sea tan burda como evidente, es que la adicción a este tipo de máquinas tan común en Japón, provoca que las compañías detrás de estas máquinas tengan que jugar con estrategias que vayan retocando la física provocada por los choques de la pelota.

La idea es que quienes han encontrado en este vicio una forma de ganarse la vida, no aprovechen el conocimiento previo sobre la fuerza que debes emplear para que la pelota rebote como tú quieras y puedan hacerse de oro en el proceso. Sumarle sonidos, imágenes y mecánicas de tragaperras termina de redondear un concepto que, a ojos de cualquiera que se haya acercado a alguno de estos salones, parece más que cuestionable.

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