El mítico Sinclair ZX Spectrum fue mucho más que una simple maquinita de botones gomosos: aquel microordenador de 8 bits acabó siendo un fenómeno. La mecha de uno de los mayores bums en torno a la creación de software (y videojuegos) y, en el proceso, una de las piezas clave para entender cómo el gran público normalizó el uso de los ordenadores para dar rienda a su propia creatividad.
Porque todo lo logrado por el propio ZX Spectrum y sus casi infinitas posibilidades no deja de ser una extensión de la filosofía y el brutal legado de Sir Clive Sinclair, el genio detrás de la máquina. Una mente creativa, un emprendedor valiente y, por encima de lo anterior, un verdadero visionario que supo entender y adelantarse las necesidades de la sociedad del futuro. Desde calculadoras de bolsillos a coches eléctricos, pasando por ordenadores a precios extremadamente amortizables.
Eso sí, su enorme la inquietud de Sinclair por el conocimiento, quizás su mayor característica, le vino de casta. Sir Clive Marles Sinclair nació a finales de julio de 1940 en las proximidades de Richmond, al suroeste de Londres. Esto último más o menos se podía intuir antes de que se delatase él mismo al hablar por su carácter británico y su característico cabello pelirrojo. Primero en la cabeza y posteriormente solo en la barba.
El característico acento británico de Sinclair y su silueta tan reconocible se lo debe a su padre, desde luego, pero la verdadera herencia que Bill Sinclair le dejó a su hijo no fue genética, sino su enorme sed por el conocimiento. Una curiosidad que Clive transformará en verdadera pasión.
El germen del legendario Sinclair ZX Spectrum
George William 'Bill' Sinclair, el padre de Clive, fue un ingeniero y empresario que no solo llevaba su propia compañía en Londres, sino que también colaboraba con el gobierno británico en un contexto histórico en que la reconstrucción del país era una prioridad y los avances en la ingeniería estaban en pleno apogeo.
A esto hay que añadir que los Sinclair eran una familia que promovía la curiosidad y el conocimiento y que que Clive ya apuntaba maneras desde su etapa de estudiante. Especialmente, cuando ya entrados en la década de los años 50 se topó con la que será una de sus obsesiones: el mundo de la electrónica.
El joven Clive Sinclair no solo lo encontraba fascinante todo lo que tenía que ver con la electrónica, sino que disfrutaba creando -y jugando- con sus propios circuitos por pasatiempo. Asimilaba el conocimiento de los libros y aquellas empresas en las que colaboraba para ganar algo de dinero extra, como Solatron mientras aprendía de manera autodidacta haciendo sus propios experimentos. Creando sus propios inventos y dispositivos.
Casualidad o no, ese mismo espíritu creativo acabará de un modo u otro manifestándose y contagiándose mucho después a través de los ZX Spectrum.
A los 17 años, Sinclair tomó una decisión que cambiará su vida: dejará la escuela y no irá a la universidad. Su carácter emprendedor comenzaba a manifestarse, desde luego, al igual que su creatividad. Entonces, ¿por qué no zambullirse en los conocimientos académicos? Pese a su curiosidad y su sed de conocimientos, Clive descartó iniciar una carrera universitaria en favor de continuar investigando. Aprendiendo lo que realmente quería y deseaba conocer. Siendo realmente selectivo con su tiempo y con sus conocimientos.
¿La filosofía de Sinclair? Básicamente, a medida que crecemos adquirimos más y más conocimientos y, en el proceso, comenzamos a perder ese punto de creatividad.
El toque Sinclair: adelantarse a las necesidades futuras a precios realmente atractivos
El joven Sir Clive Sinclair se posicionó en el epicentro de sus propias obsesiones con la electrónica firmando artículos propios y contribuyendo con la difusión de esta a través de las revistas especializadas de la época, como Practical Wireless y Instrument Practice. Absorbiendo el conocimiento y las ideas más vanguardistas de manos de los referentes de cada campo mientras su nombre y sus aportaciones propias comenzaban a ser cada vez más conocidos.
Llegado el momento, en 1961, Sinclair se atrevió a fundar su propia compañía, la Sinclair Radionics, y lo más curioso es cómo aprovechó su ingenio y talento para darle un nuevo rumbo a un mal comienzo: tras perder a uno de sus inversores en el último minuto, logró rentabilizar una enorme partida de transistores de aleación electrónicos aparentemente defectuosos y a precio de risa porque sabía muy bien que creando un circuito propio y adaptando a los problemas de éstos podría darles salida y hacer un buen negocio.
La otra característica que sentará la diferencia en esta primera etapa empresarial la marcarán sus conocimientos editoriales: gracias a su trayectoria en los medios impresos como autor y editor Sinclair sabía muy bien cómo y donde publicitar sus artículos en las revistas y publicaciones especializadas y de qué modo hacerlos más atractivos para los lectores y profesionales.
Como resultado de esta doble jugada maestra, el nombre -y la marca- Sinclair no tardó en hacerse conocido entre los apasionados por la electrónica. Y lo que es más importante, era asociado a productos muy versátiles y a precios realmente atractivos. Una imagen muy conveniente y que avalará todo lo que llegará después.
Una calculadora en cada bolsillo y un ordenador en cada hogar
El ascenso empresarial de Sinclair fue gradual, pero muy interesante y siempre adelantado a su propio tiempo. Comúnmente se le atribuye el diseño de la calculadora de bolsillo, lo cual pasará a ser una revolución en sí misma para el estudio de la ciencia. Incluso podríamos decir que, de manera muy indirecta, la calculadora dio pie a la creación de otro fenómeno que surgirá en tierras niponas: las maquinitas Game & Watch de Nintendo. Pero eso ya es otra historia.
Entre los inventos y productos Sinclair podemos encontrar prácticamente de todo. De televisores de bolsillo como el TV80 a su propio modelo de coche eléctricos. Sir Clive Sinclair estaba décadas por delante de las necesidades de la sociedad. Era el tipo de hombre que no se limitaba a soñar con la existencia de coches voladores: deseaba que fuesen una realidad y estaba más que dispuesto a contribuir a la causa.
No obstante, dónde más dejó su huella en la historia de la tecnología es en los ordenadores. O, más bien, en cómo logró que medio mundo se plantease tener un ordenador en casa, y en el proceso logró que un porcentaje muy importante de estos lo lograse.
Siguiendo la filosofía de ofrecer máquinas y componentes capaces de adelantarse a las futuras habilidades a precios que cualquiera se pudiese costear, en enero de 1980 lanzará el Sinclair ZX80, un microordenador diminuto en tamaño para la época y más limitado en capacidad que sus hermanos mayores, pero con un atractivo insólito: cualquiera podía hacerse con uno por menos de 100 libras de la época. Aquello era una ganga.
El modo en el que fue comercializado el Sinclair ZX80 resulta una curiosidad en sí misma. En 1980 no todo el mundo era un apasionado por la tecnología y la electrónica, con lo que originalmente el ordenador, propiamente dicho, fue lanzado como un kit por menos de 80 libras y para un público más concreto. Así, conforme el interés en aquella maquinita fue creciendo, se dio el paso para que Sinclair ZX80 se comercializase para el gran público.
Como curiosidad adicional, el nombre Sinclair ZX80 proviene de combinar el legendario procesador Z80 con el elemento X el ingrediente misterioso que hace la magia.
¿Sus armas? El ROM de cada maquinita incluye un editor, el sistema operativo y el lenguaje de programación Sinclair BASIC. Y pese a que el Sinclair ZX80 y el posterior ZX81 no necesitaban más para desatar la creatividad de los curiosos y creativos la verdadera Caja de Pandora se abrirá con el sucesor de ambas: el ZX Spectrum.
La revolución del ZX Spectrum
El ZX Spectrum. Una caja de 233 × 144 × 30 milímetros y apenas 552 gramos en cuyo extremadamente funcional diseño solo destacan tres cosas: su característico teclado, el propio logotipo de Sinclair y un alegre arcoíris que decora una de las esquinas para, de manera sutil e inequívoca, recordar a los curiosos e indecisos por la máquina que enchufada veríamos contenido a color. Siempre y claro, lo conectásemos a una TV a color, que esa es otra.
Su precio original: 125 libras si apostábamos por el modelo de 16 KB of RAM y 175 libras el de 48 KB. Según la web dineroeneltiempo.com estaríamos hablando del equivalente a 384,19 euros y 537,86 libras esterlinas de las actuales respectivamente. Muchísimo dinero, desde luego. Y pese a ello, el precio del ZX Spectrum era una locura: nadie ofrecía tanto por tan poco. Dicho lo cual, su verdadero valor no reside en nada de lo anterior. Ni siquiera su resultona CPU Z80A. El hito del ZX Spectrum reside en sus incalculables posibilidades y cómo logró que el gran público las desatase.
Como comentamos al principio, lo del Sinclair ZX Spectrum solo puede definirse de un modo: un fenómeno. El microordenador de Sinclair no era el único que había en el mercado, desde luego, y como habrás visto sus características tampoco lo ponían a la vanguardia de la tecnología, pero sus su teclado gomoso supo despertar la imaginación y creatividad como ninguna otra máquina. Y no solo eso: a día de hoy lo sigue haciendo.
Es más, el ZX Spectrum no se publicitaba únicamente como una máquina que podías amortizar en el terreno laboral o con fines de ocio, sino como una herramienta para todo. Que se amoldaba a tus necesidades. Como resultado, y tras su brutal éxito comercial, no solo se generó un bum en torno la producción de software, sino que los propios usuarios comenzaron a heredar la curiosidad e iniciativa de Sinclair a través de aquel prodigio y experimentar con sus posibilidades.
Porque, a diferencia de Atari o la NES, había montones de alternativas reales al ZX Spectrum en las estanterías, empezando por el también británico Amstrad CPC, su rival más directo, y continuando por el estadounidense Commodore 64 o un posterior Thomson MO5 francés. Pero su precio, muy en sintonía con los Sinclair ZX80, no solo contribuía a derribar la brutal barrera económica, sino que era una enorme oportunidad para que el gran público tuviese su un ordenador en casa.
Llegando incluso al punto en el que el apasionado por la cada vez más emergente informática no deseaba tener un ordenador, sino un Spectrum.
En este aspecto, para toda una generación, el ZX Spectrum fue tanto una escuela como un patio de recreo. Un entorno perfecto para aprender a programar, realizar labores rutinarias o simplemente experimentar y jugar. A veces, las tres cosas a la vez, y prueba de ello es que compañías históricas como Rare o Codemasters nacieron de estas maravillas con botones gomosos. Al punto en el que es imposible entender la Edad de Oro del Software Español sin el ZX Spectrum.
La tecnología siguió avanzando, y a diferencia de Atari (quizás, con las lecciones aprendidas) se le consiguió dar un buen relevo de hardware a través de los modelos y revisiones posteriores, como el ZX Spectrum+ y el ZX Spectrum 128 lanzados en 1984 y 1985 respectivamente. ¿Y después qué? Bueno, mientras los fans del fenómeno Spectrum continuaban poniendo contra las cuerdas los límites de hardware de aquella máquina, la compañía de Sir Clive Sinclair se enfrentaba a su propio ocaso.
El legado que nos deja Sir Clive Sinclair
Imagen de Charis Tsevis
Sir Clive Sinclair logró poner una calculadora en casa bolsillo y contribuyó notablemente a que incontables hogares recibiesen su primer ordenador, pero era un visionario y sus ideas no acababan ahí: su nuevo desafío, su siguiente barrera a derribar, era transformar la industria automovilística de abajo hacia arriba con un nuevo y revolucionario modelo eléctrico de vehículo. No obstante, el mundo todavía no estaba preparado para ello.
El último gran proyecto de Sir Clive Sinclair para su propia empresa fue el Sinclair C5, un triciclo monoplaza propulsado por electricidad a través de un sistema de baterías internas. El diseño era tan atrevido y futurista que el manillar estaba a la altura del asiento y por debajo de las rodillas. Y ojo, que estamos hablando del año 1985.
Sin embargo, el lanzamiento de aquel vehículo fue el principio del fin: supuso un batacazo comercial tan grande que no solo arrastró a la compañía sino que su división de microordenadores pasó a manos de su máximo rival, Amstrad, por la cantidad de cinco millones de libras.
Siendo justos, Sinclair no se fue con las manos vacías. Antes de lanzar el C5 la popularidad del ZX Spectrum lo convirtió en una de las personalidades más reconocidas y bien posicionadas de todo el Reino Unido. De hecho, fue nombrado caballero del Imperio Británico gracias a su éxito. No solo al comercial, que también, sino a la aportación y contribución del ZX Spectrum al actual panorama de la informática, la tecnología y el desarrollo -y disfrute- del software.
Y pese a que el Sinclair C5 se quedó bastante lejos de ser un éxito, Sir Clive Sinclair continuó explorando por su cuenta, y de manera mucho más reposada, nuevas vías de introducir vehículos adelantándose a las futuras necesidades de la sociedad.
Sir Clive Sinclair siempre fue un apasionado de la tecnología y la electrónica. Un hombre con una visión. Eso sí, siguió siendo selectivo con lo que le apasionaba hasta el final. A Sinclair no parecía entusiasmarle internet ni nada que le distrajese de su propio proceso de invención.
Según sus propias palabras, prefería usar el teléfono a un email y más de una vez opinó sobre las consecuencias negativas de crear máquinas que igualasen o superasen a los humanos en inteligencia. Lo cual tiene mucho sentido: el éxito del ZX Spectrum no nació de su poderío como máquina o su precio imbatible, sino de la facilidad con la que despertó la creatividad de quien se pone a sus teclados y esa magistral versatilidad con la que se amolda a nuestras necesidades e imaginación.
Sir Clive Sinclair dejó este mundo el 16 de septiembre de 2021, a los 81 años de edad, dejando un legado que fascinó y continúa aportando inspiración a varias generaciones de apasionados por la ciencia, la electrónica, la informática, los videojuegos e incluso conceptos más revolucionarios que son continuados por visionarios y filántropos como Alan Sugar o Elon Musk. El inventor nos dejó, el fenómeno sigue vivo.
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