Curiosidades reales sobre el videojuego Silent Hill hay para aburrir, desde el pueblo jamaicano que aparece en Google Maps al buscar el nombre, hasta la historia de cómo los desarrolladores se inspiraron en pelis norteamericanas para dar forma al pueblo. El colegio es una copia del que aparece en Poli de Guardería, sin ir más lejos.
Mi preferida, en cambio, está más relacionada con la película inspirada en el juego que en el título de Konami y, aunque la relación y similitudes estéticas siempre han estado ahí, en realidad nunca hubo confirmación oficial por parte de los desarrolladores. Hablo, como no podía ser de otra forma, de el pueblo fantasma que inspiró Silent Hill.
Un pueblo minero convertido en pueblo maldito
Convertida en una de esas tierras que pasan de mano en mano sin grandes esperanzas de ser algo más que un lugar en el que poner a pastar tus vacas, en lo que es ahora Centralia no se fundó una ciudad hasta que en 1842 una compañía minera vio el potencial de la zona. Bajo aquellas tierras había una inmensa veta de antracita, de lejos el carbón de más calidad y más valorado por su alto índice calorífico.
Para 1890, los múltiples yacimientos mineros de la zona habían hecho de Centralia una gran población de casi 3.000 habitantes, pero el paso de los años y problemas como la Primera Guerra Mundial y el crack del 29 provocaron que poco a poco tanto la explotación de las minas como la propia ciudad empezasen a decaer.
Allá por 1960, al borde del desastre, Centralia apenas mantenía poco más de 1.000 habitantes, pero pese a la reducción de su población tenía dos grandes problemas: la minería de carbón ilegal, y el uso de pozos mineros abandonados como estercolero improvisado.
Por aquél entonces una forma de deshacerse de la basura era mediante incendios controlados y, pese a los riesgos que implicaba la práctica en un terreno como aquél, eso fue precisamente lo que hicieron. El 27 de mayo de 1962, los residuos de Centralia fueron quemados y posteriormente apagados por los bomberos. Dos días después, las llamas volvieron a aparecer.
El origen del Silent Hill de Pensilvania
A los continuos intentos por apagar el fuego mediante agua o excavadoras echando tierra encima, las llamas volvían a aparecer creando agujeros que iban creciendo en tamaño y alimentando con aún más oxígeno el incendio.
Para el 9 de agosto de ese año, el monóxido de carbono que emanaba de las fisuras y agujeros que iban apareciendo en Centralia ya alcanzaba niveles letales para la población, pero a base de taponar posibles fugas, la población siguió adelante con su vida hasta que, dos décadas después, el infierno que yacía en silencio bajo sus pies empezó a provocar problemas visibles, entre ellos un agujero repentino que casi se lleva por delante la vida de un crío de 12 años mientras jugaba en su jardín.
En 1983, ya conscientes del problema que tenían bajo sus casas, aceptaron la compra de sus viviendas por parte del gobierno estadounidense y se mudaron a otras poblaciones. Sólo un puñado de familias decidió quedarse a vivir allí hasta que falleciesen, momento en el que las casas pasarían a formar parte del estado y aprobarse su derrumbe.
La carretera que pasaba por allí fue cerrada y cubierta con grandes montañas de arena para evitar que los vehículos pudiesen atravesar una población plagada de grietas en el asfalto y nubes tóxicas emanando del suelo.
El desolador aspecto de Centralia y el humo que a menudo recubre sus calles sirvieron de inspiración para la ciudad de niebla y ceniza que adornó la película de Silent Hill. Un infierno muy real que, tal y como relatan quienes lo experimentaron, rivaliza incluso con el del juego.
"Este es un sitio en el que ningún humano podría vivir, más caliente que el planeta Mercurio y con una atmósfera tan venenosa como la de Saturno. En el corazón del incendio, las temperaturas fácilmente sobrepasan los 540 grados. Nubes letales de monóxido de carbono y otros gases creaban remolinos a través de las cámaras rocosas".
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