Es algo que llevo viendo toda la vida, pero de un tiempo a esta parte tengo la sensación de que la idea del maniquí como objeto capaz de generar terror en una estancia es algo que se está expandiendo como la pólvora. Y no hablo solo del cine de miedo, ojo, sino especialmente de los videojuegos.
Recurriendo a escenarios que por la naturaleza del medio deben ser más grandes y variados, la posibilidad de encontrar en algún momento un maniquí como estrategia para asustarte o crear mal rollo parece estar a la orden del día. No hay juego de terror que no los tenga.
¿Por qué los maniquís nos generan miedo?
¿Pero en qué momento exactamente surge esto? ¿En qué punto de nuestra historia lo que debía servir como herramienta para los modistas, o incluso como parte de una expresión artística, se convierte en algo capaz de dar mal rollo? ¿Por qué los maniquís nos generan miedo?
El origen de los maniquís lo encontramos en otro objeto que de igual forma ha conseguido convertirse en protagonista de nuestras peores pesadillas: los espantapájaros. De hecho, aunque la idea del maniquí nace en Francia allá por el siglo 15, en realidad la idea de darle otro uso a aquellas figuras antropomórficas para mantener los cultivos a salvo de las aves, data del 750 A.C.
Probablemente todos tengáis en mente la típica imagen de la escuela de arqueros en un juego de construcciones medievales en el que estas unidades entrenan disparando flechas a maniquís de paja, pero el primer uso del que se tiene constancia de este tipo de herramientas está en las fortificaciones chinas, que colocaban varios de estos maniquíes primigenios a los pies de las murallas.
Lo hacían con dos intenciones, la de hacer creer al enemigo que había soldados allí apostados y que gastasen parte de su munición en intentar derribarlos, y la de que esos mismos muñecos sirviesen para recuperar de forma fácil y sin dañarlas, las flechas que habían llegado hasta esa posición.
El uso de los maniquís en el cine y los juegos de terror
A partir de ahí el concepto sigue evolucionando a la par que el diseño y construcción de esos maniquís, y su uso como estrategia militar no sólo se mantiene, también consigue ganar un gran peso e importancia en eventos como el Día D de la Segunda Guerra Mundial. Hasta la CIA hacía uso de maniquí, para hacer creer que los agentes que estaban apostados en algún vehículo seguían ahí al caer la noche, pese a estar espiando o actuando desde otro punto.
Del miedo a que aquellos maniquís fuesen en realidad soldados capaces de acabar contigo, y ante la duda de si entre todos los colocados como si fuese una maqueta había alguien escondido que pudiese suponer un peligro, en 1960 la serie La Dimensión Desconocida recoge aquellas sensaciones para trasladarlas a su capítulo Las horas posteriores.
En él una mujer acude a unos grandes almacenes para comprar y termina en una novena planta donde consigue lo que buscaba. Al volver para cambiar el objeto, alguien le dice que no hay una novena planta, descubriéndose que quienes le habían atendido eran maniquís que habían cobrado vida.
A partir de ahí la cosa no cesa, y hemos visto el uso de los maniquís aprovechando el concepto de valle inquietante -para que algo aparentemente humano resulte perturbador-, en decenas de ejemplos como el cine de terror, las series de miedo o incluso el mundo del videojuego.