Uno de los videojuegos que marcó un antes y un después en el catálogo de Nintendo 64 fue Super Mario 64, aunque con el paso de los años acabamos disfrutando de otras aventuras de plataformas en 3D igual de divertidas. Si bien no alcanzaron el nivel de este título protagonizado por Mario, una compañía que nos dejó con propuestas realmente inolvidables fue Rare gracias a obras como Banjo-Kazooie y Donkey Kong 64.
El último de ellos supuso la primera vez que Donkey Kong probó suerte con su propia aventura en 3D, aunque no estaba solo. Hasta cuatro personajes más se unieron a él para frenar los planes del malvado King K. Rool, quien pretendía arrasar por completo con la Isla DK. Eso conlleva que hay que visitar toda clase de escenarios combatiendo con enemigos, recolectando puzles y obteniendo bananas doradas.
Cada uno de estos cinco protagonistas dispone de sus propias habilidades especiales que los hacen diferentes al resto, pero también el hecho de que cada uno puede emplear su propia arma de fuego con un tono caricaturesco y muy simpaticón. Sin embargo, este hecho no fue siempre así, porque la idea original del equipo era la de apostar por algo más violento que habría provocado que el juego fuese muy diferente.
Lo cierto es que las armas que había diseñado Rare eran armas de fuego de verdad, como pistolas y escopetas. Un aspecto muy realista que hay que reconocer que no pegaba demasiado con el toque tan animado de esta entrega de la saga, pero que sirvió para dejarnos con una anécdota muy cómica por parte de George Andreas, el que fue el director creativo de este juego y el encargado de revelar cómo se dio origen al Escupecocos.
Por lo que parece ser, hubo un día que Shigeru Miyamoto se pasó por las oficinas de Rare en compañía del difunto expresidente Nintendo, Satoru Iwata, y del también difunto expresidente de Nintendo América, Howard Lincoln. Su visita simplemente era para comprobar cómo avanzaba el desarrollo del juego, pero lo que se encontró Miyamoto le dejó completamente horrorizado y con cara de pánico.
Encendimos el juego, vieron el rap y luego comencé a correr con Donkey Kong. Me colgué de unas enredaderas, recogí plátanos y ellos comenzaron a sonreír de verdad. Y luego presioné el botón para sacar el arma. No era un arma texturizada como cabría esperar, sino una escopeta realista con balas volando y con horribles efectos de sonido. Te acostumbras tanto a que las cosas estén en desarrollo, incluso si es un marcador de posición, y olvidé por completo que estaba ahí. Estoy disparando a los castores, me pongo de lado y veo una expresión de horror en la cara de Miyamoto.
Está claro que al creativo japonés no le gustó nada de nada el que Rare hubiese pensado en introducir armas reales para que fuesen utilizadas por Donkey Kong y sus amigos. Es por eso mismo que, tras ese suceso que les dejó de piedra, Miyamoto no dudó en hacer lo siguiente:
Sonrió, cogió un papel y un lápiz, y dibujó una pistola de cocos enfrente de nosotros. Tenía hojas y me lo entregó. Lo miré y dije "Oh, vaya, eso está bien, la añadiremos" y después de eso introdujimos el Escupecocos.
No cabe duda de que, si Donkey Kong o Diddy Kong hubiesen utilizado armas reales, podría haber traumado a los más pequeños y habría sido imposible volver a ver de la misma manera a estos personajes entrañables, así que tal vez lo mejor es que haya quedado en una simple anécdota.
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