Hay películas tan rematadamente malas y absurdas que, bajo ciertos prismas, despiertan cierto tipo de admiración; pero lo de Street Fighter: La Última Batalla está a otro nivel. La adaptación hollywoodiense del fenómeno de las recreativas no da pie con bola en sus 102 minutos de metraje y, pese a su prometedor reparto, con Jean-Claude Van Damme a la cabeza, reduce el videojuego de culto a una sucesión de chistes fallidos y torpes clichés de las películas de acción. Siendo más concisos, de las películas de acción que se estrenaban directamente en videoclubs.
Y pese a todo lo malo que hay en la cinta, que es mucho, las tonterías y estropicios de la primera película de los World Warriors de Capcom la convierten en una fascinante debacle. Porque Street Fighter: La Última Batalla fracasa como adaptación del videojuego, pero triunfa al perpetuar los estereotipos del cine de acción de una época muy concreta. Y pese a que se desvía por completo del material original, logra introducir torpes guiños a los juegos y las recreativas por aquí y por allá. Elementos que al principio generan rechazo, luego decepcionan y, de manera gradual, el espectador que logra aguantar hasta el final acaba aceptando desde otra perspectiva.
Llegados a este punto, merece la pena hacer una puntualización. Si bien los videojuegos llevaban más de una década presentes en las producciones de Hollywood (desde Tron a El Campeón del Videojuego), lo cierto es que las grandes adaptaciones de los éxitos de las recreativas y consolas eran un campo todavía por conquistar en la gran pantalla. Sobre todo cuando las tramas de juegos como Super Mario Bros. o el propio Street Fighter II eran casi inexistentes: en el caso del juego de Capcom lo único que había era un puñado de fichas de personajes, la escasa información de los manuales de los juegos y un par de escenas por luchador al acabar el juego. Nada más.
Con esa premisa, y partiendo de que entonces apenas había una base argumental, el grueso de los fans de Ryu, Chun Li y compañía estaban abiertos a ver prácticamente casi cualquier cosa en las salas de cine. Casi cualquier excusa para ver a sus luchadores favoritos dándose tortas en la gran pantalla sería bien recibida. Sobre todo, con un Van Damme cuya carrera iba en ascenso. Y lo cierto es que la fe de Capcom en el proyecto era total, ya que ésta asumió la mayor parte de los 35 millones de dólares de presupuesto.
¿En qué se fue esa ingente cantidad de dinero para la época? Los salarios de Jean-Claude Van Damme (Guile en la película) y Raul Julia (M. Bison) dejaron un margen de maniobra muy estrecho a Steven E. de Souza, el director del film, y eso se acaba notando en pantalla. Sin embargo, lo que tira por tierra la película es el nivel de caos generado en el rodaje y cómo este acaba afectando a la trama y el metraje. Coreografías improvisadas, descontrol en los camerinos y todo tipo de problemas. No obstante, y contra todo pronóstico, Capcom quedó encantada con el resultado final.
Y ahí no acaba la cosa: a día de hoy Street Fighter: La Última batalla sigue siendo muy, muy rentable para la compañía de Osaka. ¿Algo incomprensible? Bueno, hay que reconocer que a veces algo tan malo puede resultar curioso, entretenido y, hasta cierto punto, fascinante.
Guile vs. Bison, pero al estilo Hollywood
La guerra civil que azota Shadaloo ha llegado a un punto crítico. El capitolio ha sido tomado mientras el ejército y las milicias del general M. Bison continúan ganando terreno. Estados Unidos decide tomar parte en el conflicto y ha comenzado el despliegue de sus tropas en el sudeste de Asia, pero se ha topado con un problema delicado: Bison acaba de anunciar al mundo que hay 63 trabajadores sanitarios de las Naciones Unidas retenidos en su cuartel general. Eso sí, el dictador está dispuesto a negociar su libertad a cambio de 20 mil millones de dólares.
Bison se ha convertido en uno de los líderes más peligrosos del mundo libre. Además de poseer una capacidad bélica impresionante, sustenta sus actividades delictivas a través del narcotráfico y, más recientemente, ha comenzado a realizar experimentos con humanos para crear un nuevo tipo de soldado alterado genéticamente. Pero ha cometido un error letal: Carlos 'Charly' Blanka, el último sujeto al que ha sometido a este tratamiento en contra de su voluntad, es también el mejor amigo de William F. Guile, el máximo responsable de las tropas aliadas que acaban de desembarcar en Shadaloo. Un tipo impulsivo y con una predisposición especial a patear traseros.
Guile lidera su propio regimiento de soldados con miembros destacados de todo el mundo, incluyendo la teniente Cammy White (interpretada por Kylie Minogue), T. Hawk (Gregg Rainwater) o el Capitán Sawada (Kenya Sawada). Pero no son los únicos que tienen la intención de acabar con Bison: la corresponsal Chun Li (Ming-Na Wen) junto con su equipo de reportaje Balrog (Grand L. Bush) y E. Honda (Peter Tuiasosopo) tienen sus propios planes para derrocar al tirano a toda costa motivados por una venganza ciega.
Mientras tanto, y en mitad de todo este conflicto, dos jóvenes timadores pretenden hacer negocios furtivos: Ryu (Byron Mann) y Ken (Damian Chapa) saben que en Shadaloo se pagan muy generosamente las armas y se han propuesto sacar buena tajada de ello estableciéndose en los bajos fondos de una ciudad corrupta y decadente. Una actividad arriesgada, desde luego. Por suerte para ellos, además de ser unos bocazas con poca suerte y una habilidad insólita para meterse en problemas, también tienen talento para las artes marciales.
Con estos tres focos principales como engranajes principales de la trama, Street Fighter: La Última batalla busca alinear todos los clichés del cine de acción de las décadas anteriores al cambio de milenio. El maníaco megalómano desafía a un grupo de rebeldes con causa que, además, son luchadores extraordinarios. Y pese a que la cantidad de combates es bastante menor de la deseada y las peleas coreografiadas no son precisamente un reclamo de la cina, todo acaba desembocando en el enfrentamiento definitivo entre el bien contra el mal. El militar Estadounidense contra el pérfido dictador asiático. Guile contra M. Bison.
Un combate en el que, de manera muy indirecta, está en juego el futuro del mundo libre. Por suerte para los editores y productores del filme, tanto a Guile como a Van Damme se le dan de escándalo las patadas voladoras. Por desgracia para los apasionados del videojuego, ni los tímidos guiños a Street Fighter II logran salvar un despropósito integral que se plasmó en la gran pantalla, pero que comenzó a cocerse detrás de las cámaras.
La "última batalla" tras las bambalinas: todavía peor que el metraje
Street Fighter: La Última batalla tenía todos y cada uno de los ingredientes para ser una película de éxito en 1994. Steven E. de Souza, quien había escrito el guion de películas de culto instantáneas como las dos primeras Die Hard (Jungla de cristal), Comando, Límite: 48 horas o Los Picapiedra; se encargaría del libreto y la dirección. Una Capcom pletórica correría con la mayoría de los gastos e incluso dos estrellas del calibre de Van Damme y Julia compartirán el peso del cartel. Por no hablar, claro, el fenómeno mundial que Street Fighter y sus personajes desató unos años antes. ¿Qué salió mal?
Si bien, lo fácil sería achacar a de Souza la responsabilidad, lo cierto es que el cineasta y su equipo tuvieron que pasar previamente todos los filtros creativos y de licencias de Capcom. La compañía de Osaka era plenamente consciente y partícipe de lo que ocurriría en el filme e incluso puso algunas condiciones que gradualmente acabaron resolviéndose mediante consenso: la compañía del Blue Bomber quería que Kenya Sawada interpretase a Ryu, pero el actor nipón apenas se defendía con inglés y se le creó un personaje a medida: el Capitán Sawada. Sí, con el mismo apellido.
Como referencia, si visionamos la versión original veremos que Sawada chapurrea con torpeza la lengua de Shakespeare y que incluso una de las frases, la más compleja de su libreto, dice directamente en japonés con subtítulos. Quizás diese el porte como World Warrior, pero de Souza hizo bien en delegar en Byron Mann el icónico personaje. Con todo, Mann tuvo sus propias complicaciones y tuvo que adaptarse a días de rodajes caóticos debido a dos inesperados contratiempos que estallaron durante la producción.
- Por un lado, a Raúl Julia se le detectó un cáncer de estómago que condicionó gravemente su salud y obligó a replantear los calendarios y rodajes, de modo que hubo que ajustar las escenas a su salud de manera casi improvisada, rodar todas sus intervenciones al comienzo de la producción y reescribir una barbaridad del argumento original.
- Por otro lado, Van Damme fue todo un ejemplo de poca profesionalidad. Su desmedido consumo de sustancias y su trato con el resto del reparto fue, cuanto menos, cuestionable. Algo de lo que el belga se arrepintió profundamente muchos años después. Con todo, Capcom estaba completamente decidida a que el actor de Contacto sangriento y Kickboxer abanderase el filme.
Estos acontecimientos afectaron a todos los niveles de la producción y el rodaje, provocando cambios y reescrituras del guion poco antes de grabar o estrechos márgenes para ensayar las coreografías de los combates, lo cual se nota en pantalla tanto en la sucesión de disparates durante los acontecimientos como en las propias escenas de acción. Pero claro, de Souza y su equipo iban completamente a contrarreloj: más allá del delicado estado de Julia, la condición innegociable de Capcom es que Street Fighter: La Última batalla se estrenase en navidades de 1994. Siendo justos, dentro del total descontrol del filme, se cumplió ese objetivo.
Street Fighter: La Última batalla se dedicó a la memoria de Raúl Julia. Y pese a todos los tropiezos de la película y las notorias diferencias con la imagen proyectada por el M. Bison de los videojuegos, dejó este mundo dejando a un villano memorable. Una parodia de los grandes dictadores del cine y la vida real. Un megalómano de manual y, como veremos, uno de los personajes con las mejores líneas de diálogo en la intensa historia de las adaptaciones de los videojuegos a la gran pantalla.
15 momentos delirantes de Street Fighter: La última batalla
Si ponemos en una báscula las aportaciones del videojuego y las de las malas películas de acción a la hora de valorar el libreto de Street Fighter: La Última batalla, está claro qué balanza pesa menos. Y pese a que se trata de una mala película, hay momentos tan absurdos que es imposible no sentir cierto apego por ellos. Aquí tienes una selección de ellos.
La entrada en escena de Guile, a lo Josef Fares
¿Te acuerdas del Fuck the Oscars de Josef Fares durante los Game Awards? El Guile de Van Dame se adelantó décadas a ese momento durante su entrada en la película robándole el micrófono a la reportera Chun Li para dedicarle unas palabras a Bison. ¡Y un corte de manga también!
Lo surrealista aquí es que Bison decidió contestarle en directo a través de una absurda videollamada en la que hackeo un satélite y en la que, por arte de magia, Guile también podía ver y escuchar al tirano. Sin un pinganillo o una cámara a la que mirar durante el intercambio de palabras. Muy normal todo.
Timadores de poca monta y armas de juguete
De todas las licencias que se tomaron para la película, convertir a Ryu y Ken en contrabandistas y timadores es la menos justificable. El playboy millonario y el luchador errante llegan a Shadaloo con el propósito de hacer negocios con Sagat vendiéndole a precio de oro armas que, además, son de juguete. De hecho, no son réplicas sino de esas que lanzan pelotas de tenis. Unos genios.
Bison, un villano al que se le coge cariño
Como dicen en Rompe Ralph: ser un malo puede ser bueno. El Bison de Raúl Julia de de lo mejorcito de la película y nos deja escenas que son para enmarcar:
- Cuando Chun Li le cuenta que mató a su familia y destruyó su hogar, él responde en tercera persona: "Para usted, el día en el que Bison honró su aldea fue sin duda el día más importante de su vida. Pero para mí solo fue un martes.
- O, mientras Dalshim somete a Blanka a imágenes de guerra y tortura para reprogramar su voluntad, Bison queda algo decepcionado ya que solo se trata de un "inocente y educativo software"
Visto desde cierta perspectiva, cada intervención y frase de Bison compensa mas y menos un sonoro tropiezo de la película. Y hay que admitir que sus delirantes planes de crear una Bisonopolis o imponer su "Pax Bisonica" arquean cejas y dibujan sonrisas.
Los momentos Zangief: oro puro
Si bien Bison es el villano y aporta cierta comedia a la acción, lo de Zangief es un alivio humorístico. El gigantón ruso se posiciona en el bando de los villanos (en sustitución a un Balrog que trabaja para Chun Li) y de Souza no se corta un pelo al ponerlo como alguien con pocas luces.
Mención muy especial al momento en el que descubre por boca de Dee Jay que Bison es malvado:
- "¿El General Bison es malo? Y si lo sabes, ¿por qué le sirves?
- ¡Porque me pagaba una fortuna de miedo!
- ¿Que... te pagaba?"
El superplan de Guile
Sin entrar en demasiados detalles, Guile tiene la brillante idea de hacerse pasar por muerto durante un momento de la película. Para ello, se deja disparar y se pone unos parches de sangre falsa que, por cierto, se deja puestos hasta que, habiendo muchas horas desde su performance, Chun Li va a ver su cuerpo. ¿De verdad estuvo tumbado y cubierto por una sábana tantísimo tiempo para darle un susto a la reportera?¿Y si ella no hubiera ido?
Ni Bitcoin ni NFTs: ¡Los Bison Dólares!
Shadaloo tiene su propia moneda: los Bison Dolares. El doble plan de Bison consiste, por un lado, en crear un ejército de soldados mejorados genéticamente. Por otro lado, también tiene previsto lanzar su propia moneda: el Bison Dolar tendrá un valor de cinco libras británicas. ¿Cómo? El plan del tirano exigirá esa tasa de cambio una vez haya secuestrado a la reina de Inglaterra. ¡Un maldito genio!
Chun Li, de periodista a circense y hasta ninja a cara descubierta
Ming-Na Wen está viviendo un momento muy dulce. Su participación en Agentes de Shield, El Mandaloriano, El Libro de Boba Fett son la prueba. Sin embargo, tenía miedo que su intervención en Street Fighter como Chun-Li acabase con su carrera. Y había motivos para ello.
La Chun Li de de Souza lo mismo es una intrépida periodista que la estrella de un espectáculo circense. Y hay que reconocer que el hecho de que pase media película haciendo de rehén no ayuda. Pero lo más cuestionable es cuando alguien en vestuario consideró que debía llevar a cabo una infiltración con un traje de ninja muy, muy singular: se le podía ver perfectamente la cara.
La delirante tortura de Balrog y Honda
En algún momento de la película Bison decide torturar a Balrog y Honda. Según él, para extraer información, aunque no tiene lógica alguna. Lo curioso es que no es posible tomarse en serio a esta pareja:
- El actor que interpreta a Balrog mira a cámara mientras se ríe. Tal cual.
- Honda pasa a ser hawaiano para la ocasión y, según sus palabras, puede resistir la tortura porque al "ser sumo" puede tener la mente en un lado y el cuerpo en otra.
Lo curioso es que después de ver la espalda demacrada de su amigo, Balrog tiene la maravillosa idea de decirle que la próxima vez que su mente se vaya de viaje que le traiga una pizza. Literalmente.
El momento Superman III, otra vez
¿Te acuerdas del bochornoso momento de Superman III en el que usando un joystick arcade el villano de turno se dedica a disparar al hombre de acero? Se ve que a alguien de Street Fighter le hizo gracia o directamente se quedaron sin ideas y replicaron esa misma escena poniéndole a Bison unas palancas de recreativas para acabar con la lancha de Guile mientras se dirigía a su cuartel. Lógicamente, se trata de una escena de relleno que no lleva a nada.
¿Eso es un hadouken?
Sería injusto decir que en la película de Street Fighter no se ejecutan los movimientos especiales del videojuego, pero hasta la batalla final estos aparecen muy rara vez y de manera muy casual. Sin embargo, hay un momento que da un poquito de vergüenza ajena: durante un combate desesperado entre Ryu y Vega, el primero estira las palmas de sus manos y un destello muy fugaz aparece en pantalla. Definitivamente, el hadouken más decepcionante de la historia.
Raiu, Riiiu, Ríu, Riú...
Un detalle muy curioso para los apasionados por la versión original. Si bien, en la versión hablada en español todos llaman Ryu al personaje interpretado por Byron Mann tal y como se pronuncia, a lo largo del filme en la versión original cada actor lo llama de un modo diferente y según le da la gana sin que el director haga correcciones de ningún tipo. Hasta dónde he podido escuchar, le llaman de hasta cuatro modos diferentes: Raiu, Riiiu, Ríu y Riú.
¡El momento Kaiju!
De todos los combates improvisados del filme, hay uno que descoloca al espectador por encima de todos los demás: Honda y Zangief se enzarzan en una batalla sobre la maqueta de Bison de su ciudad y, para darle más surrealismo a la situación, el editor o el propio da Souza deciden añadirle los sonidos de las películas de Godzilla y el cine de grandes monstruos japoneses. ¿Por qué? Nadie lo sabe.
Sawada necesita ir a clases de repaso
Capcom no logró que Kenya Sawada interpretase a Ryu, aunque insistió en que tenía que estar en el filme. Y pese a que apenas un puñado de escenas, prácticamente en ninguna logra vocalizar bien sus diálogos. ¿La excepción? Tres frases sueltas que le dice a una soldado japonesa en perfecto japonés.
La última Batalla
El enfrentamiento entre Guile y Bison era inevitable. Y pese a que es la pelea más y mejor desarrollada de la película, su metraje es atroz y su climax lo más absurdo de todo el metraje: pese a que hay movimientos especiales y Van Damme se luce y está en su salsa, la cosa se desmadra cuando Bison adquiere la capacidad de volar al caer sobre unos monitores y paneles de su sala de control. Literalmente. Lo que debía ser un momento épico acaba siendo una serie de secuencias desternillantes.
La pose final: a medio camino entre el homenaje y el meme
Quizás los homenajes al videojuego hayan aparecido con cuentagotas en el filme de Street Fighter, pero el que se supone que mejor representa los sprites de la recreativa está completamente fuera de lugar: el cierre de la película concluye con todos los héroes mirando a cámara a la vez y recreando la pose de su personaje en el juego.
¿El resultado final? Una imagen que, lejos de tender lazos al videojuego de culto, hace que nos planteemos si realmente Bison tenía que haber ganado.
Street Fighter es una fascinante debacle, pero no la peor película de Chun Li
Que Street Fighter: La Última batalla sea una mala película -lo cual es incuestionable- se debe a una suma de motivos muy bien localizados. No hace falta ser crítico de cine ni apasionado por el videojuego. Otra cosa distinta es que haya por donde cogerla: sus licencias a la hora de redibujar los personajes del videojuego pueden doler más o menos en según qué casos, pero hay que conceder que, dentro de todo lo malo, a su modo resulta entretenida de principio a fin.
Porque, como ya comentamos, el filme de da Souza se estrella como adaptación, pese a que había muy poquito material argumental de donde rascar. Pero en cambio sabe ubicarse muy bien como largometraje de acción gratuita y palomitera gracias al personaje de Van Damme y sus clichés y se consagra con el Bison de Julia a través de su actuación y sus momentos estelares. Incidiendo un concepto tan curioso como interesante: Street Fighter: La Última batalla no se toma en serio a sí misma.
El Bison de Julia coquetea y se zambulle de lleno en el terreno de la comedia mediante sus diálogos y sus delirantes escenas con el resto del reparto. Sus discrepancias con Dhalsim, sus planes con Blanka, sus coqueteos con Chun Li y hasta cuando libera un fanatismo ciego con el que logra arrastrar a sus propios secuaces, como Zangief y Dee Jay, al humor. Sin sutilezas.
Julia carga con el verdadero peso de la cinta y le da nuevos matices e identidad al espectáculo. Logrando algo imposible de imaginar en los chascos de las adaptaciones actuales: una redención con el espectador más permisivo. De hecho, el Bison de Street Fighter: La Última batalla incluso logra avivar la curiosidad por volver a ver la película, aunque sea por el simple hecho de revisionar sus escenas estelares.
Capcom dio el visto bueno con la película, pero no puso todos los huevos en la misma cesta, e hizo bien: poco después del estreno de La Última Batalla se estrenó Street Fighter II, la película. Una adaptación absolutamente intachable del videojuego con una calidad de animación alucinante. El verdadero salto de los auténticos World Warriors más allá de las recreativas y las consolas.
Y, sin embargo, Street Fighter: La Última batalla no es la peor adaptación de la saga de Capcom: en 2009 se produjo Street Fighter: La leyenda, un filme centrado en el personaje de Chun-Li y un nuevo comienzo de la saga. Una película más centrada en la acción y con personajes más desarrollados y coreografías solo un poquito más elaboradas, desde luego, pero una cinta genérica que a duras penas logra entretener.
Todo lo contrario de las adaptaciones animadas y que, por efecto rebote, deja la película de 1994 como la mejor producida en Hollywood.
Street Fighter: La última batalla es muchas cosas a la vez, pero no te deja indiferente. Para algunos, entre los que me incluye, es de esa clase de malas películas a las que cuesta muy poquito engancharse cuando es emitida en televisión o aparecen sorpresivamente entre los listados de los servicios como Netflix o Amazon. Para otros, todo un ejemplo de cómo eran las cintas de acción en las que el espectáculo se imponía a todo lo demás. Estoy seguro de que para toda una generación habrá supuesto una decepción o una oportunidad perdida.
Y, sin embargo, tres décadas después sigue siendo difícil no sonreír cuando alguien sigue haciendo referencias a aquellos fascinantes Bison dólares con la cara del mismísimo Raul Julia impresa en cada billete.
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