Del clásico píxel al moderno voxel y, desde ahí, a la gran pantalla. Sobre el papel, Pixels tenía lo necesario para ser una celebración del legado arcade de Donkey Kong, Pac-Man, Q*bert, Centipede y los éxitos arcade que obsesionaron a toda una generación. Pixels podría ser una mala parodia de Independence Day producida y protagonizada por el Adam Sandler de su etapa menos inspirada. La realidad es que que sea una parodia es algo no intencionado. ¿Un desastre total? Más o menos.
Un año antes de que la fiebre amarilla de Pokémon Go traspasara la barrera que separa los videojuegos con el mundo real, Sony Pictures apostó por combinar el encanto de los clásicos, las premisas más trilladas del cine de catástrofes y el mismo personaje que Sandler interpreta en la mitad de las películas que aparece: el carismático perdedor con un talento muy especial y respuestas para todo. Además, Chris Columbus, director de Solo en Casa o las dos primeras películas de Harry Potter, estaba al timón. ¿Qué podía salir mal?
Desafortunadamente, Pixels es un espectáculo visual de luces y colores en el que las escenas verdaderamente interesantes, que las hay, se diluyen en un innecesario cúmulo de chistes sin gracia e ideas recicladas hasta la saciedad en la pequeña y gran pantalla. 106 minutos en los que Sandler funciona en modo automático en un filme que no encuentra su propia razón de ser: es demasiado infantil para quienes recuerdan los juegos originales y la selección de clásicos apenas aportan nada a las nueva generaciones de apasionados por los videojuegos.
Aparece Mario en pantalla unos 10 segundos y de fondo, sí, pero el de la recreativa clásica de Mario Bros. El cartucho que llegó a la NES sin el "Super" delante.
Pixels no es un despropósito integral. La dirección de Chris Columbus salva la papeleta de un guión con la firma de Tim Herlihy, artífice de varias de las mejores películas de Sandler (desde Billy Madison a l pésimo The Ridiculous 6, pasando por la infravalorada Little Nicky o El aguador) que también repite con Sandler todos los tópicos de sus películas. Incluyendo el no tan sutil detalle en que el nombre y el apellido del interés romántico del protagonista comienzan por la letra V y delata desde el minuto uno que Violet van Patten está destinada a cerrar la película con un beso final sin aportar mucho a la trama.
Porque Pixels se nutre del encanto de los juegos clásicos, pero en realidad ofrece poco, muy poco al espectador en lo que respecta a la trama.
Ahora bien, como comentamos no todo en Pixels es una debacle. Columbus logra que las escenas clave de la película, las partidas de videojuegos arcade a gran escala en el mundo real, verdaderamente se luzcan en pantalla combinando metraje real, personajes voxelados a grandísima escala y situaciones realmente entretenidas.
Tomando prestado con demasiado descaro la base y premisa del capítulo Antología del Interés II de Futurama y dándole el tratamiento de una superproducción hollywoodiense. Porque en Pixels es esa clase de comedias en las que posiblemente no te reirás ni una sola vez, pero sus escenas de Pac-Man o Donkey Kong justifican que te quedes hasta el final.
Space Invaders al estilo Hollywood
Es verano de 1982. Los jóvenes Sam Brenner (posteriormente interpretado por Adam Sandler) y Will Cooper (Kevin James) participaron en una intensa competición de juegos de recreativas. Cooper tenía más destreza con los juegos de gancho que con Centipede o Asteroids, pero Brenner era un fuera de serie: con solo observar la partida podía ver los patrones del juego y tomar la iniciativa. ¿Qué rutina tienen los fantasmas de Pac-Man? ¿Cómo se mueven los marcianitos de Galaga?
La llegada a la final del joven Sam Brenner estaba asegurada, pero ahí le esperaba un hueso duro de roer: Eddie "Rayo Fulminador" Plant (Peter Dinklage). Un joven sobrado de actitud que, haciendo honor a su nombre, le derrotó fulminantemente en la final. Al menos, a modo de consuelo, aquel acontecimiento de videojuegos y pionero de los actuales eSports fue grabado, encapsulado y enviado al espacio para la posteridad. Lo que ninguno de los tres viciados a los recreativos sospechaba es que eso será la condena de todo el planeta.
Estamos en 2015. Will Cooper ya no es el chaval que tomaba prestado el jarro de monedas del puesto de limonadas de su hermana para irse a los recreativos: ahora es el Presidente de los Estados Unidos. Eso sí, pese a que Sam Brenner se dedica a instalar teles y consolas de videojuegos, sigue siendo su mejor amigo. Sigue siendo un experto de talla mundial en los videojuegos clásicos, los clásicos retro, los cuales tienen muy poco que ver con los actuales. Ya no hay patrones ni se juega a vidas, sino impulsos y continuaciones infinitas. Definitivamente, el mundo ha cambiado. Y más que va a cambiar.
Como máxima autoridad del país, Cooper ha sido informado de un misterioso ataque en una de las bases de los Estados Unidos. La única pista que se tiene es un rastro que recuerda a los píxeles de los videjuegos arcade y no tardan demasiado en llegar a una conclusión rocambolesca: aquella sonda espacial de 1982 en la que un grupo de jóvenes jugaba a los marcianitos ha sido tomada como una declaración de guerra a nivel interplanetaria. Un lejano planeta ha iniciado la conquista de la Tierra y su modus operandi es enviar versiones reales de los videojuegos retro.
El mundo está en peligro y para combatir esta amenaza no se necesitan héroes de guerra, sino verdaderos frikis de los clásicos arcade. Expertos en Breakout, Space Invaders y Pac-Man. Por suerte para la humanidad, Sam Brenner no ha perdido su toque.
Pixels es una comedia de acción que nace del mismo molde que la mayoría de películas de catástrofes sobrenaturales o invasiones alienígenas. No tiene mucho más. Las tres señas de identidad son el humor con el que Adam Sandler y Kevin James aderezan los momentos menos interesantes, el descarado personaje construido para Peter Dinklage basándose en el también poco modesto Billy Mitchell y la integración de los clásicos de los arcade a modo de gran amenaza para la humanidad. Funcionando únicamente en pantalla los dos últimos.
De hecho, y siendo justos, la localización a la versión española que hace Sony Pictures España hace maravillas con respecto al humor de Sandler traduciendo y haciendo malabarismos con sus insultos fáciles y los chascarrillos basados en conceptos y personalidades populares en Norteamérica.
Haciendo por enésima vez de diamante en bruto destinado, para sorpresa de nadie, a salvar el planeta con su mismísimo presidente en primera línea de combate. Lo cual resulta paradójico, ya que Pixels nació de un corto animado francés.
Un remake de hora y media de una gran idea de dos minutos
El 8 de abril de 2010 se estrenó Pixels. No la película de Chris Columbus, sino un mucho más modesto y original corto de dos y medio minutos de duración cuya premisa era terriblemente sencilla, pero su ejecución resultaba brillante: los videojuegos retro conquistan el mundo real.
La historia arranca con un joven en Nueva York. Al depositar una vieja televisión en la basura, su pantalla explota y libera en el mundo real, como si fuese la caja de Pandora, los personajes y enemigos de los videojuegos clásicos. Una serie de simpáticas catástrofes con la medida exacta de nostalgia.
Space Invaders toma el control de las calles y sus marcianitos bombardean a los míticos taxis amarillos. Pac-Man ha conquistado por los túneles del metro como si fuesen los laberintos de sus juegos. Mientras tanto, del cielo comienzan a llover las icónicas figuras del Tetris encajándose en los rascacielos de la ciudad. Eliminando plantas enteras al encajarse sin huecos libres.
Poco a poco, como una reacción viral, el mundo real acaba contagiado por el espíritu de los juegos clásicos y acaba convirtiéndose de manera escalada en un vóxel, un píxel tridimensional, en mitad del espacio. Si le das las suficientes vueltas puede tratarse de una alegoría, aunque Pixels, el cortometraje de 2010 es puro entretenimiento y espíritu retro en una dosis muy pequeña pero acertada. Nada que ver con el remake expandido de Sony Pictures.
Sony Pictures, o más bien su división Columbia Pictures, se interesó en el concepto del cortometraje junto con el propio Sandler, quien confió en Tim Herlihy a la hora de desarrollar un libreto que aparentemente no gustó inicialmente. Tras varios cambios se introdujeron elementos como la implicación del Presidente de los Estados Unidos y Chris Columbus, quien se reunión con Sandler para otro proyecto, vió el potencial de la idea. Porque lo tenía.
Por su parte, Sony siempre ha tenido una disposición muy especial por llevar los videojuegos a la gran pantalla. Incluso antes de la creación de PlayStation Productions. Ha estado detrás de todas las adaptaciones de Resident Evil, así como de Silent Hill y también ha creado producciones originales.
Y no lo vamos a negar, el descaradísimo Product Placement de PS4, The Last of Us, ordenadores Vaio o teléfonos Xperia, entre otros, convierte un porcentaje demasiado a considerar de Pixels en un comercial.
Pixels no es la peor película basada en un videojuego, pero sí una oportunidad perdida
La brillante carrera de Adam Sandler y Chris Columbus no estaban en su mejor momento a mediados de la década pasada, y pese a que Pixels llegó después, no contribuyó a la racha de ambos.
La crítica fue fulminante con la película pero, al menos, no fue una gran debacle comercial, de los 88 millones de dólares que costó (según IMDB) se recaudaron casi 245 millones a nivel mundial. Su estreno en EE. UU. y Canadá, eso sí, mostraba la predisposición por esta curiosa mezcla de ideas con menos de 25 millones generados en taquilla.
Pixels es una película que no es fácil de recomendar. No funciona bien ni como comedia al estilo Sandler, ni como comedia romántica -que también lo pretende- y mucho menos como película de catástrofes. De hecho, todo lo que hacía especial el corto de Pixels de 2010 se esfuma. Por suerte, la producción del filme sí saca partido a esta curiosa combinación.
Hay que reconocer que el presupuesto destinado a los efectos especiales y la dirección de Columbus logra rescatar la cinta con escenas verdaderamente interesantes, incluyendo un disparatado tiroteo en el Reino Unido inspirado en las partidas de Centipede o un muy entretenido acto final que llena las pantalla de iconos del videojuego mientras se juega una trepidante partida de Donkey Kong a escala real.
Por no hablar de una ingeniosa partida de Pac-Man en la que un titánico comecocos se enfrenta a cuatro minis que representan a los fantasmas de la recreativa. Y pese a que se rinde homenaje a Toru Iwatani, el creador del videojuego, su papel pasa a manos de un actor. Por suerte, los fans de Pac-Man reconocerán a Iwatani con un discretísimo cameo como reparador de recreativas al principio de la cinta.
Pixels no es una buena película, ni mucho menos, pero al menos sus escenas esenciales logran ser entretenidas. En el camino de la idea de Francia a Hollywood se pierden todas las genialidades y la genuina simpatía del Pixels de 2010. No por ser más agradecidamente corto y brillantemente sencillo, sino por ofrecer una premisa original y simpática en la que los videojuegos clásicos se lanzan a la conquista del mundo. Una idea simple, pero resultona. Y, claro, lo bueno, si breve, dos veces bueno.
Ver 2 comentarios