Caretas fuera. Creo que Anno 1800 es el juego más completo, mejor ejecutado y más comprometido con el fan que Ubisoft ha lanzado esta generación. Lo conseguido por Blue Byte ha sido una gozada, y Tierra de Leones es el broche perfecto a tan aplaudible obra.
Las pocas horas que he podido pasar con el nuevo DLC, el cierre del que se presupone que también será el último pase anual del juego, han sido más que suficientes para constatar que, efectivamente, es una de las expansiones más grandes y prometedores que han pasado por el juego.
Un nuevo territorio y más de 50 edificios
No es poca cosa cuando te han llevado a buscar tesoros al fondo marino en un mapa con la mayor extensión de terreno disponible, o cuando ha tocado ir conduciendo dirigibles por el ártico en busca de fuentes de gas natural con las que mantener calentita a la población. Pero sí, puede decirse que aquí han echado toda la carne en el asador.
Para empezar nos cruzamos con un nuevo territorio, el sur de África, que nos presenta dos nuevos tier de ciudadanos con sus propias inquietudes y cadenas de producción. La cosa va de telares, hierbas de té y cerámica, pero lejos de lo interesante y reconfortante que resulta quedarse embobado con nuevos edificios y personitas centradas en sus quehaceres, aquí la gran baza es el sistema de irrigación.
Evolucionado de la idea de Anno 1404, la falta de fertilidad en el secarral que son las islas de Enbesa requiere medidas drásticas. Toca aprovechar los escasos barrizales disponibles para reconducir el flujo del agua a canales que pinten el suelo de verde.
Por donde crezca la hierba, también lo harán nuestras plantaciones y se mejorará el flujo de trabajo en aquellas cadenas de producción que también puedan aprovecharlo. Una idea interesante de primeras, pero un desafiante puzle que obliga a pensar y repensar cada carretera, plantación o edificio. De la gracieta inicial a la necesidad de ser eficiente en cada construcción.
Poco más se le puede pedir a Anno 1800
De agradecer es también el peso que prometen darle a la historia. No sólo por lo que puedan contar allí, que tampoco me ha parecido la repanocha, sino por cómo un juego de construir ciudades vuelve a demostrar su potencial para narrar aventuras.
Más allá del habla con este o entrega aquello, me he encontrado resolviendo puzzles y despejando caminos para que el agua otrora estancada empiece a fluir hasta crear un oasis de charcas y cascadas. Desconozco si mantendrá el nivel durante el resto de la aventura, pero debo reconocer que me quedé con ganas de ver qué otras sorpresas tiene preparadas.
Para el lanzamiento el 22 de octubre y su posterior análisis quedará el centro de investigación, la excusa con la que Anno 1800 despide la aventura añadiendo esas ideas locas habrían roto el juego hace tres DLC. El Viejo Mundo gana un nuevo tier de ciudadano y, con él, nuevos edificios y posibilidades.
Investigar para conseguir cualquier objeto del juego suena bien. Hacerlo para obtener opciones especiales como modificar la fertilidad de una isla, o cambiar a cualquier lado de la isla el pozo de una mina de arcilla, suena aún mejor. Tengo muchas ganas de seguir viendo cómo Anno 1800 cierra un juego magnífico, pero no me cabe ninguna duda que hace un año ya se merecía todos los vítores posibles.
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