El DOOM Slayer ha vuelto cubierto de gloria y vísceras en proporciones desmedidas: DOOM Eternal es una carnicería de proporciones apocalípticas. Tal cual. Un juego tan salvaje como explícito. Demencial en todos sus aspectos y demoledor hasta la médula. Una de esas pocas experiencias en las que al superar cada fase necesitas un ligero descanso, reponerte y quizás ponerte de pie para asimilar lo que acabas de ver en pantalla antes de continuar con la purga demoníaca definitiva.
Un festival de la destrucción en el que la carne y la sangre sirven como fuegos artificiales, mostrándonos el lado más visceral y explícito de una Bethesda que ha dominado la acción y la narrativa en primera persona a lo largo de esta generación y que aprovecha para sacar músculo técnico, visual y artístico con escenarios y modelos brutales. Regodeándose y siendo generosa, además, en guiños y detalles sutiles que son puro fanservice.
Ahora bien, como en la anterior entrega, DOOM Eternal sigue siendo una carta de amor para los apasionados por los shooters en primera persona al estilo de la vieja escuela. Esos en los que no contabas el número de balas, disparos o enemigos a menos que se tratase de un petardazo capaz de poner patas arriba el escenario y todo lo que se mueve en él.
Porque DOOM Eternal es sinónimo de destrucción y el sadismo no es opcional: tal y como se espera de la saga, su dificultad es infernal, de modo que superar cada tramo de nivel acaba siendo un carrusel de emociones, incluso en los tramos en los que no hay que apretar el gatillo. Siendo los niveles finales -nunca mejor dicho- una gesta dantesca.
Y, sin embargo, una experiencia que te cautiva de manera instantánea y te atrapa cada vez más. En parte debido a la escala de los acontecimientos. En parte, porque también es una gozada en lo jugable.
Un shooter tan apoteósico que su nombre se escribe con letras mayúsculas
El DOOM clásico, el de 1993, fue más que un videojuego: Jhon Romero, Tom Hall y los Carmacks diseñaron una experiencia que acabó rompiendo moldes, dejando boquiabiertos a los jugadores y estableciéndose de manera rotunda como el referente absoluto de una manera de jugar. Sencilla de entender, explosiva en lo jugable y muy intensa en ritmo. Especialmente, en los niveles más altos de dificultad.
No tardaron en aparecer sucedáneos con más o menos suerte y armas tan atronadoras como brillantemente disparatadas. Pero el juego de iD Software se imponía por méritos propios debido a tres aspectos clave: una sensación de juego casi patentable, una jugabilidad fluida como la seda, perfecta para niveles calculadamente laberínticos, y una experiencia online de vanguardia. Y DOOM Eternal es una intachable evolución de al menos dos de esos aspectos.
A fin de cuentas, a día de hoy los shooters tiran por otros derroteros: desde la acción táctica y precisa de Call of Duty hasta la experiencia en equipo de Overwatch, pasando por el imparable fenómeno de los Battle Royale. Si bien DOOM (2016) fue una sonora -y agradecida- nota discordante, su explosiva secuela extiende su propia estela aumentando drásticamente la intensidad de las partidas y apostando por el más es mejor, pero también tomando prestados y llevando a su terreno elementos concretos de los bombazos actuales.
Dicho lo cual, DOOM Eternal no busca ni aspira a inventar la pólvora, sino a ser la entrega definitiva de una saga muy consciente de su propio legado a base de reforzar lo que gustó de la entrega anterior. Al menos, en lo referente a su modo campaña.
Un desafío que, por otro lado, parece haberle quedado grande al anterior motor de iD Software: DOOM Eternal también es el buque insignia del motor id Tech 7, el cual permite generar mapeados colosales con un nivel de detalle casi artesanal, desatar en ellos interminables hordas de demonios y otros seres del inframundo, colmarlo todo de efectos y potentes explosiones y que nuestro protagonista, el DOOM Slayer, lo ponga todo patas arriba desatando un vendaval de destrucción a 60 FPS sin tirones.
Un mérito enorme si tenemos en cuenta la cantidad de finishers que podremos activar y la manera en la que podemos despiezar, trocear, punzar y hacer reventar los cuerpos de nuestros enemigos. Y no solo al hacer un remate: dependiendo del arma que usemos veremos cómo el cuerpo de las criaturas del inframundo, independientemente de su tamaño, se va descomponiendo de diferentes maneras.
Es decir, si aplicamos una ráfaga constante de energía al mastodóntico Mancubus se mostrará como pierde capas de piel. Con una sucesión de explosiones veremos los castigados interiores de un encolerizado Caballero del infierno mientras se abalanza sobre nosotros.
Un bombazo en el momento preciso y el mítico Cacodemonio (cariñosamente apodado en los 90 como la albóndiga voladora) estalla para después dejar esparcidos sus restos por el suelo. Y, sin embargo, el verdadero mérito de DOOM Eternal es que todo lo anterior ocurre a la vez, de manera masificada y a un ritmo endiablado.
Entonces, ¿hasta qué punto Bethesda da cancha a la ultraviolencia? Bueno, más allá de que ésta forma parte del ADN de la saga, en DOOM Eternal necesitaremos pulverizar, cercenar y hacer estallar a los demonios como si fueran piñatas. Incluso rematarlos de manera sádica y creativa.
A diferencia de otros shooters, nuestra salud se recupera al estilo de la vieja escuela (a base de ítems en forma de botiquines y pociones) con lo que deberemos ver a los enemigos menores como una manera de extraer munición y restaurar vida y salud. Dicho así, podría parecer una experiencia empalagosa o rutinaria, pero ahí es donde el diseño de los pasillos estrechos, los amplios escenarios abiertos y el efecto de las armas consigue brillar.
Dicho lo anterior, no todo es darle al gatillo. Si bien los combates suponen el plato fuerte de la experiencia, la campaña de DOOM Eternal brilla con luz propia, regalándonos escenarios colosales en tamaño y retorcidos en diseño.
Entornos apocalípticos con un nivel de detalle espectacular, plagados de secretos y tramos calculadamente desafiantes. Siempre pero en su justa medida. iD Software saca músculo del rendimiento de su motor ofreciéndonos la versión más acrobática y versátil del Slayer en tramos en los que se hace mucho más que coquetear con el plataformeo y situaciones dignas de un juego de Super Mario. Al estilo DOOM, claro.
Y pese a todo lo anterior, un juego bien atado a las raíces de los clásicos. De las primeras entregas de la saga. Tanto como para encandilar a quienes las saborearon en su día y, a la vez, cubrir con las máximas exigencias de aquellos que buscan un shooter explosivo, absurdamente frenético aunque robusto en lo visual y lo jugable. Demencialmente exigente en sus niveles más altos de dificultad.
Precisamente es ahí, en esos aspectos concretos, donde el sistema de progresos de DOOM Eternal se luce y sabe redondear a lo grande el conjunto.
DOOM Eternal: una butaca en primera fila al apocalipsis (con un par de manchas bastante feas)
Si bien el mayor desafío de iD Software fue reinventar DOOM tendiendo lazos al aclamado clásico, la campaña y experiencia principal que nos propone DOOM Eternal supone una continuación directa de todo el legado de la saga, asentándose argumentalmente en la premisa de Doom II Hell on Earth: tras limpiar la superficie de Marte de demonios, toca jugar el partido de vuelta en la Tierra. Y eso hace que los escenarios sean muy superiores a los vistos en 2016.
La invasión de los ejércitos del infierno se está consumando y, por no perder la costumbre, el destino del planeta y sus habitantes está en nuestras manos. Principalmente, en nuestro dedo índice y de manera excepcional en la soltura con la que reventaremos demonios a base de puñetazos demoledores, armas apoteósicas y los remates más salvajes jamás vistos en un juego en primera persona.
En lo respectivo a la campaña, completarla es una odisea de proporciones épicas. Incluso en dificultad normal lo normal es encontrarse contra las cuerdas en la gran mayoría de las grandes refriegas. Y, claro, los niveles Ultraviolencia, Pesadilla y Ultrapesadilla ya son café para los muy cafeteros.
Ahora bien, a diferencia de otros juegos en los que perder resulta frustrante, DOOM Eternal no busca el castigo ni lo promueve: con un sencillo ajuste podrás saltar entre los diferentes niveles de dificultad. Dicho de otro modo: no se penaliza de ninguna forma por subir o bajar la dificultad, aunque hay recompensas para los más atrevidos.
De hecho, que sea tan sencillo ajustar la dificultad tiene su explicación: en todos los casos la cantidad de enemigos y su velocidad se mantiene, cambiando únicamente el daño que estos son capaces de infligir al Slayer y que, por extensión, también harán uso de ataques más potentes.
Así que ni en el nivel más bajo vas a ir con ruedines, ni tampoco se busca que descartes darle una oportunidad al demencial nivel de dificultad Ultrapesadilla. Es más, ahí es donde entra en juego el soberbio sistema de progresos.
La máxima evolución que se percibe en DOOM Eternal frente al DOOM de 2016 no solo se manifiesta en los hitos del nuevo motor o el mucho más ambicioso diseño de los niveles, también se incentiva que el jugador acomode toda la experiencia a su manera de jugar conforme esta se va desplegando:
- Por un lado, a través de un sistema de personalización de armas de fuego en el que canjeando puntos y secretos es posible aumentar la contundencia, versatilidad y letalidad de los juguetitos del Slayer.
- Por otro lado, tendremos hasta tres slots de habilidades rúnicas demoníacas (mejor movilidad en el aire, ralentización del tiempo cuando estamos a punto de ser eliminados, poder ejecutar los finishers a más distancia…) que el estilo de juego del Slayer.
- Además, existen otras mejoras de traje que nos dan todavía más capacidad de adaptarnos a las circunstancias, descubrir secretos o poder de destrucción.
Lógicamente, los niveles y tramos de cada mapa de DOOM Eternal están diseñados para que el jugador exprima cada mejora del equipo del Slayer a la vez que se eleva de manera escalonadamente el nivel de reto y barbarie. Y ahí no acaba la cosa: una vez resuelta la campaña y encontrados los desbloqueables toca ir a por los niveles Maestros, versiones alternativas de tramos de la historia principal con extra de desafío y combates más intensos.
Y ahí no acaba la cosa, ya que como cualquier DOOM que se precie, también podremos activar trucos: entre los secretos repartidos por el juego es posible encontrar disquetes con los que trucar las partidas sin que eso afecte a nuestros progresos por objetivo. ¿Qué mejor remedio contra los demonios y el estrés que un asalto con munición infinita?
Además, se han ofrecido desafíos y objetivos que se desbloquean por nivel y también van rotando de manera semanal. Una especie de Pase de batalla parecido al de Fortnite que nos permitirá obtener objetos estéticos como logos, aspectos y opciones de personalización para la campaña y el multijugador.
Dicho lo cual, existe una experiencia trascendental de DOOM Eternal que, desafortunadamente, no ha sido posible poner a prueba en propiedad. Si bien hay planes para expandir la campaña del juego en el futuro, incluyéndose el primer pase anual de contenidos en las ediciones Deluxe, su único modo multijugador anunciado está cerrado hasta el día de lanzamiento.
La experiencia competitiva y de progresos en torno a DOOM Eternal más allá de la campaña toma el nombre de Battlemode, siendo un multijugador asimétrico (2 vs. 1) en la que un jugador toma el rol del DOOM Slayer y los otros dos participantes hacen de demonios con la capacidad de invocar toda clase de criaturas infernales en escenarios amplios y con generosas opciones de movilidad.
¿La mala noticia? Como comentamos un poco más arriba, esta entrega llega sin un clásico Deathmatch o cualquier otra alternativa de multijugador online. Si bien la campaña de DOOM Eternal es impecable, lo cierto es que Bethesda ha sido demasiado modesta en cuanto alternativas de juego más allá del referido Battlemode.
Un feo al conjunto que se agrava más si tenemos en cuenta el peso histórico que ha tenido el online en la saga y que el DOOM de 2016 nos voló la cabeza con SnapMap, su espectacular editor de niveles y experiencias de juego. ¿Estarán estas experiencias dentro de la hoja de ruta del juego? Por lo pronto solo es posible evaluar lo que sí ofrece, y las impresiones son muy positivas.
La opinión de VidaExtra
Sin rodeos: DOOM Eternal se resiste a ser considerado una mera secuela del bombazo de 2016 y se posiciona por méritos propios como la entrega más demencial y explosiva de toda la saga. Un juegazo con todas las letras. Y, a su vez, el capítulo más importante de DOOM. Al menos, hasta la fecha.
Una entrega esencial, no solo por la trama que tiene lugar a lo largo de su generosa campaña, que también, sino por el modo en el que ésta ata, actualiza y afianza el legado de la propia serie sin ceder un ápice del carácter que tienen los shooters de de iD Software. Los clásicos y los actuales. Y, en un mismo movimiento, encauza de manera natural el legado del DOOM original hasta nuestros días y, de ahí, lo lleva al siguiente nivel.
DOOM Eternal es mucho más que un FPS colmado de explosiones, sangre, vísceras y seres del inframundo. Es una experiencia en la que resuenan esa escala y magnitud que se ha podido ver en los grandes shooters de ciencia ficción y le insufla al conjunto ese celebrado toque narrativo en primera persona de Bethesda.
Un título que, todo sea dicho, es realmente estricto en lo jugable aunque se sabe amoldar a cualquier jugador sin que eso suponga renunciar a las expectativas generadas en torno a él. Y, sin embargo, pese a su impecable jugabilidad y el despliegue técnico y visual, flaquea en la cantidad y variedad de su propuesta online. Al menos de lanzamiento.
No te podemos garantizar el regreso del modo SnapMap o que en un futuro veremos ese incomprensiblemente descartado Deathmatch. Toca esperar a que Bethesda despliegue la hoja de ruta de contenidos. Así que en lugar de hacer cábalas e hipótesis toca evaluar lo que ya hay sobre la mesa, y las conclusiones son claras: DOOM Eternal es el primer gran pelotazo del año y, por extensión, de la década.
Imprescindible
DOOM Eternal
Plataformas | Xbox One (versión analizada), PS4, Nintendo Switch, PC y Stadia |
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Multijugador | Sí |
Desarrollador | id Software |
Compañía | Bethesda |
Lanzamiento | 20 de marzo de 2020 |
Precio | 59,90 euros |
Lo mejor
- Acción demencial en todos sus aspectos
- Una jugabilidad fina como la seda
- Su sistema de progresos es impecable
Lo peor
- Solo un modo online multijugador (al menos, de lanzamiento)
- Salvo sorpresa, sin rastro del creador niveles de DOOM (2016)
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