Crítica sin spoilers, podéis leer el texto tranquilamente.
Que nadie tema: The Witcher fue renovada por una segunda temporada en Netflix antes de estrenarse siquiera la primera y, tras haberla visto, hay razones de sobras para celebrar esta decisión. Los responsables del servicio sabían perfectamente lo que tenían entre manos, sabían que les había salido bien la jugada, y puedo confirmar sin problemas que el resultado es excelente.
Antes de seguir, imagino que más de uno ha entrado a leer esta crítica de la primera temporada de The Witcher en Netflix, estrenada hoy mismo, buscando la respuesta a la pregunta sobre si estamos ante la nueva Juego de Tronos o no. Como la dichosa comparación me da un poco de pereza, quiero quitármela de encima lo antes posible: no, The Witcher no es Juego de Tronos, es otra cosa.
Obviamente ambas obras comparten elementos propios del género fantástico en el que se circunscriben, pero mientras las novelas de George R.R. Martin apuestan por un abanico enorme de personajes complejos pergeñando todo tipo de conspiraciones y juegos sucios para alcanzar el poder, las de Andrzej Sapkowski son más contenidas y directas.
En muy resumidas cuentas y sin querer contaros más de la cuenta, la historia de Geralt de Rivia es la de un personaje, un brujo en este caso, que se gana la vida como puede aniquilando monstruos a cambio de unas monedas y al que la sociedad, por otro lado, detesta. A partir de ahí, todas las ramificaciones y matices que queráis.
Para ir zanjando el tema, ya le he dedicado más palabras de las que me hubiera gustado a la comparación, sólo diré que quien entre en The Witcher buscando una buena historia de corte fantástico, como sucede en Juego de Tronos, la encontrará. Sin embargo, aquel que venga en busca de una serie basada en conspiraciones palaciegas y tejemanejes varios, aunque algo de eso también hay en The Witcher en menor medida, se dará de morros en su lugar con borbotones de sangre, espadazos, cuchilladas, hechizos y magia. Dos caras del fantástico que se disfrutan al máximo, claro, y que comparten ciertos elementos mientras mantienen su propio sello distintivo.
The Witcher, una serie brutalmente fiel a la obra original
Se ha repetido hasta la saciedad, pero lo haré una vez más: The Witcher, la serie de Netflix, está basada en las novelas de Andrzej Sapkowski y no en los videojuegos de CD Projekt RED. Lo cual no es óbice para que cualquier fan de los juegos que no haya pasado por los libros no pueda encontrar aquí una muy buena serie protagonizada por uno de sus personajes favoritos, por descontado. De hecho, a nivel visual y de diseño, por ejemplo, no es complicado encontrar paralelismos entre el avatar que podemos manejar en los juegos y el Geralt encarnado aquí por un magnífico Henry Cavill; entre los parajes que hemos podido recorrer con un mando en las manos y los que vamos a contemplar en la serie.
Estábamos hablando de Geralt, ¿no? El rivio es el protagonista indiscutible de la serie, pero voy a hacer un apunte antes de que se me olvide: Yennefer, como personaje, está pidiendo a gritos arrebatarle el puesto al brujo. Por ahora no diré más, ni quiero ni puedo, pero la historia de Yennefer, con sus orígenes, sus motivaciones, su transformación y su evolución, me ha gustado tanto como la del propio Geralt.
Lo curioso del asunto es que Lauren Hissrich, creadora de esta adaptación para Netflix, ha llegado a reconocer que en el concepto inicial de la serie la protagonista iba a ser Ciri y no Geralt (y La Dama del Lago la novela a adaptar en lugar de El Último Deseo, la finalmente elegida). Digo que es curioso porque, si bien es cierto que Ciri cierra el trío principal de protagonistas, su trama es la que menor peso parece tener por ahora. Que no se me malinterprete: todo lo que tiene que ver con Ciri en la serie es sumamente interesante, sobre todo si uno sabe de antemano hacia dónde se dirige la trama principal, pero creo que las partes protagonizadas por Geralt por un lado y Yennefer por el otro tienen mucha más chicha.
No lo he comentado todavía, pero cualquier miedo que alguien pudiera tener acerca del nivel de producción de la serie, incluso tras haber visto los tráilers, se disipa en el primer minuto del primer capítulo. No quiero destripar nada sobre cómo arranca, pero podéis estar tranquilos. Todo luce espectacular y, salvo una cosa muy puntual del capítulo cuatro que quizás ha quedado un poco por debajo del conjunto de la serie, nunca aparece esa temida sensación de estar ante un producto barato o descuidado. Al contrario: aquí tenemos serie fantástica y de primer nivel para rato.
Espadazos, magia y un particular sentido del humor
Otro punto fuerte del que me gustaría hablar es el mimo y el acierto con el que el equipo de la serie ha trasladado el tono y los personajes de las novelas a televisión. No hay estridencias: el Geralt de Netflix es el Geralt de Sapkowski, un tipo educado con un particular sentido del humor, quizás algo más punzante en su versión de papel, al que la mayoría de la gente no quiere ver ni en pintura por su condición de brujo y que no duda en desenvainar la espada cuando la ocasión lo requiere.
Y hablando de humor... ojo a Jaskier, un bardo que entabla una curiosa amistad con Geralt y que es el contrapunto graciosete del brujo. Es el tipo de personaje al que o bien le coges cariño o lo acabas detestando, no tiene término medio. Cumple su función, claro, pero, sinceramente, no soy demasiado fan del trovador. Me gusta más cuando el tono de la serie tira hacia el lado oscuro y Geralt suelta algún comentario jocoso inesperado que cuando se abre por completo a las bobadas de Jaskier. Por suerte, no se prodiga en exceso.
Un inciso: el propio Cavill comentaba hace unos días (ahora mismo no recuerdo dónde, ya me vais a perdonar) que él mismo se ha encargado de interpretar las escenas de acción para que no haya la más mínima disonancia entre lo que sucede normalmente antes, durante y después de este tipo de escenas cuando hay dobles. De esta forma, las secuencias fluyen de manera más natural. Y añado que son muy salvajes, sobre todo cuando hablamos de espadazos...
También hay un claro paralelismo en cuanto a la estructura narrativa utilizada en la novela con respecto a la de la serie: tal y como sucede en la obra original, los hechos relatados en la serie no están narrados de forma lineal. Por otro lado, es evidente que para darle forma a los capítulos se han tomado una serie de licencias que modifican las distintas situaciones en las que se ve envuelto el brujo. Estas licencias no sólo son comprensibles, sino que están muy bien construidas y funcionan perfectamente en pantalla.
Junto a estas pequeñas modificaciones necesarias para saltar del lenguaje propio de las novelas al vocabulario audiovisual, hay otros muchos detalles que dejan claro el completo respeto con el que se ha tratado la obra de Sapkowski. Lo vemos, por ejemplo, en la traslación prácticamente 1:1 de determinados pasajes o elementos del papel a la pantalla. Frases del escritor que, a modo de simples guiños e incluso en ocasiones de forma no tan inocente, han sido transformadas en un plano determinado o en una secuencia concreta con total exactitud.
La opinión de VidaExtra
En definitiva, The Witcher ha venido para quedarse. La primera temporada consta de ocho episodios y, como decía al principio, ya tiene asegurada una segunda. La obra de la que bebe cuenta con material de primera y en cantidades suficientes como para que el excelente nivel del que hace gala la serie se mantenga sin problemas y nos permita disponer de una serie de corte fantástico de cabecera.
Creo no equivocarme al asegurar que tanto los fans de las novelas como los de los juegos están de enhorabuena con la adaptación de The Witcher que nos trae Netflix.
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