Un sonido. El ruido tras el click del botón en algo tan simplón como confirmar que vas a empezar a jugar y no apagarás la consola mientras se está guardando la partida. Francamente, ni siquiera recuerdo qué rezaba esa caja de texto previa a todo lo que estaba por llegar en Kingdom Hearts 3, pero podría describir con todo lujo de detalles la sensación al volver a escuchar ese mítico sonido.
Sin ser yo un gran fan de la saga, y habiendo tenido que acudir a resúmenes para enterarme de todo lo que se ha cocido en la historia a mis espaldas, es un retorno que inevitablemente emociona. Han pasado 16 años desde que escuché ese sonido por primera vez y ahora, 25 horas después de escucharlo por última vez, Kingdom Hearts 3 ha cerrado el ciclo.
Un cierre que no ha sabido aguantar las expectativas
Me molesta no poder decir que lo ha cerrado de forma maravillosa, y de hecho reconozco haber pasado un par de minutos recapitulando esa última línea, pero por mucho que haya disfrutado Kingdom Hearts 3, no sería justo perdonarle así como así un buen saco de razones de las que calman entusiasmos.
Detrás de él hay un grandísimo trabajo, no pocas sorpresas que afortunadamente no han destrozado los vídeos de presentación y, sobre todo, un sistema de combate que sigue siendo toda una delicia si lo abordas con cabeza. Ágil y efectivo, pero también milimétrico y muy estratégico.
Sin embargo no es el cierre que servidor esperaba. Ni a nivel de historia, ni de explotar la licencia Disney, ni mucho menos de ofrecer un diseño de niveles y retos que sirvan para cerrar este capítulo con un sabor de boca inmejorable. Kingdom Hearts 3 da carpetazo a una trilogía de ocho juegos (por estúpido que pueda sonar eso) acusando un agotamiento que afecta a casi todo, desde la trama hasta las invocaciones.
Falta garra y originalidad en todo lo que no sea liarse a espadazos contra un jefe, midiendo las distancias y sabiendo en qué momento debes esquivar, contraatacar o correr por tu vida mientras buscas en el menú la última poción que te queda. Sigue habiendo esa magia que nos enamoró en un combate contra Sefirot hace más de una década y, a pesar de todo, si es eso lo único que te interesa de Kingdom Hearts 3, no vas a salir decepcionado.
La llave espada, el auténtico protagonista de Kingdom Hearts
Lanzándose una vez más a un sistema que respira más acción que RPG, los combates de Kingdom Hearts 3 son el mayor espectáculo que ofrece el juego. Una fanfarria que sabe a gloria y que aquí viene apoyada por un despliegue de luces más brillante y espectacular que en ninguna otra entrega.
Las nuevas llaves espada cuentan con un sistema de combo con distintas transformaciones y ataques finales, todos únicos para cada una de ellas, que resultan tremendamente satisfactorios. No hay nada como empezar a puro mandoble y acabar viendo cómo la propia arma invoca tentáculos de Kraken para atacar a todo lo que hay alrededor.
A todo eso se suman los sistemas que hemos ido viendo en anteriores entregas, cobrando especial importancia los disparos con la llave espada y el modo acróbata para acabar de ampliar y agilizar la mezcla en lo que a la ya mítica arma se refiere. Es fantástico ver cómo un sistema de combate va creciendo con el paso de los años hasta llegar al zénit que aquí se propone.
Ayuda muchísimo que en todo momento Sora sea como un perro de presa, lanzándose hacia el enemigo por muy lejos o alto que esté, y consiguiendo con ello que perseguir a jefes asquerosamente escurridizos nunca se vuelva lento o torpe. No hay queja posible salvo por la dificultad que, en modo normal, le ha permitido a mi pareja hacer enormes combos a base de machacar botones sin tener ninguna experiencia con la saga o cualquier videojuego de este estilo. Recomiendo encarecidamente apuntar más alto ya desde el inicio para disfrutarlo como se merece.
Espectáculo (casi) vacío
En gran medida casi todo eso que recuerdas con cariño del combate de Kingdom Hearts sigue ahí, desde saber en qué momento atacar y cuándo toca correr por el escenario a la espera de que el enemigo dé un paso en falso, hasta saber aprovechar cada magia frente al momento o monstruo idóneo.
El repertorio de Sora no viene solo, lo acompañan un puñado de ataques especiales de Donald, Goofy y el compañero adicional que esté contigo en ese momento, sea Jack Sparrow o un gólem de hielo de Frozen, y como ya habrás adivinado por el bombo que le han dado desde los vídeos promocionales, también un compendio de atracciones de los parques Disney.
En ciertos momentos veremos cómo un retícula verde ilumina a un enemigo y, si antes de que desaparezca, atacamos, ganaremos un ataque especial en forma de tiovivo, tazas o nave con pistola láser. El entusiasmo por la idea aguanta un par de horas, lo suficiente para haber visto todos ellos un buen puñado de veces, habiendo comprobado además que son bastante más inútiles que seguir aporreando el botón de ataque. Sólo el tren, mucho más limitado y que goza de un par de momentos estelares, siendo el segundo de ellos un espectáculo que da para aplauso, se salva de la quema.
Lo mismo ocurre con las invocaciones, elementos míticos de la saga que, a falta de descubrir opciones secretas que se me hayan escapado, son tan enrevesados e incómodos como poco efectivos. En el mejor de los casos tienes a Simba dando saltos de fuego (no le busquemos una explicación), mientras que en el peor tienes un experimento de la mano de Ralph y otro de Stitch que habré usado un par de veces. Mala idea lo de esconder un minijuego en algo que te puede salvar el pellejo en un duro combate.
Disney frente a Square Enix
Pese a todo lo que puede hacerte arquear la ceja en Kingdom Hearts 3, hay momentos que son para quitarte el sombrero. En lo gráfico, con una estabilidad tremenda, ya hay suficiente para gozarlo fuertísimo (lo del segmento de Piratas del Caribe y los gráficos realistas, incluso en la definición de Donald y Goofy, es para no creérselo), pero es que el trabajo en algunas cinemáticas me ha hecho cuestionarme en más de una ocasión si lo que estaba viviendo era un segmento de una película.
Mención especial merece una escena de Enredados con el caballo como protagonista que es sencillamente espectacular. El trabajo de los modelados, de las animaciones de cada personaje, de cómo la cámara se coloca en posiciones perfectas, dignas de una postal, es realmente increíble. Desconozco hasta qué punto ha metido mano Disney en ellas, pero chapó por ello.
Lástima que choquen tanto con el trato que se da a cada una de las historias de la marca. Algunas repiten punto por punto lo que ya hemos visto en sus películas (sí, hay canción de Frozen, y es un momentazo). Otras optan por historias alternativas que no tienen ni pies ni cabeza, pero en general siempre son mejores que cuando el sindiós de la trama principal empieza a asomar el hocico.
Más me molesta que el diseño de niveles, salvado aquí por cómo juega con las plataformas y la verticalidad, aproveche tan poco el buen trabajo que hay detrás. Desde los bosques de Enredados, que podrían representar cualquier otro cuento, hasta la persecución de Elsa en una montaña helada que parece no tener fin y confirma salto tras salto no tener personalidad. ¿El colmo? Una recreación de Port Royal absolutamente fantástica (y no es ni de lejos la única gran baza del mundo de los piratas) que queda relegada a una absurda misión en la que recoger una cantidad insultante de ítems.
Sora y el mayor culebrón de la historia del videojuego
Lo comenté en su día cuando repasamos la historia de la saga e inevitablemente tengo que reafirmarme aquí. En algún punto del camino a Square Enix se le ha ido de las manos la historia de Kingdom Hearts y, por mucho que se esfuerce, se le hace imposible mantener una coherencia entre todo lo que ha creado.
La unión con los mundos de Disney es ya sólo una excusa para una historia que no tiene nada que ver, provocando así que problemas como ayudar a Conejo a recoger fruta en el libro de Winnie the Pooh (una sucesión de minijuegos sin chicha) choquen de lleno con la premura que pide una epopeya en la que se supone que deberías estar haciendo algo para salvar el mundo.
Tanto se lía el asunto que, pese a iniciarse con toda la intención de aclarar las cosas y llevarte de la mano, pronto se va al traste y hasta los personajes bromean sobre ello. Al paso tiene que salir Pepito Grillo para romper la cuarta pared y decirte que, si tú tampoco te has enterado de nada, puedes leer sobre lo ocurrido en los menús.
Suerte que las declaraciones vertidas hasta la fecha y el propio final (café para los muy cafeteros que abordaremos en otro momento) apuntan a un más que necesario borrón y cuenta nueva. Por lo demás, ni de lejos un cierre que haya conseguido emocionarme o, como mínimo, aportar esa necesitada coherencia.
La opinión de VidaExtra
Kingdom Hearts 3 parecía tener todo lo necesario para ser uno de los juegos del año, pero la longitud del desarrrollo parece haberle pasado factura. No hay nada que el usuario afín no se huela a distancia, ni para lo bueno ni para lo malo, así que sabiendo a qué nos enfrentamos es fácil agarrarse a todo lo muy bueno que ofrece olvidando por completo lo que no está a la altura de la espera.
Kingdom Hearts es lo que ocurre cuando las ganas de rentabilizar una franquicia se descontrolan y, en general, debería servir de ejemplo para quienes crean que vale todo. Con su última entrega salvan un maremoto que parecía imposible de sortear y, apoyados en la nostalgia y unas bases que siguen siendo igual de sólidas y divertidas que el primer día, Kingdom Hearts 3 se cierra con sabor a juegazo. No el que esperábamos, no el que debería hacer que te lances de cabeza a por él y, desde luego, no el que merecemos, pero sí una muy grata experiencia que todo el que haya portado una llave espada en algún momento de estos últimos 16 años sabrá apreciar.
A favor
- Su sistema de combate sigue siendo una maravilla
- A nivel visual y de cinemáticas, es para quitarse el sombrero
- Lo bien trabajado que está todo lo que huele a Disney
En contra
- Su historia no es el cierre que habríamos podido desear
- Mundos poco aprovechados y/o "repetidos"
- Poco contenido endgame
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