Hace ya muchos años que me ocurrió por primera vez. Desperté en mi cama sin conocer mi nombre, así que en plenas facultades decidí si ponerme uno propio o que alguien lo escogiera por mi. Eran echas de fiesta y jolgorio que incomprensiblemente se mancharon de sangre con la llegada de un enemigo a todas luces indestructible. Había llegado el momento de que el niño se convirtiese en hombre y se embarcase en una épica aventura para salvar a su pueblo.
Conocí lugares mágicos y aprendí el noble arte de las armas mientras otros descarriados como yo se unían a mi lucha contra el mal. Morí, resucité, y vi como mis compañeros hacían lo propio. Me hice de oro y continué mi camino suicida en vez de montar una multinacional de bebidas carbonatadas y convertirme en el rey del mundo. Un paso ilógico, sí, pero motivó mi llegada al final de la aventura descubriendo que el malo era mi padre, que la chica repelente se convertiría en mi esposa y que seguiría viviendo en aquél pueblucho de mierda durante el resto de mi vida. Lo peor de todo es que he pasado por el mismo calvario decenas de veces. Todo esto ya ha pasado, y volverá a pasar.
Los que seáis aficionados a los RPG (el arma no, el género de videojuegos) probablemente os habréis sentido identificados con este texto. Se trata de uno de los géneros que más clichés mantiene con el paso de los años, y parece que los japoneses de desarrolladoras como Square Enix no tienen ninguna intención de que eso cambie. Para recordar cada uno de ellos y de paso echarnos unas risas gracias al diagrama realizado por Joe Juba y traducido por el usuario gt7h1.
Vía | Pixfans
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