Las últimas actualizaciones de Starfield han introducido un montón de nuevo contenido, cambios y mejoras y arreglos. La Alianza de Rastreadores y sus contratos de cazarrecompensas es lo más destacado y que escapa a las nuevas microtransacciones de Bethesda en el sistema de Creaciones. Al menos en su misión inicial, luego la cosa cambia.
Estos rastreadores fueron a buscarme a la Logia y me invitaron a unirme a ellos. Ya conocían mis hazañas, pero no fueron suficiente. El Agente NA-10, apodado Nadie, creyó que no iba a ofenderme al decir que primero tenía que pasar una prueba y que encima debía ir con otro rastreador (Roach) para que me echase un ojo. Soy un Nivel 64 que revienta Estelares de tres tiros y se enfrentó a las CU junto a la Flota Carmesí en una guerra abierta en el espacio. ¿De qué prueba hablas, colega?
Los Rastreadores de Starfield son unos inútiles: no valen ni para encontrar a alguien
El objetivo se llama Hannibal Eutropio, apodado El Ladrón de las Estrellas. Su recompensa está en 10.000 créditos. Roach dice que todavía está en libertad porque no le han enviado a capturarlo y que espera que yo no sea un obstáculo para conseguirlo. Una pena que Starfield no tenga diálogos para echar en cara cosas dichas en el pasado porque me hubiese quedado a gusto.
Adrastros Dakota, una pieza acusada de hurto mayor, allanamiento, fraude y más, es mi primera parada en el rastreo de Hannibal. Me espero una conversación peligrosa y desafiante al asaltarlo en un callón de Akila, pero en su lugar me encuentro con un hombrecillo asustado que suplica por su vida. No me cuesta mucho sacarle toda la información que necesito.
Hannibal se encuentra en una estación espacial remota y Roach quiere un buen plan para que no vuelva a escaparse. Mi nave, la Bismarck, es un pequeño destructor capaz de llevarse por delante una estación, así que propongo la solución más evidente: "Me gusta el plan de reventar el taller y sacar a Hannibal de entre los escombros".
Pero no, el señorito quiere al objetivo con vida y dice que cuesta mucho identificar cuerpos en el espacio. Es una pena que no exista algo llamado Escáner que llevo utilizando durante varias vidas en Starfield para identificar todo tipo de seres. Y para rematar, dice que hay pocas naves con esa potencia de fuego.
No me gusta fardar sin pruebas, así que comparto una captura de mi nave sin actualizar (la estructura ha cambiado ligeramente, pero el armamento es el mismo) y vosotros juzgáis si mi nave tiene o no la potencia de fuego para enfrentarse a un grupo de maleantes en una estación espacial abandonada. No es que mi nave no tenga suficiente potencia, es que Roach quiere coger su chatarra con alas.
Utilizamos a Adrastros para entrar en la estación Troceadero sin violencia. Insisto que yo la hubiese reducido a polvo estelar con mis torretas. Una vez dentro, se dan cuenta de inmediato que no somos aliados y Hannibal comienza su fuga mientras sus hombres tratan de frenarnos.
Me basta mi pistola para despachar a los maleantes y avanzar por la estación en busca de los códigos para abrir una de las naves del astillero, soltar una cápsula y crear una explosión que desbloquee el bloqueo de seguridad. No paro de pensar por qué nos hemos metido en esta lata ingrávida.
Recorro la estación de extremo a extremo para liquidar a todos los seguidores de Hannibal. La misión dejó de ser rentable desde hace rato: he gastado casi todas mis balas de pistola. No hay recompensa que compense esta pérdida, ni siquiera los 10.000 créditos que vale la cabeza del objetivo.
Sobra decir que Hannibal no está al final de la estación espacial. Encontramos a Deke, su socio y un pusilánime de mucho cuidado. Reprimo mis ganas de pegarle un tiro y le digo a Roach que se lo lleve a la nave. Mientras, la voz del desgraciado suena por los altavoces:
Hola, Rastreadores. A estas alturas seguramente habréis encontrado a mi socio y es evidente de que no soy yo. Y que yo no soy quien dice ser. Menuda faena, ¿eh? En fin, si miráis fuera veréis que voy a llevarme vuestra preciosa nave. Gracias, por cierto. Pero no os preocupéis, no os dejaré aquí tirados. No soy tan malo. Encontraréis cerca un contenedor con la llave de una tartana que debería aguantar lo suficiente para llevaros a casa. Os he dejado otras golosinas también para que no haya renconres entre nosotros.
Admito que los regalitos del desgraciado están muy bien, especialmente el Cortador de Rompenaves. Me monto en la tartana que nos ha dejado y pongo rumbo a Akila. Si Starfield me lo hubiese permitido, habría mirado a Roach con cara de "te lo dije, bobo" durante todo el camino... pero supongo que la tecnología no da para tanto.
"Entonces, Roach, ¿cómo evalúas el rendimiento de tu colega?", dice el Agente NA-10 cuando llegamos a la base y explicamos todo lo ocurrido. Responde de forma positiva, ¿pero qué va a decir? Su plan ha fracasado y lo único que hemos hecho bien (matar a los seguidores) ha sido tarea mía. Si me hubiese hecho caso, la misión casi hubiese durado lo mismo que un clip de Twitter.
Antes de acabar, el Agente NA-10 dice que debo escoger un apodo por el que se me conocerá en la Alianza de Rastreadores. Es una lista predeterminada, pero hay unos cuantos: Terror, Tempestad, Sombra, Espectro, Bestia, Guerra Relámpago, Mantis, Acecho Nocturno, Nova... Sin embargo, escojo Cuervo por dos motivos: me gustan mucho los cuervos y es un pequeño homenaje al personaje de Destiny 2.
En definitiva, mi primera impresión de la Alianza de Rastreadores es que son un grupo de inútiles ahogados por las malas decisiones y una burocracia totalmente innecesaria. Mi admisión en la alianza es la decisión más sabia que han tomado en lo poco que les llevo conociendo. ¡Con lo fácil que hubiese sido reventar la estación y llevar el cuerpo!
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