La música de los videojuegos en ocasiones se acaba convirtiendo en uno de los apartados determinantes a la hora de que un videojuego nos acabe impactando más o menos. Unos temas memorables pueden conseguir que un título gane muchos puntos o acaben perdurando en la memoria de los usuarios por muchos años que pasen. Seguro que mientras leéis estas líneas os viene algún que otro ejemplo a la cabeza.
No obstante, hay veces que los temas que se componen no están ahí por mera casualidad o simplemente para escuchar algo de fondo. Los compositores realizan un trabajo excepcional para transmitir todo tipo de sensaciones dependiendo del ritmo o los compases que se escuchen, como bien ha querido demostrar la universidad Dan School of Drama & Music de Queen que ocurre en The Legend of Zelda: Breath of the Wild.
Como bien explican en el vídeo que tenéis situado más adelante, en el que se lleva a cabo un extraordinario análisis de cómo afectan los ritmos a la hora de escuchar un tema, todo esto puede provocar en las personas que se altere la forma de cómo perciben la velocidad a la que pasa el tiempo. Con esto se consigue influenciar en los jugadores para que crean que un periodo de tiempo es más corto o largo de lo que es en realidad.
Por ejemplo, cuando escuchamos un ritmo más lento puede dar la impresión de que el tiempo es más largo y por lo tanto se experimenta un aumento de la percepción del tiempo, del mismo modo que ocurre lo contrario si es más rápido.
El jugador así ajusta su ritmo al de la música. Un ritmo más rápido comprime el flujo de tiempo percibido para transmitir una sensación de prisa y agitación para que aumente nuestra velocidad. Tan solo tenéis que pensar en Sonic the Hedgehog cuando el erizo de SEGA está a punto de ahogarse o en Super Mario Bros. cuando se nos agota el tiempo.
Sin embargo, el análisis llevado a cabo por la universidad de Queen, ha demostrado que el ritmo no es necesario que fluctúe para que influya en el jugador y precisamente ahí entra en juego la tonalidad, otro de los aspectos tan responsables de que percibamos el tiempo de otra manera.
Si habéis jugado a The Legend of Zelda: Breath of the Wild recordaréis la música de los Bosques Perdidos con esa melodía tan misteriosa y que tan solo está formada por unas pocas notas que no hacen más que repetirse constantemente. El tema provoca que los jugadores no sean conscientes ni de la longitud que tiene ni cuántas veces se ha reproducido en bucle.
Su ritmo rápido e impredecible o la ambigüedad tonal, que no hace más que aumentar y disminuir y afectar a la manera de percibir el tiempo, forman en conjunto una pieza musical que afecta de tres maneras al flujo del tiempo: una música que provoca que mantengamos un ritmo acelerado, nos distrae de nuestros temporizadores cognitivos y nos deja confusos por su falta de patrones y progresiones.
La intención es que el jugador se sienta perdido tanto al escuchar la música como al adentrarse en cualquiera de los laberintos en los que suena de fondo esta melodía. Sin duda es una técnica brillante para convertir una ubicación en concreto en un lugar realmente especial en el que solo desearemos escapar de él o llegar hasta el final a toda velocidad, a pesar de no tener un límite de tiempo.
En resumidas cuentas, un análisis muy loco y maravilloso que os recomendamos que no os perdáis y que probablemente hará que la próxima vez que juguéis a cualquier videojuego permanezcáis más atentos todavía a su banda sonora. Y por supuesto un trabajo digno de aplaudir, tanto el de la universidad de Queen, como el del compositor Manaka Kataoka por lograr que los temas de Breath of the Wild sean espléndidos y escondan tantas curiosidades.
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