Si alguna vez has abierto un cartucho de NES (sin ver un videotutorial) te habrás llevado una sorpresa: la placa que contiene el juego ocupa muy, muy poco espacio, con lo que casi todo el interior está vacío y desaprovechado. ¿Era necesario usar tanto plástico en ellos? Como verás, Nintendo tenía sus razones.
Hablando en propiedad, los cartuchos de NES tienen su nombre oficial: Nintendo Entertainment System Game Pak. A efectos prácticos, el Game Pak de NES o simplemente Game Pak. No son los cartuchos más grandes, pero en casos como los titánicos juegos de la Neo Geo se arropaban placas "idénticas" a las de los arcades de SNK. Los de la 8-Bits de Nintendo, no obstante, eran el equivalente a los de unas Famicom japonesas cuyos cartuchos tenían diferentes tamaños, formas y colores, pero que -por lo general- ocupaban aproximadamente la mitad. Las placas de ambas consolas, sin embargo, eran muy parecidas.
Partiendo de lo esencial, la Famicom es el equivalente a la NES en Japón, pero técnicamente no son la misma consola: sus juegos no son compatibles entre sí, dado que su placa es de 60 pins frente a las de 72 pins de las 8-Bits que se comercializaron en América y Europa. Por no hablar del Disk System que no veríamos en occidente y que habilitó el The Legend of Zelda original o el auténtico Super Mario Bros. 2.
Como es natural, reimaginar los cartuchos de la Famicom para los mercados occidentales implicaba sí o sí rediseñar toda la consola. Sin embargo, la clave de este movimiento no está tanto en la estética, sino en cuándo Nintendo decide dar el paso: a mediados de los 80 se vivía en Europa una fiebre por los microordenadores y en Japón estaba estallando la popularidad de Mario y Dragon Quest, pero la industria de los videojuegos en Estados Unidos estaba al borde de desaparecer. Al menos, hasta que llegó Donkey Kong.
El éxito de Nintendo se debió a sus juegos... Y a sus cartuchos
Donkey Kong fue el éxito que necesitaba Nintendo en los videojuegos y estuvo buscando durante muchísimo tiempo. Ahora tenía una licencia sobre la que apoyarse y un buque insignia que lo ponía al nivel de otros exitazos como Space Invaders, Pac Man o Pong. Su debut en consolas, de hecho no fue en NES, sino en la mítica Atari. Y lo mismo se aplica a Mario o Luigi. El problema es que Atari se estaba yendo a pique y con ella toda la credibilidad de la industria del videojuego en Norteamérica.
En 1983 y durante los años posteriores el mercado de los videojuegos estaba colapsando en Estados Unidos. La desconfianza del consumidor, el cual prefería regresar a los recreativos que toparse con decepciones en los carísimos juegos domésticos de consola, hizo un efecto bola de nieve. Atari, además, no tenía control sobre los cartuchos de terceros que llegaban a las estanterías, pero también encadenó enormes batacazos propios.
A nivel cultural se ha establecido que esta crisis tocó su punto más bajo con la debacle del videojuego oficial de E.T. y su colosal cantidad de devoluciones. La realidad es algo más compleja pero las consecuencias fueron las mismas: Atari y todas las compañías que habían seguido su estela también estaban pagando los platos rotos.
En ese contexto Nintendo quería tener una oportunidad, con lo que era plenamente consciente de que no bastaba con hacer las cosas de manera distinta como compañía: todo el mundo, desde consumidores a mayoristas, debían entender de manera sencilla que lo suyo era diferente. Y la mejor manera de plasmar ese concepto tan abstracto, hacerla tangible y propagarlo de manera inmediata era a través de sus cartuchos.
La iconografía y funcionalidad de los cartuchos de NES
A mediados de los ochenta prácticamente todo el mundo sabía qué era una consola de videojuegos, pero la NES era a efectos prácticos un Sistema de Entretenimiento. Puede sonar pretencioso, pero tras el incidente de Atari a Nintendo le convenía marcar las distancias y cada uno de sus títulos debía pasar un control de excelencia que le garantizaba el famoso sello de calidad.
Sin embargo, antes de que ese símbolo estuviese impreso en las cajas y los manuales tenía que ganarse una validez, y para ello había que crear una imagen de marca. Ahí es dónde entran los juegos, incluyendo los que ya estaban en otros sistemas, pero también el diseño de la consola y los cartuchos.
A diferencia de los juegos de Atari, la Intellivision o el Magnavox Odyssey 2, no necesitas leer una letra para saber que tienes un juego de NES en la mano. Ni ahora, ni hace cuatro décadas. Es más, como comentamos al principio, Nintendo los llamó Game Paks de cara a los mayoristas y distribuidoras en lugar de cartuchos. Quizás a nivel técnico los videojuegos de la época se pareciesen a nivel estético, pero Nintendo ya estaba creando una imagen de marca para perdurar.
En contraste con los juegos japoneses de Famicom, todos los Game Paks son exactamente iguales en formas, tamaños y color con contadas excepciones (los dorados de The Legend of Zelda y The Adventure of Link o los dados durante el Nintendo World Championship, por ejemplo) y no es una cuestión únicamente de formato, sino algo más: sabías cuando estabas ante juegos con licencia y sin ella a golpe de vista. De hecho, la manera de introducir los Game Pak en la consola también era una experiencia en sí misma.
La experiencia de jugar a la NES comienza al escuchar el click
En su viaje hacia occidente Nintendo tanteó una barbaridad de prototipos de la NES. La clave de su éxito fue calcular cada elemento, incluyendo un precio de salida razonable y asumible para todas las familias (no muy diferente al de Switch) y unas formas familiares, pero más modernas con un toque especial: la manera de introducir los juegos era exactamente igual a los reproductores de vídeo VHS y Beta.
Este proceso, algo más complejo que el de las ranuras de Atari o las posteriores Mega Drive y SNES pero nunca aparatoso, obedecía a múltiples propósitos: en Nintendo le ponían una barrera adicional al software y hardware no licenciados y, ya puestos, se lograba tener un control adicional de la importación de juegos o unos inevitables adaptadores para esos juegos que arrasaban en Japón y llegaban mucho más tarde a Estados Unidos.
Aquello no era simple proteccionismo de Nintendo, sino un empeño por demostrar a los consumidores el valor de su marca. Y dio sus frutos. Nintendo entró en un mercado que colapsaba dejando claro no solo que eran "una Atari" de otra compañía, sino una marca con sus propias filosofías y un estándar de calidad propio. ¿Un capricho? Lo cierto es que no tardaron en aparecer adaptadores que habilitaban jugar a los juegos de NES en Famicom, y todos los que vivimos la época de los 16 bits nos quedamos alucinados con ese cacharro que le abría a la SNES las puertas de los éxitos de Super Famicom.
Más que plástico y chips: arte, obsesión... y nostalgia
A partir de aquí una obviedad: de poco serviría que a los cartuchos de NES se les llamase Game Paks si luego lo que venía dentro fuesen decepciones y juegos mediocres. Al talento combinado de genios de la casa como Shigeru Miyamoto o Gunpei Yokoi hay que sumar que compañías como Capcom, Konami, Squaresoft o Hudson Soft se lucieron, obsesionaron al mundo y supieron exprimir con maestría sus 8 bits. Quizás sin el poderío visual de las recreativas, como en el caso de Double Dragon, pero con el cada vez mayor encanto de los sistemas de Nintendo.
Entonces, ¿si los cartuchos eran tan grandes se perdía el espacio sobrante? Técnicamente no. La otra realidad es que la manera en la que se diseñaron los Game Pak abría la posibilidad a que se usasen chips especiales (MMC o memory management controllers en el caso de Nintendo, así como chips de terceros como Konami o Sunsoft) que daban más margen a los desarrolladores. De modo que, en esos casos específicos, se aprovechaba su diseño.
Cuatro décadas después, los Game Pak de NES son parte de la iconografía de la consola. En su momento fueron un elemento que obedecía a diferentes propósitos a la vez: su propio diseño convertía cada cartucho en un embajador de la marca y la filosofía Nintendo, destacando enormemente frente a de los de las otras consolas, pero también ante aquellos que intentaron con o sin éxito colocar en las estanterías juegos sin el sello de calidad de la Gran N.
No todos fueron de color dorado, pero cada uno de ellos fascina a los jugadores incluso con la consola apagada. Y no lo vamos a negar, que los fabricase la propia Nintendo le daba otras ventajas añadidas como controlar los tiempos de los lanzamientos, acotar la cantidad de novedades que llegaban o la capacidad de priorizar la salida de los juegos que más le interesaba. Pero eso ya es otra historia.
Los Game Pak fueron un engranaje central de un plan muy bien trazado. Ideas que hoy tienen poco margen en un tiempo en el que el formato de disco y las tarjetas de juego no se diferencian entre ellos y las ventas en digital le han ganado el pulso al formato físico. Y pese a que, como el resto de juegos de la época, no dejaban de ser placas y chips protegidos por dos trozos de plástico aquellos cartuchos jamás se resignaron a ser algo meramente funcional. Como resultado, cuatro décadas después cada uno de los cartuchos de NES sigue teniendo un valor especial.
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