Microsoft, ¿no podías haber pensado en una Xbox One sin Kinect seis meses antes?

Microsoft, ¿no podías haber pensado en una Xbox One sin Kinect seis meses antes?
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Decidir. Al fin y al cabo se trata de poder tomar la decisión que mejor se adapta a nuestros intereses. Y es curioso que en el clima en el que se vive en este país, justo antes de unas elecciones europeas y con los partidos políticos luchando por conseguir unos votos, tengamos que aplaudir a Microsoft por dar un paso adelante y permitirnos decidir.

Microsoft ha decidido eliminar Kinect de los packs de Xbox One, la cámara ya no será obligatoria y el precio de la consola se adaptará en consecuencia: será 100 euros más barata y por lo tanto se pondrá al nivel de PS4. En apenas 24 horas han mandado a la papelera su discurso de la experiencia mágica, el de que Kinect es tan esencial para la consola como un mando y el de que acabaríamos viendo muchísimos juegos incorporando elementos de control de movimiento o voz. Discursos que se fueron para no volver pero, caramba, ¿acaso no es lo que muchos han pedido?

Kinect, ese periférico

Kinect

Seamos sinceros, Kinect nunca ha funcionado tan bien como para ser parte inamovible de Xbox One. Jamás ha tenido una tasa de aciertos del 100% y sí, cuando los astros se alinean y Kinect reconoce tu voz sin fallos y rastrea tu movimiento a la perfección ocurre la magia. Pero por desgracia eso no ocurre siempre. Y algo que falla un determinado número de veces no puede pertenecer al núcleo de la experiencia de uso. ¿Permitiríamos que el mando de Xbox One fallase una de cada cinco pulsaciones del botón A?

Pero a Microsoft, tan denostada estos días, hay que reconocerle los arrestos necesarios por haber afrontado dos situaciones complicadas. Por haber aspirado al futuro y haber creado un problema por ello. Y luego por haber tenido lo necesario para reconducir la situación y escuchar a la gente.

Kinect

La idea de Xbox One era buena, buenísima. No hablo de toda aquella polémica de los juegos de segunda mano con la que la compañía de Redmond se disparó en el pié. Hablo del concepto aspiracional de la consola. Un hub multimedia que se integra perfectamente en el salón y que se puede controlar por la voz y por movimientos de un modo casi futurista. Nos reconoce automáticamente, podemos llamar a nuestros amigos con videoconferencia, iniciar juegos, películas, buscar por internet… si el hogar del futuro existe seguro que se parecerá a esto.

Pero por desgracia esa visión ni ha conseguido calar entre la mayoría ni ha conseguido, esto es lo más grave, acabar de funcionar bien. Y por mantener esa visión estaban obligados a vender un pack 100 euros más caro que su rival directo. Algo importantísimo en ese distanciamiento entre consolas vendidas que vemos mes a mes.

Si la visión futurista del comedor que Microsoft tenía no está funcionando, si por mantenerla están obligados a que el pack de la consola sea más caro y si los juegos que van saliendo apenas utilizan la cámara el resultado sólo puede ser uno. La estrategia estaba mal desde el principio, Kinect es sólo un periférico. Y deberían de haber tenido un plan B.

Escuchar a la comunidad

Kinect

Como decía antes Kinect no es para todo el mundo. Al igual que esa visión del comedor futurista con la que Microsoft jugaba. A mucha gente no le importa, mucha gente sólo quiere jugar a algo que se adapte a su bolsillo o para lo que las medidas de la habitación den igual. Así se entiende que ya desde el inicio fueran muchos los que reclamaban una Xbox One sin Kinect. Algo que era totalmente contrario a la estrategia de Microsoft hasta hace 24 horas.

Han sido seis meses (desde que se puso a la venta) los que ha tardado Microsoft en darse cuenta de que se trata de poder elegir. Todo se resume a eso.

Quien sólo quiera una Xbox One para jugar y conectarse online con sus amigos desde su habitación debe poder hacerlo y quien quiera una experiencia futurista controlando la televisión en un gran comedor y dando órdenes habladas a la consola también. Por eso Kinect debería de haber sido un periférico desde el principio y no podemos más que celebrar que en Microsoft se hayan dado cuenta de que la letra con sangre no siempre entra. Por más que han repetido el discurso del valor añadido y de que Kinect era una parte integral de la experiencia no han convencido a nadie.

La gente ya sabía lo que quería. Pagar menos por la consola y prescindir de un periférico que no ha sido diseñado para todo el mundo. Así que escuchar a la comunidad y obrar en consecuencia era el siguiente paso lógico… aunque tenerlo previsto desde el principio hubiera sido lo suyo.

Por eso y porque era una situación predecible desde que se levantaron las primeras voces hace muchos meses nos preguntamos: Microsoft, ¿no has podido pensar en una Xbox One sin Kinect seis meses antes?

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