Es duro enterarse de cómo funciona una de las compañías que le han hecho a uno vivir tantos buenos momentos durante años y años cuando sus condiciones laborales rozan lo orwelliano. Cada empresa tiene sus políticas, sus formas de tratar a los empleados y sus reglas, un terreno en el que tampoco tenemos especial interés en escarbar, pero si la compañía es Konami creo que merece la pena echarle un vistazo a lo que está pasando. Principalmente porque quizás esto nos ayude a entender un poco mejor lo que ha sucedido con Kojima Productions.
La información aparece publicada en Nikkei (está en japonés y tras muro de pago, aunque el informe ha sido traducido al inglés por varias fuentes como Kotaku o el localizador/traductor Thomas James) y nos arroja un panorama verdaderamente desolador. No es muy común conocer los entresijos laborales de las compañías, y leyendo lo que sucede en Konami uno no puede más que sentirse abatido. Desconozco si esta es la forma de actuar habitual de las empresas japonesas, y en cualquier caso no me gustaría formar parte de un sistema así.
Vigilancia extrema y control total
Una de las cosas que más impactan sobre la cultura corporativa de la división de videojuegos de Konami es la existencia de cámaras de vigilancia en los pasillos. No por su mera existencia, bien podrían estar ahí por cuestiones de seguridad, sino por el uso que les da la compañía: monitorizar en todo momento los movimientos de sus empleados. Esto por sí solo ya es suficientemente terrorífico, y dibuja una Konami paranoica y controladora. Pero hay más.
Asegura Nikkei que, además de esta vigilancia, los empleados deben usar sus tarjetas al abandonar el edificio para desayunar, de forma que la compañía pueda saber cuánto tiempo están fuera. Si algún empleado se excede durante este descanso, la empresa se encarga de hacérselo saber al resto en un intento de ridiculizar y señalar con el dedo a la persona impropio de cualquier organización (al menos dentro de mi cabeza).
La mayoría de los empleados, salvo aquellos que ejercen de relaciones públicas o que están en el departamento de ventas, por ejemplo, no cuentan con cuentas de correo electrónico permanentes con sus nombres. En su lugar se asignan cuentas aleatorias formadas por letras y números que cambian cada ciertos meses para evitar que otras compañías contacten con sus empleados y puedan ofrecerles nuevos puestos de trabajo. Kojima Productions, al hilo de esto, ha sido renombrado a Number 8 Production Department y sus ordenadores no disponen de conexión a Internet. Sólo pueden enviar mensajes internos.
Malas recolocaciones y venganzas
Lo expuesto anteriormente sobre el funcionamiento interno de Konami, al menos en lo referente a la división de videojuegos, es escalofriante. Lamentablemente, según la información publicada por Nikkei, la cosa no acaba ahí.
Hay otro aspecto preocupante de esta cultura corporativa que tiene que ver con las recolocaciones. Cuando Konami considera que un desarrollador ha dejado de ser útil lo reasigna a otro puesto de trabajo que puede ir desde guarda de seguridad hasta miembro del equipo de limpieza de los clubs de fitness de la compañía. Como suena. Uno podría pensar que algo así, terrible en cualquier caso, sólo es aplicable a los desarrolladores con menos experiencia y antigüedad, pero lo cierto es que esto le ha sucedido incluso a productores de juegos conocidos, algunos de los cuales han acabado con depresión.
Otro ejemplo de hasta dónde ha llegado Konami es el de un empleado que anunció en su Facebook el abandono de su puesto en la compañía para ir a otro sitio. Ese post fue monitorizado por Konami y, según lo que cuenta Nikkei, los empleados que le dieron al botón “Me gusta” fueron recolocados dentro de la empresa poco tiempo después.
La compañía tiene claro que su principal negocio está en los móviles, un terreno en el que puede pegar pelotazos habiendo invertido pocos recursos como ya le ha sucedido. Y como último dato, el desarrollo del próximo ‘Metal Gear Solid V: The Phantom Pain’, según el informe de Nikkei, ha costado más de 80 millones de dólares, una cifra astronómica y muy poco común en los desarrollos japoneses. Toda esta información, aunque no desvela por completo lo sucedido entre Konami y Kojima, puede ayudarnos a entender la tensión que puede instalarse en una compañía que, a juzgar por todos estos datos, nunca ha confiado en su división de videojuegos.
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