Con la llegada de EA Play como extra gratis para Xbox Game Pass Ultimate, se abre un abanico de juegos de Electronic Arts a disfrutar sin coste adicional para todas esas personas con dicha suscripción en Xbox One o las actuales Xbox Series X y Xbox Series S, si nos ceñimos sólo a las consolas de Microsoft.
A Way Out es uno de los juegos disponibles en dicho catálogo, un juego por el que Hazelight Studios apostó de lleno por su faceta cooperativa, siendo un salto a nivel conceptual y narrativo respecto a Brothers: A Tale of Two Sons. Lo curioso es que ambos videojuegos gozan de un punto de inflexión brutal en su tramo final.
Ojo, SPOILERS. No sigas leyendo si no te has pasado la historia de A Way Out. Y también de Brothers: A Tale of Two Sons, al hablar de ciertas conexiones.
Vincent y Leo, dos reclusos con algo en común
Esta aventura de 2018 llamó la atención precisamente por ser exclusivamente cooperativa, siendo obligatorio contar con otra persona para jugarla, tanto de manera local como online (con una invitación de regalo aunque la otra persona no tenga el juego). Si bien no es el único juego bajo esa naturaleza (ahí están los We Were Here, los "No me chilles que no te veo" llevados a su máxima expresión), sí que suponía un cambio respecto al anterior Brothers, donde controlábamos a los dos hermanos a la vez. Sí, siendo un juego en solitario, lo cuál es más complejo.
Pero volviendo a A Way Out, aquí presenciamos la historia de Vincent Moretti y Leo Caruso. El primero, un recién llegado a la cárcel por fraude y asesinato; el segundo, un convicto que llevaba seis meses ahí por asalto y robo a mano armada. Y claro, sus vidas se cruzan. O lo que es lo mismo, nos cruzamos.
La gracia era ver cómo teníamos que compenetrarnos con la otra persona, con un primer objetivo en común bastante obvio: fugarse de la cárcel. Primero había que tantear el terreno, conocer los horarios de los guardas, saber al dedillo la ruta de escapatoria y otros detalles esenciales para una evasión exitosa. Era casi como presenciar un capítulo de Prison Break, pero sin la dureza de la Oz de HBO.
Algo ligero, efectivo y que sorprendía por ese componente cooperativo, pese a no suponer una novedad con sus mecánicas, con Quick-Time Events para meternos prisa o calcular mejor los movimientos. Pero lo gordo estaba por llegar... aunque habría que esperar bastante por ello. Hasta el final, de hecho, siendo tan rompedor como no dejó de recalcar su histriónico director, Josef "FUCK THE OSCARS" Fares.
Engañando al espectador con mucha maestría
Antes de ese punto de inflexión, hubo un detalle brillante por parte de su creador: llegar a esa misión de venganza contra Harvey, el principal villano de esta historia. Por su culpa Leo fue a la cárcel. Y lo que es peor, fue el asesino del hermano de Vincent. De ahí ese vínculo tan especial entre los dos, con un pasado que se fue viendo poco a poco y ante el que fueron atando cabos. Todo parecía encajar.
Esa misión fue, además, la que continuaba esa escena que no dejaba de intercalarse en el juego, incluso desde el propio menú antes de comenzar la aventura, con Vincent y Leo en una avioneta: ¿qué hacían en el aire? Esta misión ocurría justo después, con ambos precipitándose al vacío desde el cielo... para desgracia de Leo, con pánico a las alturas. Una misión que se convirtió en todo un festín de tiros en A Way Out, que no brilló especialmente con los disparos, pero sí con el mensaje que quería dar. Y también, por engañar vilmente al espectador.
Y es que todo parecía que se iba a acabar ahí, e incluso el último logro/trofeo salta justo antes de subir a la avioneta rumbo a la mansión del criminal. Pero no. Se podría decir que el verdadero videojuego comienza justo después de esa misión...
¡Alto, policía! Bueno, menos tú, Vincent...
Si bien siempre tuve sospechas con Vincent antes de llegar ahí (el novato suele acarrear ese tipo de artimañas en libros y películas, principalmente), no deja de ser un giro sorprendente cuando se revela que Vincent era un agente encubierto.
Sí, era de la policía. Y sí, el objetivo principal era dar con el paradero de Harvey y pagar por sus crímenes, aunque todo se fuese de madre después... Sin embargo, esto deja a Leo completamente en fuera de juego, acusándolo de traidor tras confiar en él. Y como es lógico, no se quedó de brazos cruzados y tomó a Vincent como rehén para escapar de ahí, iniciándose una fuga a la desesperada en coche.
Todo acaba mal, con el vehículo estrellándose en un puente y cayendo al agua, con ambos ex-presidiarios intentando salir a flote lo más rápido posible. Hasta que se obra la magia y cambia de rumbo radicalmente: ya no somos compañeros.
De compañeros a rivales (con dos posibles finales)
Viento y Huesos. Cada uno tenía que luchar por su propio destino, a costa de la otra persona. Se inicia una persecución que va ganando peso hasta que no queda más remedio que luchar de verdad, a pecho descubierto y con armas de por medio. Ya no había vuelta atrás. Sólo podía quedar uno. Y en mi partida con mi hermano Charlie, la suerte (o desgracia) quiso que ganase yo el duelo final.
Me dolió matar a Vincent, pero el juego me obligó a hacerlo. Era él o yo. No había final feliz. Uno tenía que morir y la historia iba a cambiar por completo en ambos.
Algo se quebró dentro de mí al ver cómo Vincent, en su último aliento, me dio la carta para su mujer, con quién acabó teniendo un bebé. Leo tuvo su final feliz, sí, fugándose con su mujer e hijo, pero a costa de ver a su ex-compañero muerto. Y con un entierro difícil de digerir con todo el cuerpo policial presente. Fue duro.
El otro final, con Leo muerto, fue menos vistoso, pero no por ello menos trágico: dejaba viuda a su mujer, que tenía que hacerse cargo ella sola de su hijo.
El objetivo de Josef Fares se había conseguido: logró marcarnos con su tramo final al romper por completo las reglas de un juego. Y eso que ya con Brothers: A Tale of Two Sons había logrado una metáfora rompedora al perder al hermano mayor en el final, sintiendo un vacío enorme al ver que el stick izquierdo del mando ya no respondía... Son de esos momentos que difícilmente podremos olvidar.
Momentos inolvidables de los videojuegos
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- La misión del aeropuerto en Call of Duty: Modern Warfare 2
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- El personaje enmascarado del Resident Evil 5
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