Últimamente me ha dado por rebuscar entre los juegos de la séptima generación de consolas que me faltaban por probar. Y es que con el asentamiento del sector digital motivado por servicios como PlayStation Store, Xbox Live Arcade o Steam, hubo todo un aluvión de producciones independientes con mayor o menor fortuna.
De esos indies Thunder Wolves pasó sin pena ni gloria por mi radar. De aquellas en ese mercado estaba más interesado en propuestas como Super Meat Boy, Castle Crashers o Trials HD, pero todo cambió cuando me tocó rememorar el clásico Desert Strike de Electronic Arts. Ahí recordé que el citado Thunder Wolves fue en cierto modo su sucesor espiritual y lo compré de oferta en Xbox 360.
Como si la saga Strike se hiciese más palomitera
Cuando se lanzó en 2013 tan solo probé su demo y lo dejé en la lista de futuribles, pero lo cierto es que tras la llegada de Xbox One a finales de ese mismo año hizo que me olvidase un poco del catálogo de Xbox Live Arcade, el cuál llevaba varios meses sin ofrecer la calidad de antaño, con juegazos en cada Summer of Arcade.
Que no fuese retrocompatible cuando Phil Spencer anunció esta característica tan demandada en 2015 tampoco ayudó a darle otra oportunidad. Pero como dije en alguna ocasión, desde que di el salto a la familia Xbox Series hace meses mi fiebre por los retrocompatibles se disparó... y también por los juegos de Xbox 360 que aún no lo son con la esperanza de verlos algún día, al no cerrarse esa puerta.
Sea como fuere, Thunder Wolves perteneció a esa enorme lista de indies que no superaban la barrera de 10 euros y que aún se puede comprar tanto para XBLA (9,49 euros) como para Steam, donde actualmente está de oferta por 1,99 euros. No fue un juego que copase en su día grandes titulares ni tampoco notazas en sus análisis (de media no superó el 69), pero a poco que te gusten los Strike de EA tendrás un juego que te servirá para soltar adrenalina durante unos momentos.
Si llama la atención no es por evocar en cierto modo la fórmula de aquellos clásicos adaptada a los tiempos que corren (sin vista isométrica, claro está), sino por ese giro hacia la acción más palomitera con cinemáticas que serían del agrado de Michael "BOOM" Bay por su ingente cantidad de explosiones y sobre todo por unas situaciones en las que se convierte en un shooter sobre raíles.
Piensa en Time Crisis, en el Virtua Cop de SEGA o en la segunda parte de Die Hard Trilogy para hacerte a la idea. Y es que en determinadas misiones, durante unos breves instantes, la vista cambiaba a primera persona y tan solo había que preocuparse de apuntar con la mira a los objetivos que se nos pedían, desde infantería hasta tanques, barcos o una serie de estructuras. Por lo general eran escenas donde había que disparar sin parar, aunque en otras había que pararse a calcular el disparo como si fuésemos un francotirador para evitar las alarmas.
Era un contraste extraño pero curioso, que al menos servía para aportar variedad a las partidas. Otro tema era en el resto de situaciones estándar, más a lo Desert Strike, donde si optábamos por ampliar la mira (casi como en un FPS al uso) la cámara ofrecía un control muy brusco y era mejor hacerlo por el modo tradicional.
Thunder Wolves, un arcade para nostálgicos
A nivel técnico era mejorable, por otro lado. Es el típico juego que necesitaría una optimización para que todo fuese fluido y que la acción no se resintiese en los momentos de mayor caos. En este sentido tendría que haber aprendido de Renegade Ops, que salió dos años antes... Y no, tampoco es retrocompatible.
Thunder Wolves es un arcade de pura cepa, sin pretensiones. Sus partidas son cortas y rejugables, con toda esa clase de objetivos manidos: destruye esto, protege esto otro, rescata a estos aliados... El mapa de cada misión no era de gran tamaño, sobre todo si lo comparábamos con los de los Strike, ni tampoco ofrecía grandes distracciones. Aquí íbamos al grano hasta la traca final con su jefe de rigor, que podía ser otro helicóptero de combate, un buque de guerra, un tanque...
No era una maravilla pero se dejaba jugar, incluso hoy en día. Porque el control es bastante intuitivo (con su tutorial quedaba todo explicado a la perfección) y lo suficiente ágil y versátil como para afrontar cualquier tipo de situación, tanto a la hora de lanzar bengalas para desviar misiles como a la hora de soltar un buen aluvión de misiles por nuestra parte y sin preocuparnos por la munición, que se reponía sola con el paso del tiempo. Ahí se desligaba mucho de los Strike, sí.
Por otro lado, ofrecía un modo cooperativo a pantalla partida, que es algo que no se prodiga mucho en la actualidad. Aunque se echó en falta no disponer de una opción a mayores online, salvo de cara a los marcadores por Internet para comparar las puntuaciones con el resto de jugadores en su docena de misiones.
¿Que hubiese preferido un nuevo Strike? Por supuesto. Pero tampoco es que hayamos tenido muchas alternativas desde que Electronic Arts abandonó esa saga tan querida hace más de dos décadas. Ojalá regrese algún día de modo oficial junto con otros juegos míticos. Aunque si para contrarrestar el mono hay que tirar de algo más arcade, tampoco le voy a hacer ascos. Pero que vuelva.
Ver 2 comentarios