Recuerdo cuándo completé la historia de Teslagrad porque los trofeos, al igual que los logros, te dicen cuándo desbloqueas alguna de esas hazañas. Y fue con bastante retraso respecto a su lanzamiento en consolas PlayStation.
Fue un juego que me llamó mucho la atención en su día, no solamente por coincidir el debut de esta ópera prima el día de mi cumpleaños en 2013. Pero como digo, al final esperé a su conversión para PS4 al año siguiente, donde lo compré de salida. Sin embargo, no logré completarlo hasta el lejano 2016.
No recuerdo muy bien el porqué de ese lapso tan gran de dos años hasta que finalmente pude deleitarme con su desenlace, porque fue un juego que acabé disfrutando mucho y al que nunca pude dedicarle unas líneas.
Escalando la Torre de Tesla
Hay algo que te atrapa en Teslagrad tan pronto te adentras en su universo, porque no es el típico metroidvania y también porque sabe jugar muy bien con los elementos de su entorno, sin necesidad de recurrir a los diálogos.
Esa ausencia total de texto hace que tengamos que ir descubriendo qué se oculta detrás de su historia tanto con lo que vamos viendo como (sobre todo) esos fragmentos que están desperdigados por su mundo y que serán vitales, a la postre, para poder ver el final bueno tras derrotar a su último jefe.
Pero, ¿qué tiene de peculiar más allá de su propuesta narrativa? Esa mezcla de plataformas y puzles, con menos acción que otros de su género. Juega, como no podía ser de otra manera viendo cómo se llama, con todo lo que rodea al electromagnetismo de los elementos y la figura de Nikola Tesla.
Es un juego que nos plantea lo mínimo necesario para avanzar encarnando la figura de un niño que se mete en un lío de tres pares de narices. Lejos de su hogar, dentro de la Torre de Tesla, descubrirá la vetusta tecnología Teslamante, gracias a la cuál podrá empezar a manipular de modo básico los imanes que pueblan su casi centenar de salas intentando no morir.
Teniendo en cuenta que los polos opuestos se atraen y los de mismo campo magnético se repelen, tendremos que jugar con esos imanes para poder sortear distintas zonas con trampas, alcanzar partes más elevadas o incluso sacar partido de los enemigos que veremos. Todo de modo muy primitivo.
Teslagrad te va atrapando cuanto más avanzas
Lógicamente, el juego se irá complicando y ganará en profundidad a medida que avanzamos, puesto que el niño conseguirá unos pocos poderes más con los que podrá jugar de modos diversos con los campos electromagnéticos.
Salvando las distancias, podrá "volar" o incluso atacar con su bastón de una forma bastante práctica y necesaria contra el jefe final. Pero es que también goza casi desde el inicio con un teletransporte de lo más efectivo que se acabaría rescatando en World to the West, segundo trabajo de Rain Games.
No todo es perfecto, eso sí: ese minimalismo narrativo hace que echemos en falta un menú con más información, donde tan solo podemos consultar de modo muy limitado el mapa y los distintos pergaminos ocultos, los cuáles nos mostrarán viñetas de lo más crípticas sobre su legendaria historia.
Nada verdaderamente negativo, porque Teslagrad cuenta con un mapeado muy bien estudiado que hará que nos devanemos los sesos y armemos de paciencia hasta conseguir todos esos pergaminos. Y costará lo suyo, en parte porque cualquier cosa nos mata de un toque. Gracias, al menos, que no habrá que preocuparse de las muertes, como si fuese un Super Meat Boy.
Lo bueno es que con el paso de los años hemos recibido distintas ediciones físicas para consolas (PS3, PS4, PS Vita y Wii U) y PC, estando próxima a su llegada la de Nintendo Switch, para el 27 de septiembre, por 29,90 euros.
Teslagrad