Mis primeros compases con Kirby y la tierra olvidada han sido más que suficientes para confirmar que nuestras sospechas no eran infundadas. Nintendo le ha dado a su entrañable personaje el juego que merecía. No una aventura secundaria de las que te rellenan un catálogo con un título capaz de ser excelente. No. Un triple A de Kirby con todas las de la ley.
Me faltan dedos para contar todos los juegos memorables de Kirby que han pasado por mis manos, pero lo de Kirby y la tierra olvidada es indudablemente especial. Es imposible ser fan de la bola rosa y no emocionarse un poquito con esto, pero en mi caso los astros se han alineado aún más.
Un Kirby con mayúsculas
Reconozco que tengo una relación especial con Kirby. No fue el primer juego que tuve, pero el Kirby’s Dream Land de Game Boy sí fue el primero que me pasé de crío sin ayuda alguna.
Ni trucos, ni padres, ni hermanos, ni Game Genie. Por alguna razón tengo grabado a fuego el momento exacto en el que aquellos títulos de crédito echaron a rodar mientras el simpático personaje se convertía en un inmenso globo.
Recuerdo con especial cariño sus tonadillas, sus ruiditos al saltar, absorber o al soltar una bocanada de aire en mitad del vuelo. Digamos que Kirby es para mí lo que Mario o Sonic son para muchos otros jugadores. Fan de Kirby desde chiquitito, como se dice ahora.
El caso es que estoy en uno de esos momentos de mi vida en los que las preocupaciones se han diluido, mi estabilidad emocional es fantástica y no podría estar más agradecido por la vida que tengo. No me puedo quejar de nada.
He podido sentarme frente a Kirby y la tierra olvidada con la misma tranquilidad, ilusión y despreocupación que probablemente tenía cuando me planté ante aquél Kirby’s Dream Land por primera vez.
Imagino que en esa bonita casualidad, cuando la cinemática de introducción terminó y Kirby llegó a una playa en lo que parecía un evidente homenaje a Zelda, algo se removió un poco dentro de mí.
No fueron los gráficos -preciosos, por cierto-, sino el sonido que se produjo cuando el rechoncho muñeco echó a andar y pulsé el botón de aspirar para empezar la aventura viendo de qué era capaz. Ese sonido tan especial…
Jobar, lo escribo y me pongo igual de tierno. Fue un momento muy bonito, de verdad. Más allá de lo visual, hay algo en el trabajo de sonido de este Kirby y la tierra olvidada que me parece a otro nivel.
Por lo acertado de su banda sonora, por la ambientación, por el cariño marca Nintendo, y aún más marca HAL. Es la primera prueba que te da el juego de que aquí hay metida más pasta y ambición de la habitual en un juego de Kirby.
El salto de Kirby y la tierra olvidada
Pero no fue ahí donde se me saltó una lagrimilla, no. Sonreí con la ilusión de un crío y se me emocionaron los ojos, pero seguí adelante con la entereza que te dan las ganas de jugar y no perderte el más mínimo detalle. La playa quedó atrás y me adentré en la tierra olvidada de Kirby.
El paisaje de ciudad postapocalíptica está más visto que el TBO, claro, pero el toque de color de Nintendo siempre es de agradecer. Es, de hecho, la excusa perfecta para seguir haciendo crecer el juego con elementos más juguetones y reconocibles de otro tipo de juegos.
Lo de tirar una bomba a una pared y que se rompa sigue ahí, no me refiero a eso, sino a un sorprendente toque más cinematográfico, más y mejor pensado, que se le da a los planos de cámara mientras te mueves.
La sensación es la de que Kirby y la tierra olvidada está encantado de conocerse. Se gusta y se recrea para enseñarte lo bonito que es un escenario en concreto sin dejar de lado la importancia de lo jugable. Está, por así decirlo, más cerca del nivel de producción visto en Super Mario Odyssey que en el de cualquier otro Kirby.
Más allá de eso está, por descontado, lo satisfactorio de ser una bola rosa capaz de absorberlo todo y escupirle en la cara a tus enemigos. En esta ocasión toca salvar a los Waddle Dee que se encuentran como objetivo al final de cada nivel, pero también de intentar resolver pequeños puzles y encontrar pasadizos secretos para dar con el resto de amiguetes que están por ahí escondidos.
Interesa especialmente porque, a más Waddle Dee, más edificios se irán abriendo en la zona que puedes visitar antes de cada pantalla y que hace de punto de encuentro. Donde podremos acercarnos a minijuegos, a la mejora de poderes, al desbloqueo de figuritas en plan gachapon y a más cucamonadas sobre las que no conviene hablar más de la cuenta.
Con distintos desafíos ocultos para cada nivel, cuyo objetivo desconocemos hasta que nos topamos con su solución al explorar, o hasta que terminamos el escenario y se nos entrega una pista de lo que nos ha quedado para hacerlo al 100%, lo que en realidad no dejan de ser mundos lineales ganan un puntito más de profundidad que agradecerán grandes y pequeños.
Un recuerdo para enmarcar
Y entre absorción de poderes, preciosas estampas y descubrimiento de secretos, acabas llegando al famoso coche que ha convertido a Kirby en meme gracias a su último vídeo. La absorción de objetos no es sólo la curiosidad que pone de excusa el juego para acercarse aún más si cabe al citado juego de Mario.
Es, además de ese uso siempre inteligente y formidable de mecánicas típico de HAL -lo del coche guay, pero que te transformes en una escalera y quieras aplaudir es para estudiarlo con calma-, también la razón por la que, esta vez sí, las emociones no pudieron contenerse más.
Mientras absorbía el coche y echaba a rodar, en uno de esos momentos en los que parece que el tío de marketing de Nintendo está escondido detrás de la tele para orquestar el plan perfecto, mi hijo pequeño (año y medio), que estaba por allí liándola como hace habitualmente cuando a papá le toca "trabajar", dejó de prestar atención a los coches con los que estaba jugando, se levantó y se subió al sofá con su particular agilidad para sentarse a mi lado.
¡Mira! Morir de amor es poco. No pude evitarlo y me derrumbé un poquitín. Lo que a ojos de cualquier otro sería una mera casualidad, o la situación más lógica del mundo teniendo en cuenta la estimulación de colorinchis de este tipo de juegos, en ese momento fue algo muy especial. Un volver a ser crío y compartir ese momento con mi hijo.
Fue también una muestra más de cómo esta gente es capaz de convertir algo intangible en palpable. De cómo Nintendo sigue ahí, a lo suyo y despreocupada de metaversos, NFT y compras multimillonarias, porque sabe que en esto no hay quien le tosa. Porque nadie más que ellos sabe convertir un videojuego en juguete.
Y oye, que igual la sobredosis de azúcar que te acabas de meter en vena te ha despistado más de la cuenta, así que por si las moscas igual conviene recalcarlo un poco más: Kirby y la tierra olvidada apunta a juegazo. No en plan "oh, un juego de Kirby, qué guay". No, no, dejémonos de milongas. Juegazo.
Kirby y la Tierra Olvidada
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