No pudo ser. Ubisoft tenía a tiro un final por todo lo alto y la posibilidad de cerrar Immortals Fenyx Rising con un broche de oro, pero Los Dioses Perdidos ha resultado ser el experimento más pobre de las tres expansiones que han acompañado al juego.
Con una vista aérea estilo action-RPG clásico, y una nueva isla en la que explorar, combatir enemigos y resolver puzles, Los Dioses Perdidos sería una guinda espectacular de no ser porque, en todo momento, parece una expansión hecha con prisas y a desgana.
Los Dioses Perdidos parece otro juego, y no en el buen sentido
Si Un Nuevo Dios se centraba en explotar los puzles y Mitos del Reino del Este pretendía explotar la exploración en un nuevo entorno, Los Dioses Perdidos parece hacer lo propio enfocándose más en el combate. Si hay algo que vas a hacer hasta la extenuación es pelear.
Hasta aquí todo bien, parece una forma perfecta de cerrar el círculo. Tienes un mapa enorme esperando a ser descubierto con decenas de cofres, nuevos poderes, más enemigos y la excusa perfecta para seguir metiendo horas en un juego que nunca nos cansaremos de recomendar.
Pero la mala noticia es que Los Dioses Perdidos afronta ese reto con una falta de imaginación asombrante. Un problema especialmente sorprendente porque, si algo aplaudimos de Immortals Fenyx Rising, es su capacidad de reformular el concepto que teníamos de mundo abierto.
A un problema principal, la falta de originalidad y trabajo a la hora de crear retos, se van sumando pequeñas incomodidades que acaban consiguiendo que llegues al final con un regusto mucho más amargo del que empezaste. Una verdadera lástima porque, además, su cierre es en realidad la excusa perfecta para una segunda aventura.
Dioses que merecen seguir perdidos
Aquí hemos venido a luchar, y eso implica cruzarte con oleadas de monstruos a cada esquina. Va a ser difícil que no des dos pasos sin que seis o siete bichos con la barra de vida dorada salgan a tu paso. ¿Jefes gigantes que en la aventura principal resultaban un cambio de ritmo excelente? Pues tres de golpe y ya te apañarás.
Es un reto absurdo que, incluso en dificultad normal, se hace muy cuesta arriba. No tuve ningún inconveniente en enfrentarme a ello en la aventura principal, pero aquí son un palo en las ruedas que cada tres pasos te frenan un avance que, por otro lado, tampoco te apetece mucho.
No esperes aquí nada con la fuerza y originalidad de lanzar una perla gigante al mar o escalar una montaña inmensa. Los Dioses Perdidos recoge todo lo que puede torpedear la aventura, desde un aburridísimo laberinto hasta encargos estúpidos de recoger 12 flores, y los junta a incesantes hordas de enemigos con barras de vida absurdas y una colección de retos que podría solventar un mono con los ojos vendados.
Sumarle una cámara que no le pegan nada a un estilo de juego así y que no tiene justificación -con columnas dóricas y jónicas colándose entre medio de la acción cada vez que un enemigo tiene intención de atacarte, y con la imposibilidad de ver si la montaña que pretendes escalar tiene una cima imposible de alcanzar- es la fruta escarchada que acaba de estropear el pastel.
Ojalá un nuevo pastel, pero sin fruta escarchada
Habiendo disfrutado enormemente de todo lo que había jugado de Immortals Fenyx Rising hasta ahora, me sabe fatal que lo último que escriba sobre el juego sea todo esto. Entiendo que Los Dioses Perdidos puede acabar teniendo su público, pero creo que los encargos vacíos y unos puzles más tediosos que estimulantes, le hacen un flaco favor a la saga.
Más allá de eso, no dejemos de lado el hecho de estar ante un experimento que simplemente ha salido rana, y que el resto del juego y sus expansiones siguen siendo una experiencia de lo más recomendable. Que Los Dioses Perdidos no nos impidan seguir deseando que Immortals Fenyx Rising siga adelante con una secuela.
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