AVISO: esta publicación contiene SPOILERS IMPORTANTES de The Witcher 3: Wild Hunt.
En episodios anteriores de The Witcher 3: Wild Hunt... Defendí la Fortaleza de Kaer Morhen de la embestida de la Cacería Salvaje tras encontrar a Ciri en la Isla de las Brumas. Todos mis aliados acudieron a mi llamada y conseguimos repeler el ataque... pero no sin sufrir pérdidas muy dolorosas. Ciri clama venganza y yo, Geralt, voy a concedérsela con muchísimo gusto.
La risa es una medicina muy efectiva para el corazón roto de Ciri... pero la venganza es mucho más divertida y satisfactoria. Antes de continuar, la joven se empeña en perseguir a Imlerith, que asesinó a Vesemir en el ataque a Kaer Morhen, para matarlo y vengar a quien fue nuestro maestro, padre y abuelo.
Imlerith se encuentra en Velen, celebrando un aquelarre en su honor. La Cacería Salvaje cree que estamos derrotados, así que baja la guardia con festejos, bebida y comida. Gran error. Los cazadores se convertirán en presas. Los lobos han salido de caza, rabiosos y sedientos de sangre, y no tienen intención de mostrar clemencia.
Los habitantes de Sotomedio nos reciben con cierto recelo, aunque recuerdan mis andaduras por el Cenagal del Jorobado con las Moiras... que siempre han estado al servicio de Imlerith. Buenas noticias: ¡la venganza será doble! Primero morirán las asquerosas y viles Moiras (Susurradora, Tejedora y Guisadora) por intentar matar y entregar a Ciri, y luego me veré las caras con el elfito oscuro para atravesarlo con mi espada.
La Venganza de Ciri: ¡Volvemos a encontrarnos, brujas del infierno!
Reparo mi equipo y supero una absurda prueba para poder acceder a la cima de la montaña. Nada del otro mundo. Geralt y Ciri se separan. Tomo el control de la chica y encuentro a las tres Moiras dentro de una cueva, cocinando en un gran caldero. Tienen un aspecto humano, hermosas y desnudas, que oculta sus horribles y verdaderos aspectos.
"Bienvenida, hija de la vieja sangre. Sabíamos que regresarías. Tu sabor perdura en nuestras lenguas", dicen las tres brujas. "Dejémonos de chachara", responde Ciri mientras desenvaina la espada. No tengo humor para discursitos. Las brujas juegan sucio: atacan al mismo tiempo, se teletransportan, lanzan mugre y ataques en área... Suena de fondo el tema "Hunt or be Hunted", muy apropiado.
Su número, que debería ser una ventaja, se convierte en su principal desventaja: utilizo la velocidad de Ciri y los ataques encadenados para asestar golpes rápidos, intercalados y aleatorios a cada una de ellas. No importa cuánto se muevan o ataquen: siempre hay una a tiro y sus ataques solo cortan el aire. A penas me alcanzan un par de golpes.
Gritan y claman como bestias. Cada corte de mi espada es placentero. Guisadora cae primero. Luego, Susurradora. Dejo a Tejedora la última porque es la que peor me cae y ODIO a los combatientes que se teletransportan para atacar por la espalda. Juego un poco con ella. La cobarde se hace la muerta cuando acabo con ella, me agarra y logra robarme el medallón de Vesemir antes de huir. ¡Te falta mundo para correr, Tejedora!
La Venganza de Geralt: la furia del Carnicero de Blaviken
Se hace un fundido a negro y The Witcher 3: Wild Hunt me devuelve el control de Geralt, que ha ascendido por la montaña mientras Ciri se ocupaba de las Moiras. Casi ha llegado a la cima. Tomo un Lugar de Poder que potencia la señal Quen, mi predilecta. Mi estilo de juego prescinde de todas las señales, excepto de la mencionada, y se centra en el uso de las espadas y el sangrado.
Encuentro a Imlerith en la cima, sentado en un gran trono de piedra y raíces, y rodeado de al menos seis Súcubos. No tiene casco. Su escudo y maza están apoyados a su izquierda. Sus acompañantes huyen al verme aparecer. "Las hermanas dijeron que vendrías. Te vieron llegar en la superficie del agua. No vieron a la joven, pero ha venido contigo, ¿verdad?", dice Imlerith con soberbia.
"Sí. Hemos venido ambos", respondo. "¿Dónde está la joven?", pregunta. "Eso no importa. Nunca la tendrás", sentencio. Y no lo hará, porque no existe forma posible de que vaya a salir vivo de esta. Imlerith se levanta mientras se pone el casco y coge tanto su escudo como su maza.
Como era de esperar, Imlerith no juega limpio. Fortifica su armadura con hielo y hace teletransportes para pillarme desprevenido. Quizás con otros ha funcionado, pero conmigo no. Lanzo Quen y comienzo a girar alrededor de él, como un lobo que espera el momento indicado para destrozar a su presa. Esquivo sus golpes. Son lentos y torpes.
Uso Igni para derretir el hielo, pero vuelve a cubrirse tras unos cuantos golpes. El fuego no va a resolver esto, así que decido centrarme en esquivar golpes, dejar que Quen me proteja y asestar golpes con mi espada por los flancos. Me tomo mi tiempo. No tengo prisa. El asesino de Vesemir no va a tener una muerte rápida.
Imlerith se deshace de su escudo al perder dos tercios de su vida. Ahora es un poco más rápido y utiliza el teletransporte con más frecuencia. Si cree que eso le va a salvar, es más incrédulo de lo que imaginaba. Continúo golpeando con mi espada y esquivando sus ataques... hasta que su vida llega a cero.
Atravieso su pecho con mi espada, pero Imlerith me desarma y alza en aires junto al filo de la montaña: "¿Quién te ha enseñado a luchar así?", pregunta con cierta indignación. "El brujo que mataste", respondo antes de lanzarle un chorro de fuego en la cara con Igni. ¡Vas a morir, maldito asesino! Pero aún queda una cosa...
Imlerith cae de rodillas, se quita el casco y muestra su rostro calcinado. Lucha por respirar, seguramente por tener los pulmones calcinados. Mientras, tomo su arma, la arrastro hacia sus pies, la alzo con las dos manos y golpeo su cabeza con un movimiento vertical. Su cabeza revienta como si la hubiese atropellado un camión.
Finalmente, encuentro a Ciri sentada al borde de la montaña. Las vistas son espectaculares. Ahora que hemos cumplido nuestra venganza, Vesemir puede descansar en paz y podemos proseguir con los preparativos para la última batalla. Ciri tendrá que tomar una decisión muy pronto... y yo también.
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