Incomprendido. Esa es la palabra que creo que define a Death Stranding, más de un año después de su lanzamiento y desde antes de su llegada a PS4. Hideo Kojima ideó una producción triple A con la valentía que siempre ha caracterizado a la escena indie.
Un título que ha sido calificado como "simulador de caminar" o "juego de repartidores". Frases que evidencian el poco interés por conocer el mundo creado por el ex de Konami.
Una de los pilares fundamentales del juego y que más valoro de Death Stranding, es su componente online. Se trata de un apartado imprescindible de la obra y sin él, el juego pierde mucho de su sentido y potencial.
Cada buzón, carretera o vehículo que creamos lleva nuestro nombre, pero pertenece a todo el mundo. Los paquetes que tenemos que repartir deben llegar en las mejores condiciones a sus destinatarios y la colaboración entre cada Sam Porter es clave.
Porque es maravilloso ver como otros jugadores han pensado no solo en ellos, sino en los que llegarán después que él. Todos nos hemos encontrado ese refugio antideclive posicionado en el punto exacto para guarecernos de la lluvia o esa tirolina que nos permite avanzar cientos de metros sin ningún esfuerzo. El bombardeo de Me Gusta es lo habitual en esas situaciones.
Es por ello que, un año después de haberlo terminado, he decidido comprobar hasta qué punto la comunidad se ha preocupado de mantener las estructuras construidas. ¿Han cambiado las llanuras que recorrí o todo se mantiene tal y como lo vi por última vez? Vayamos a averiguarlo.
El retorno
Mi reciente PS5 acoge sin ningún problema Death Stranding. Mi memoria tarda en recordar los controles del juego, pero rápidamente retomo la costumbre viajera y me preparo. El Modo Foto me ayudará perfectamente para ilustrar todos mis pasos.
Decido que la Región Central sea el lugar en el que explore cómo ha cambiado todo. Para ello, me traslado a Lake Knot City, gracias a la ayuda inestimable de Fragile, para realizar una ruta hasta el norte. Hacia las cumbres nevadas.
Como ningún viaje puede ser en balde, recojo unas cuantas cargas para el camino y señalo mi próximo destino: el Artesano. Una parada intermedia, en la circunvalación entre el norte, el sur y el oeste. Un refugio que he visitado cientos de veces.
Me avituallo, cojo prestada una moto y me dispongo a salir por la rampa. Más de 29.000 Me Gustas acumulados a lo largo de este año me dan la bienvenida; una parte de mí ha contribuido a conectar este mundo.
Posiblemente la estructura que más quería comprobar eran las carreteras. Son los circuitos básicos una vez ya acumulas decenas de horas de juego y su destrucción son un grave paso atrás para agilizar los repartos. Primera alegría: siguen ahí. Al igual que permanece el buzón que coloqué a la salida de Lake Knot City. Oxidado, sí, pero en pie todavía.
Todos sabemos que la primera zona de Mulas, cerca del refugio del Ingeniero se convierte en una anécdota en cuanto la carretera coge forma. Además, la vía eléctrica me permite desplazarme a gran velocidad sin preocuparme por ellos. No tengo que detenerme allí, aunque echo un vistazo a otra estructura que me ayudó muchísimo en su día.
Efectivamente, ahí sigue. El paso del declive y el tiempo por su metal es evidente, pero el puente que me permitía acercarme al Ingeniero permanece por encima del riachuelo, con 18.683 Me Gusta. Todos los que hemos pasado por aquí hemos agradecido con generosidad el gesto.
Poco trayecto más resta hasta el Artesano. Una vez llego me encuentro conque las antiguas señales y Aloy me esperan, como hace un año. Incluso un camión de carga abandonado se encuentra a mi lado. Podría utilizarlo para cargarme de más paquetes y ser un buen repartidor; decido mantenerme en mi moto.
Paquetes entregados, buena nota estampada en el carnet y rumbo al Centro de distribución al sur de Lake Knot City. Hay una tirolina cerca de allí que quiero comprobar.
A un lado de la carretera me encuentro la mencionada tirolina. La construí en su día para facilitarme el desplazamiento entre el Artesano, el Anciano y el Centro de distribución. Resultado: no cuajó. Los 0 Me Gustas recibidos son el reflejo de que mi idea no era tan buena, aunque me llama la atención ver que tampoco puedo conectarme con las tirolinas de las montañas.
Entiendo que son zonas de difícil acceso, puntos de tránsito de los repartidores y que su reparación sería un objetivo muy específico. Aún así, me sorprende ver que, a pesar de su utilidad, nadie se haya molestado en repararlas. Una pena.
Un mundo frágil y resistente
Dicho y visto todo esto, me doy la vuelta y dirijo mi rumbo hacia el norte. El Centro de distribución al norte de Mountain Knot City será la parada para repostar.
El camino es relativamente largo: unas cuantas curvas y mucho acelerador que pisar. Eso no me impide fijarme en el mundo que me rodea. Death Stranding es una obra que refleja páramos, ni más ni menos. Sin embargo, poseen una presencia propia, que no invita a explorarlos, sino a recorrerlos.
El paisaje no es amable con Sam; tampoco es hostil con él. Simplemente es un obstáculo más a superar, una serie de pruebas que se deben resolver de la forma más eficiente.
Durante el trayecto no paro de observar refugios antideclive, buzones, generadores, torres vígias y puentes. El aspecto a ambos lados de la carretera sigue siendo el habitual. Nada parece haber cambiado, más allá del óxido.
Y aunque hay estructuras que no han recibido el mantenimiento adecuado, es sorprendente el buen aspecto que conserva el asfalto. Se ve que las construcciones fundamentales son especialmente apreciadas por la gente.
Sea como sea, llego al Centro de distribución. Mantengo mi moto, cargo a Sam de paquetes para Mountain Knot City y rumbo al refugio del Montañero. La helada nieve me espera.
Mi determinación flojea al poco de arrancar. Esta sí que no me la esperaba. El primer trozo de carretera que se ha perdido. Un trozo enmedio evita la estampa de dos tramos consecutivos desaparecidos, pero la desaparición de ambas es una realidad.
La verdad es que no pudo haber peor sitio para que la carretera desapareciese: en pleno territorio de los Mulas. Imagino que lo primero que quieren los jugadores es pasar de largo y cuanto antes por la zona, pero demonios, ya es mala pata.
El terreno es más o menos llano y un puente me ayuda a continuar. Atrás queda la oportunidad de pleno de toda la autopista de la Región Central.
El último viaje
Mountain Knot City. El último gran refugio. Aaron Hill me da la bienvenida con su atuendo navideño. Agradezco el detalle festivo, entrego mis paquetes y preparo todo para el Montañero.
Si las estructuras que construí en su momento no están donde las dejé, se complicará el camino terriblemente. Por si fuera poco, los malditos EV estarán entre la nieve y tendré que enfrentarme a ellos por primera vez tras mi regreso.
Quizás sea el momento en el que tenga que confiar más en el buen hacer de la comunidad de repartidores; que no me fallen, por favor. Salgo del refugio y la nieve comienza a caer poco a poco.
He abandonado la moto, tengo que atravesar un tramo a pie y aferrarme a unas tirolinas para sortear los picos montañosos. Los EV aparecen, pero los supero con menos dificultades de las esperadas y logro evitar que me detecten.
Y ahí está, camuflada por la niebla y al lado de un refugio. Todavía conecta con la siguiente tirolina, así que el viaje se terminará en menos de lo que canta un gallo.
¡Victoria! Llego en un santiamén al refugio del Montañero (hay un camión ahí, ¿WTF?) y entrego toda la carga. He utilizado tres tirolinas y la segunda es de otro viajero, las tres en pie y especialmente la última en muy buen estado.
Entrego todo y completo mi ruta norteña. Fin del camino. Misión cumplida.
He mirado el mapa unas cuantas veces y he visto bastantes estructuras con puntos rojos, lo que equivale a que no están en funcionamiento. Necesitan una reconstrucción o acabarán por desaparecer.
La bajada de afluencia de jugadores tras el lanzamiento en 2019 ha afectado lógicamente. El tiempo es implacable, incluso en Death Stranding y la mayor parte de las estructuras están abocadas a la extinción.
Sin embargo, sí, he visto esperanza en este mundo. La UCA tiene futuro, sobre todo con repartidores dispuestos a cuidar el pasado. Los lugares fundamentales, aquellos que más requerían de mi necesidad para entregar paquetes todavía estaban ahí.
Prácticamente toda la autopista estaba completa (las partes que permanecían en pie superaban el 90% de durabilidad) y los elementos que la comunidad, orgánicamente, ha considerado imprescindibles no fallan.
Apenas he tenido dificultades para llegar a los refugios. Mi experiencia ha sido similar a la que podía vivir en cualquier día de noviembre del año pasado. Y es por ello que veo que lo que Hideo Kojima planeó se está consiguiendo. Una lectura de un mundo virtual que permite sacar conclusiones para el que verdaderamente nos rodea.
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