En episodios anteriores... Visité la Fosa del Diablo, donde encontré a un viejo brujo que trató de contener el mal de un Miasma Rojo, mientras iba de camino al Cenagal del Jorobado. He retrasado demasiado lo inevitable. Es hora de enfrentarse cara a cara con las Damas del Bosque.
Necesito un rato de tranquilidad antes de llegar al cenagal, así que decido ir al trote con Sardinilla mientras observo el atardecer y escucho la banda sonora de The Witcher 3: Wild Hunt. Solo encuentro a una manada de lobos por el camino, que dejo atrás rápidamente espoleando a mi caballo.
Llego al Cenagal del Jorobado. Tal y como me indicaron, debo seguir los dulces. Llego a una pequeña aldea que cuenta con dos edificios de madera: una casa y lo que parece un templo. Encuentro a un grupo de chiquillos que se niegan a hablarme sobre Ciri y de la esposa e hija del Barón Sanguinario, pero unos dulces les aflojan la lengua y me cuentan que quizás Johnny sepa algo del asunto. Una mujer mayor y algo trastornada nos interrumpe y me echa del lugar sin mediar.
Finalmente, logro localizar a Johnny en su madriguera. Se trata de un criaño que cuenta historias y canta a los niños, y ayuda a la abuela a mantener sanos a los críos. Le ayudo a recuperar su voz y responde por mí frente a la abuelita, que finalmente accede a hablar conmigo y a ofrecerme una audiencia ante Las Damas del Bosque. ¡Gracias, Johnny!
Las Damas del Bosque: decisiones
Mi audiencia con las Damas del Bosque no es precisamente buena. Por un lado, llego a la conclusión irrefutable de que la mujer mayor es la esposa del Barón Sanguinario, que hizo un trato con las tres brujas y ahora les debe servidumbre hasta que sea liberada. Por otro lado, las brujas me encomiendan una tarea: acabar con un espíritu que mora en un gran árbol cerca del cenagal. Me dan una daga y me citan con un campesino de una aldea cercana.
Inciso: el hilo de misiones del Conjurador me llevó a averiguar que la esposa del barón tuvo un aborto antes de escapar y que el bebé se convirtió en un Malogrado. Decidí convertirlo en un Espíritu Doméstico, que me guió hasta una cabaña de un pescador, que a su vez me puso el contacto con la hija del Barón Sanguinario. No quiere saber nada de su padre. También me cuenta que a su madre se la llevó una gran bestia durante la huída. Quiere rescatarla.
No me fio lo mas mínimo de las tres brujas, que ni siquiera han tenido la vergüenza de aparecer físicamente en nuestra audiencia. Además, quienes esclavizan no suelen transmitirme mucha confianza. ¡Llamadme loco! Encuentro al campesino y me indica que el espíritu se encuentra en el bosque y que nadie regresa de las expediciones que mandan.
Encuentro al espíritu dentro de un gran árbol. Tiene forma de hongo que se enrosca en las raíces el árbol y su voz es de ultratumba. Me cuenta que es una víctima de las brujas y que estas no son de fiar. Quiere liberarse para escapar y salvar a los niños que tiene cautivos. Tengo la sospecha de que se los comen… así que decido confiar en el espíritu. No me ha dado motivos para desconfiar, aunque tampoco para confiar. Decido liberarlo en forma de caballo negro.
Regreso con el campesino, que se corta una oreja como parte del pago a las brujas, y vuelvo al Cenagal del Jorobado. Las Damas del Bosque no están contentas, aunque en realidad he cumplido la misión que me encomendaron: acabar con el problema del espíritu. La mala noticia para ellas es que se ha llevado a los niños. Esta vez sí que se han presentado en persona. ¡Nada como una pequeña decepción para incentivar los buenos modales!
Su aspecto es horroroso y portan miembros en sus sacos. Me cuentan que Ciri pasó por allí, que la ayudaron... pero también que alertaron a la Cacería Salvaje de su presencia y que intentaron comérsela. Por mi parte, las negociaciones han acabado. Saco la espada y me dispongo a atacar. Las brujas se marchan entre risas y pronunciando maldiciones: que nunca llegaré a encontrar a Ciri. ¡Gilipolleces!
Asalto al Cenagal del Jorobado: consecuencias
Vuelvo con el Barón Sanguinario para contarle mi aventura. No tarda en echar mano de su espada y en organizar un asalto al Cenagal del Jorobado. Podría seguir mi camino... pero me niego a abandonar a esa mujer a la esclavitud. La hija del Barón también planea un asalto. De tal palo, tal astilla... supongo.
El Barón, su pequeño ejército y yo llegamos al cenagal, donde encontramos que la hija del barón y sus amigos del Fuego Eterno (cazabrujas) ya se encuentran luchando contra bestias envidas por las tres brujas. Nos unimos al combate. Ganamos. El reencuentro del Barón y su hija no es cómodo, pero hay problemas más urgentes: liberar a su esposa y madre respectivamente.
Entramos en el edificio con forma de templo y bajo por una escalera de mano a un sótano. Las tres brujas han realizado un ritual macabro de magia negra. La única forma de liberar el alma de la esposa del Barón es escoger el objeto adecuado: muñeco del abalorio rojo, muñeco con plumas de pájaro, muñeco con malva real y muñeco con oreja humana. Mis espadas no sirven aquí.
El abalorio rojo es demasiado general, podría pertenecer a cualquiera. Las plumas de pájaro no tienen nada que ver con Anna, la esposa. La oreja humana pertenece al campesino que vimos anteriormente o podría ser de cualquiera. En conclusión, queda la malva real, que casualmente es la flor favorita de Anna. Me lo cuenta el Barón durante una de nuestras conversaciones. Elijo la malva real.
Ganamos la batalla y elijo correctamente... pero Las Damas del Bosque no tienen buen perder. Anna está condenada a morir, pero haber elegido el muñeco correcto le permite tener unos minutos para despedirse de su hija y que su esposo se disculpe por su comportamiento. La escena es desgarradora. La mujer muere en manos de su hija.
Las brujas ganan, pese a haber perdido en todos los frentes. Liberé a un espíritu torturado por sus maldiciones, que a su vez liberó a los niños de un destino funesto, ganamos la batalla contra las bestias, echamos a las brujas del cenagal y desentrañé su macabro ritual... pero su furia condenó a Anna a una muerte segura, sin importar lo acertada que fuese mi decisión durante el ritual. Al menos pudo despedirse de su hija y esposo.
He obrado fiel a mi criterio e ideales, y he tratado de salvar todas las vidas posibles. He salvado a un espíritu y a un grupo de niños, pero he pagado con la vida de Anna... aunque no fuese a conciencia ni estuviese realmente bajo mi control. Las verdaderas asesinas son las brujas. Quizás es el mal menor o quizás no. No quiero sentir culpa, pero es inevitable. Las palabras de Geralt de Rivia, escritas por Andrzej Sapkowski en El Último Deseo, resuenan en mi mente:
El mal es el mal, Stregobor - afirmó serio el brujo mientras se levantaba -. Menor, mayor, mediano, es igual, las proporciones son convenidas y las fronteras son borrosas. No soy un santo ermitaño, no siempre he obrado bien. Pero si tengo que elegir entre un mal y otro, prefiero no elegir en absoluto.
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